Néstor Melani Orozco
Había olor a miel y desde los testimonios el lugar del Llano de la Cruz de aquella Grita de casas de aleros y colores de cal, entre ventanas inmensas, donde fue como una pertenencia de los recuerdos griteños.
Como de las noches de invierno o el despertar de la luna asomándose desde la punta gigante del cerro El Espejo, donde bramaron las vacas y se dejaron mover por el viento los sorures como ensueños, y desde el tiempo se dejaba reflejar en el incansable camino del río por el sendero del primer barrio: Aguadías, como bramidos de un eco, y el río Grande uniendo las venas para viajar más allá de Llano del Cura, entre un inmenso cañón, detrás de la senda de los Andes.
Todo estaba allí, como una carta de amor a la pureza de la hermosa Lucía, la niña de los claveles y del manto portugués, desde las mantillas de Granada y los remedios santos traídos de Roma, a quien el joven Luis de los García de Hevia, venido de la Villa del Rosario a pasar días de medicamentos por los síntomas de una afección de tuberculosis y en la casa de reverendo Fernando José García se asentó junto a su tío, testigo de 1813 del camino de Bolívar…
Allí es el escenario de una historia romántica, descrita a través de los sueños de Emilio Constantino Guerrero entre las presencias elocuentes de un siglo y del devenir de una memoria que estuvo en la oralidad griteña desde 1826. En plena guerra de independencia.
¡Para dejar sonar el arpa!
Más lo describió entre los recuerdos de una novela sentimental, donde un día se guardó en el corazón de las memorias de aquella preciosa mujer —dicho por Isaura—entre sus narraciones, donde describió a Lucía Serena, quien iba a la casona de la poetisa a leer poesía y a ejecutar el piano. Y el interesante académico y jurista, padre de la primera tesis en el mundo sobre: «El Derecho Internacional Aéreo», entre un amor platónico se entregó a narrar los acontecimientos de aquel amor, en la noche del matrimonio de Luis y Lucía falleció la joven novia, por uno de los terremotos que tanto sufrió la ciudad «Circasia de los Andes».
Y de haberse soñado la joven Lucía que una mariposa negra se posaba en su vestido de novia. Desde haber quedado ciega y la promesa se consagró a un milagro en la cruz de los espejos de la espinosa.
Días después muere Luis…
Mas allí se testimonia a La Grita como una inspiración de recuerdos, de costumbres y del hecho perpetuo de una carta de amor.
Hay que leer la dedicatoria que hace el escritor y la invocación humana.
La novela «Lucía» la terminó en 1904 y en la Imprenta Nacional se publicó en 1914, con hermosos grabados y la virtud del tiempo.
Muy después se editó la segunda edición por el rotativo de Caracas, «El Cojo Ilustrado»…
Promesa inmensa al poeta de «La Despedida» y encanto de la novela latinoamericana, entre imágenes ingenuas y los tintes del hecho social de la comarca que poseía el título de capital política, desde las huellas de José Martí, hasta José Enrique Rodó, con la presencias de José Asunción Silva, de Rufino Blanco Fombona, y entre las negaciones religiosas para el intelectual José María Vargas Vila.
Muy a los hechos de «María», entre negros y haciendas de los Valles del Cauca.
Entonces se dijo de las adoraciones de Jorge Isaac, autor de «María», por la importancia literaria de «Lucía». Y desde una carta muy hermosa de la cual hizo ir a Emilio a conocer al novelista colombiano.
«No fue capaz de contestarle Emilio al autor de María, sino que viajó al Cauca de Colombia para que viera las manos con las que había escrito a Lucía».
Los viejos gritenses adoraron a «Lucía»m casi como una veneración, como un hecho de amor, pero también un testimonio de La Grita, dueña de tantas manifestaciones de la cultura…
Se habían visto dos ediciones de aquella obra de las letras…
Un día de 1987 me propuso Macario Sandoval, siendo yo director de Cultura de La Grita, donde hice la portada de la novela, y a través de la Federación de Estudiantes de La Universidad de los Andes, en Mérida, se imprimiría y se reeditaría. Y se hizo la tercera edición. Con los sueños de hacer un manifiesto cultural.
Muy después, siendo Macario el alcalde del Jáuregui, y con el apoyo de la entonces Asamblea Legislativa, se editó la cuarta edición, bajo la presidencia del Licdo José Garavito. Con una portada de mi padre, Pepe Melani. Y varias ilustraciones, describiendo en aquel fresco existente encontrado en Chiguara de Mérida, del maestro de La Grita, donde el muro por los años se agrietó, entonces mostraba la división del terremoto…como la huella de la interesante obra romántica.
Hubo gracias y propuestas, sabiéndose que la novela, desde 1914, pasó a ser texto de lectura de Castellano de la Universidad de Illinois, en Chicago…
Al asumir la Dirección de Cultura del municipio Jáuregui la periodista Jenny González, en su inmenso trabajo de reivindicar el valor del pueblo y las raíces literarias, desde allí se logró publicar la quinta edición. Con una portada que equivocadamente llevó el retrato de la finada esposa de don Fidel Orozco, quien publicó en su libro, «Texto Manuela», y para ilustrar el comentario que allí hizo colocó la imagen de su mujer. Porque más de tiempos era 1826, no había llegado la máquina fotográfica de Daguerre, el fotógrafo francés.
También muy de grandes méritos Jenny González, realizó un pequeño guion para el cine para consagrar a «Lucía», de quien en la gracia la joven Gabriela Parra Guerrero encarnó la pureza hermosa de la griteña de 1826…
En un hecho maravilloso a los recuerdos…
Ojalá los educadores se aboquen a describirles a los jóvenes esta importancia literaria, y más los profesores del castellano demuestren la pertenencia de nuestros escritores, desde Emilio Constantino Guerrero, «Isaura» Josefa Melani de Olivares, José Ramón Parra, Arturo Croce, Hugo Baptista, Josefa Dulcey, Antonio Arellano Moreno, Raúl Salcedo, Ramon Elías, Macario Sandoval, Hugo Colmenares, José Laurencio Zambrano, Carlos Moncada, Fanny Zulay Rojas, Freddy Parra, Hugo Rangel, y el filósofo José Pascual Mora, entre otros, para volver a sentir el amor cobijado en las letras por nuestra adorada ciudad de La Grita, la vieja capital del Táchira y la más herida en sus patrimonios… cuando ameritamos volver a encontrar nuestros valores culturales, y desde una ordenanza municipal, de la cual le escribo sus capítulos, para iniciar la recaudación histórica, entre los objetos, obras de arte, partituras, libros, música, danza, poesía, teatro, arquitectura y artesanía, el valor originario de nuestros ancestros. Hechos que son y seguirán siendo pertenencias del acervo cultural de La Grita, aún con el nombre que le consagró Isaura como la «Atenas del Táchira», aquel 1 de agosto de 1914…
En nombre de los tiempos, entre una lágrima de amor venida del cielo…para divisar el vuelo de una mariposa después de posarse en el traje blanco de la novia…
Y desde el lamento de la campana de la capilla de la Cruz del Llano, «hoy desaparecida por las ignorancias», entre palomas volando y un cirio perpetuo en el altar donde permanecía en aquel hermoso tiempo el viejo Cristo de Tadea… El mensajero barroco de los Franciscanos.
Como hojas amarillas escritas con tinta violeta, y la historia de amor grabada en el mármol…
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- Cronista de La Grita.
Premio Internacional de Dibujo » Joan Miro»-1987, Barcelona, España.
Artista Plástico Nacional.
Maestro Honorario.
Doctor en Arte.
Premio Nacional del Libro-2O21.