No hay lugar en esta desestructurada cotidianidad venezolana donde no surja, como tema de conversación recurrente, el relato del familiar o del amigo que se fue, las noticias de los que se van y la información de los que tienen planes de desmontar la casa para buscar otros derroteros. En algunos ambientes se insiste en preguntar ¿Por qué no te vas? Y casi siempre se escuchan las repuestas dudosas. No es para menos, las razones sobran en esta dinámica hiperinflacionaria de Venezuela, certificada por los economistas y corroborada en la diaria supervivencia.
Emigrar, como hemos insistido en esta página de opinión, es una difícil decisión que tiene múltiples aristas y variadas implicaciones geoculturales; en todo caso, es una determinación personal o familiar respetable, sobre todo si creemos en la libertad de elegir nuestros destinos. Pero, observado desde otra perspectiva, el proceso migratorio es un tema complejo que trasciende la anécdota e incluso la barrera del dato demográfico y cuando se trata de casos como el de Venezuela, donde es evidente el acelerado incremento migratorio, entonces se deben revisar los marcados impactos, tanto en el territorio que se deja atrás, como en los destinos finales, que siempre serán geográficamente diferenciados.
Esta precisión tiene pertinencia porque hasta en los ámbitos académicos son frecuentes las simplistas interpretaciones de estos desplazamientos de la gente, reducidos a constantes relatos de los triunfadores en tiempo récord y en lejanas tierras, o por contraste, a reportajes que describen la situación de los inmigrantes durmiendo en plazas y calles o viviendo en “solidarios” refugios.
Se especula, todo el que emigra triunfa; sin embargo, casi siempre los que se van sin plan de ruta, y no son pocos, no tienen el éxito inmediato; o se juzgan, casi siempre injustamente, cuando en determinadas localidades del país elegido se advierte su inesperado crecimiento. En cualquier caso se va dejando de lado el análisis de las causas originarias del problema -y los desplazamientos masivos lo son-, es decir, se relega a segundos planos el gran fracaso gubernamental y sobre todo su “modelo” revolucionario que empuja a la gente de todos los sectores sociales y edades a emigrar.
Pero, hay algo muy preocupante en toda esta tragedia venezolana que está vinculada directa o indirectamente a ese proceso migratorio, esto es la deserción en todos los niveles educativos, y especialmente alarmante el abandono de las aulas universitarias. Lamentablemente, esta grave situación no se discute en las instituciones universitarias, imbuidas en el inmediatismo administrativo, y ni qué decir en las esferas gubernamentales, cuyo interés por Venezuela se refleja en el gran anuncio de algún reciclado viceministro de Economía al informar la instalación de una fábrica de fusiles Kaláshnikov en el año 2018. ¡Vaya futuro el que se ofrece, entre fusiles rusos y aulas abandonadas! Dura tarea que afrontar para quienes nos quedamos y queremos contribuir con la reconstrucción de Venezuela.
Mario Valero Martínez / @mariovalerom