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Alfredo Monsalve
No todo es color de rosas en este transitar por la vida. Sin embargo, hay que aferrarse al mito del ave Fénix: “Resurgir de las cenizas…”. O mucho mejor aún, apegarse a la resiliencia. Claro, no es nada fácil. Porque los sentimientos invaden prácticamente todo tu organismo. Sobre todo la mente, la cual es plenamente perturbada. Allí tenemos los casos, según los cuales, algunas madres, padres o hijos arremeten contra sus respectivas integridades físicas. O cuando existe un desamor, el cerebro se acelera y las consecuencias podrían ser desastrosas. Los titulares rojos en la prensa mundial nos llaman a una verdadera reflexión por lo que experimenta el ser humano. Hay quienes sostienen, a viva voz, que somos seres biopsicosociales. Y eso es así. Los tres elementos de esa expresión son tan profundos como el mar Mediterráneo. Cada uno de sus componentes es por demás complejo.
En estas reflexiones no podemos dejar pasar el surgimiento del acoso a la mujer. Incluso, podemos ir más allá: el feminicidio. Cuya conceptualización «es la muerte de mujeres de cualquier edad, expresión extrema de violencia contra las mujeres basada en el poder de control, objetivación y dominio de los hombres sobre las mujeres». (http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid). Las estadísticas recientes (en esta monstruosidad) nos conducen a pensar que es una lucha sin tregua del ser contra el mismo ser. En otras palabras, para utilizar una expresión muy arraigada en los conflictos: “sálvese quien pueda”. Alguien argumentará que esa situación del uno contra el otro tiene siglos ocurriendo. Incluso, desde la creación del hombre sobre la faz de la Tierra. De acuerdo. Eso es así. Pero ya va. Un momento por favor. Esa situación ocurría por la subsistencia del hombre y debía hartarse hasta de lo que no era comestible. Pero hoy, en lo que hemos llamado la era de las tecnologías, donde el hombre está mayormente preparado para enfrentar las pequeñas y grandes vicisitudes, en mi opinión, no debiera ocurrir. Por ejemplo, que una madre lance a su recién nacido a un contenedor de basura. O que un hijo les quite la vida a sus padres.
De allí cabe la interrogante: ¿para qué entonces la llamada Inteligencia Emocional tan de moda en estos años? Por ello se podría resumir, que cuando hablamos de que somos seres biopsicosociales, estamos entrando en un modelo muy complejo en sí mismo. Puesto que involucra el comportamiento real de la persona ante sus pares: la conducta muy trillada desde hace siglos. Su estudio trasciende las barreras de ese modelo biopsicosocial inmersa en el hombre. Y esto lo podemos digerir con solo ver, por citar un ejemplo, a un líder político y sus seguidores. Hemos visto en la historia reciente, cómo es elegido un presidente de un país por un pueblo que grita a rabiar por su aceptación y, en menos de lo que “canta un gallo”, es sacado del poder, incluso degollado por aquellos que antes pedían su presencia. ¿Por qué no buscar la escuela estoica para encontrar la felicidad? Tal como lo señalaba Epíteto: “solo hay un camino a la felicidad y es dejar de preocuparse por las cosas que están más allá del poder de nuestra voluntad”. Es decir, nos preocupamos mucho más por el resto de los mortales que por nuestro bienestar. Y si nos inquietamos por satisfacer nuestro bienestar, es con el uso del engaño y la envidia. Y si de mujeres se trata, que es el caso que abordamos, el hombre la considera, lo que antiguamente la denominábamos, el “sexo débil”. Entonces, la hacemos nuestra “sirvienta hogareña” y punto. Echemos un vistazo a las páginas rojas de cualquier país del mundo. El saldo de agresión contra las mujeres es exponencial. Sin ir muy lejos, ahora mismo volteemos hacia los migrantes que son maltratados donde llegan por sus semejantes. No hay respeto de edad ni de sexo. Así andamos por el mundo, sin poder acusar quién o quiénes son los responsables.
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