Opinión

Mamadera de gallo a jubilados Pdvsa

20 de abril de 2018

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“Tanto va el cántaro al río que por fin se revienta”
(Refrán popular)

Es inverosímil y raya en la injusticia lo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo con el colectivo de jubilados de la industria petrolera y petroquímica nacional.
Desde la llegada de la Revolución bolivariana y puestas las esperanzas del comandante Chávez en “la colina”, como llamó a la sede de Pdvsa en La Campiña, cabeza de la primera industria y motor económico del país, los sueños despertaron.
Los vaivenes y contradicciones no se hicieron esperar. Aparecieron nombres como Chavaldini, Gastón Parra y el comandante “Fausto” o el mismísimo Alí Rodríguez Araque, quien enarboló la bandera de la revolución petrolera.
Vendría la etapa del paro petrolero. Se recuperaría la producción, se rescataría el “Pilín León”, hoy “Negra Matea”, y se encendería el mechúrrio de la Refinería de Amuay, al grito de “ahora Pdvsa es del pueblo”.
Más tarde aparecería, como sacada del sombrero de un mago, la figura de Rafael Ramírez Carreño, a quien el combatiente revolucionario Douglas Bravo calificó como “un niño bien, disfrazado de revolucionario” y a quien además, gracias a un padrino encumbrado (ya fallecido), le asignarían la presidencia de Pdvsa.
Vendrían luego los días duros del inolvidable paro petrolero y aparecerían al frente figuras de célebres jubilados petroleros, quienes unidos a valientes trabajadores de la industria les pondrían, en los taladros, refinerías y centros de distribución, el pecho a la brisa y rescatarían así a la primera industria del país.
Pdvsa fue calificada por el nuevo presidente, Ramírez Carreño, como “roja-rojita”, para impresionar al comandante Hugo Chávez, a quien deslumbraría con su oportunista participación y una supuesta y exitosa asesoría financiera.
Los asesores y “jalabolas”, quienes se les pegaron como una garrapata a RR, le llevarían a ser uno de los personajes más encumbrados de la Revolución. Ocupó cargos que jamás antes en la historia del país nadie había ocupado, fue un superministro: vicepresidente de Finanzas (por encima del ministro de la cartera, del BCV y de todos los entes de las finanzas públicas).
Igualmente, no conforme con tal poder, fue también ministro de Energía, Minas y Petróleo y presidente de Pdvsa. Para completar su vertiginosa carrera política como vicepresidente del Psuv, de la División Territorial de Venezuela y representante de nuestro país en la ONU.
Al llegar el presidente Nicolás Maduro a la Presidencia de la República por decisión del propio comandante Chávez y del pueblo venezolano, en legítimas elecciones, llegaría el sábado de Ramírez y se derrumbaría el “cerebro de pacotilla”; porque “no todo lo que brilla es oro” y, además, debería cumplirse la profecía de Douglas Bravo, de “un niño bien disfrazado de revolucionario”.
El tiempo ha transcurrido y sobre la industria petrolera y petroquímica nacional se pasea el fantasma de Rafael Ramírez. Su mano peluda que condujo a Pdvsa a la corrupción y la llevó a ser manejada por una mafia, la mayoría hoy tras las rejas y en busca de una supuesta fuga de madrugada, es una situación que amerita un estado de alerta por parte de la seguridad del Estado; es decir, estar mosca.
En la industria petrolera y petroquímica quedamos atrapados y sin salida más de 20 mil jubilados, humillados y vejados por la dinastía de Rafael Ramírez Carreño, quien ante los justos reclamos y “bastonazos” cerró las puertas de Pdvsa a los jubilados en todo el país.
Hasta nuestros días, el colectivo de jubilados cargamos con el karma y la mamadera de gallo, por parte de la Junta Directiva de Pdvsa y de los administradores del Fondo de Pensiones, al crear jubilados de primera y de segunda, y negarse a pagar nuestras deudas.
Ante los organismos del Estado, como la Defensoría del Pueblo, Contraloría General y Fiscalía General de la República han llegado nuestras quejas cotejadas por Ajip. El propio presidente Maduro es conocedor de una injusticia laboral y hechos punibles, vinculados a una presunta usurpación de los recursos de haberes e intereses del colectivo de jubilados de Pdvsa y de Pequiven depositados en el Fondo de Pensiones.
No es una súplica y tampoco un capricho de más de 20 mil jubilados, quienes escribimos páginas de lucha y constancia en la primera industria del país junto a nuestras familias.
Ante el cuadro dantesco y la guerra económica que sacude el país y que acosa directamente a los jubilados petroleros, nuestra voz de reclamo a la justicia espera para que, en Revolución, se haga honor a la clase trabajadora, por encima del chucuto contrato colectivo y de unos dirigentes sindicales, quienes se burlaron de los jubilados petroleros dejándonos por fuera, como la guayabera… ¡Pedimos Justicia Ya!
¡Amanecerá y veremos! (Marco Tulio Arellano)

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