Luis Fernando Ibarra
Hombre proveedor. Mujer sexi. Milenios de acumulación evolutiva que sintetizan la biología humana. Cuando una fémina exhibe sus atributos físicos, sutiles impulsos hormonales activan instintos reproductivos en cualquier varón normal que le observe. Solo la cultura y sus reglas coercitivas frenan los arrebatos primitivos naturales de la especie. La emoción más intensa y dichosa hubo de ser controlada y domesticada. Por encima de fantasías y fanáticas especulaciones religiosas, nadie conoce el propósito real de la vida. Sin embargo, el deseo reproductivo está presente en toda criatura animal o vegetal. Desconocidos designios divinos avivan la proliferación humana. Incluso, durante el evento de apareamiento, la deidad dotó de goce superior a la feminidad, compensándola por su mayor contribución y riesgo de desempeño. La entidad divina distribuyó diez unidades de placer en relación 9:1. Así es. Nueve para la mujer y una para el varón. Sin desconocer que la condición dominante aplica para ambos géneros; es decir, también existen «hembras» alfa; bajo el mandato omnipotente de multiplicarse emerge el macho alfa. Un espécimen que asciende como líder indiscutible del grupo. Ejemplar bien dotado, quien tiene el deber de complementar para perpetuar la estirpe. Sin embargo, la evolución social ha creado propiedades más meritorias que la fuerza y el vigor. Valores que destacan el éxito logrado y dan paso al varonil alfa gerencial. Un individuo emprendedor con el poder de hacer más vivible o menos sufrible el entorno de sus subordinados. Ante su presencia, el cerebro femenino genera preferencias inconscientes. Imagine una sala de reunión plena de mujeres en cualquier organización importante. Al apersonarse el poderoso ejecutivo, la mayoría de los cerebros femíneos emiten oxitocina y dopamina, hormonas expresivas de aceptación frente al gran dirigente. Ellas no lo saben, menos lo aceptan. Pero en sus cerebros tal reacción química es involuntaria e inconsciente. Obedece a instintos ancestrales arraigados en su psiquis, muy favorables a la presencia del posible gran proveedor. Por un instante, puede surgir la pregunta: ¿se fijará en mí? De hacerlo, ya más de un 50% del camino al disfrute pudiera quedar allanado. Eso pudiera explicar por qué en muchas organizaciones, el más alto jerárquico es subliminalmente percibido como un macho alfa ejecutivo. Y más aún, porqué resulta tan común que el dueño o capitán del entorno, generalmente termine sentimentalmente enredado en la nómina. Aunque se niegue o esconda: el interés masculino hacia una mujer es primordialmente sexual. Y el femenino en etapa temprana es de búsqueda de proveedor. Además, parece que con cada cópula, el embeleso mujeril sobre su pareja aumenta, pero lamentablemente el masculino disminuye. Crueldades inexplicables de la fisiología natural. Por lo general, al interno de toda estructura sencilla o corporativa conviven distintos niveles de mando, cada uno regido por su respectivo imperioso directivo alfa. Sin duda, los machos alfa gerenciales atraen mujeres hermosas y ambiciosas. Aunque no todas las mujeres se sienten fascinadas por la capacidad proveedora de un hombre, a lo largo de la historia, el encanto hacia un individuo suministrador descansa en la supervivencia. Tradicionalmente, los personajes con recursos ofrecen mayores posibilidades de mantener y proteger el grupo familiar. Aunque las preferencias femeninas incluyen, entre otros, valores como personalidad, inteligencia, compatibilidad, o iniciativa; el arraigo cerebral femenino casi siempre prioriza la capacidad de asegurar estabilidad económica. Al fin de cuentas, luego del deseo de vivir, aparece en la escala de subsistencia de Maslow, la necesidad básica de asegurar alimentación. Diversos estudios muestran que las mujeres prefieren a los compañeros con buena capacidad de ingresos, además de si les intuyen habilidades prospectivas para alcanzar la cima social. Durante los siglos por venir, la visión abastecedora aunque obedece más a fenómenos culturales, continuará presente en la naturaleza femenina. Por lo general, la búsqueda de proveedor aparece bien instalada en la psicología femenil. Sin embargo, al siglo XXI el empoderamiento femenino ha reducido parcialmente el deseo de contar con un aportante de recursos y protector familiar. Aun así, el potencial rol protector proveedor del macho alfa gerencial seguirá siendo parte protagonista del emparejamiento humano.