Gustavo Paolini
Si uno busca en el diccionario Real Academia Española (RAE) la palabra matraca, se encuentra con las siguientes definiciones:
Rueda de tablas fijas en forma de aspa, entre las que cuelgan mazos queal girar ella producen ruido grande y desapacible. Se usa en algunos
conventos para convocar a maitines, y en Semana Santa en lugar de
campanas.
2. f. Instrumento de madera compuesto de un tablero y una o más
aldabas o mazos que, al sacudirlo, produce ruido desapacible.
3. f. coloq. Burla y chasco con que se zahiere o reprende. Dar la matraca.
4. f. coloq. Importunación, insistencia molesta en un tema o pretensión.
Ninguna de las acepciones es con la que en Venezuela se conoce la matraca. Ya que en este país se conoce matraca como sinónimo de extorsión o del tan popular, como famoso, dame pal´ fresco.
Siguiendo con la RAE, para hablar de la matraca venezolana, de la que hablamos se pudiera adoptar: insistencia molesta en un tema o pretensión, para vincularla algo a lo que conocemos como matraca.
Pues, en sencillo, la matraca es cuando por lo general, algún funcionario policial o encargado del orden público, a cambio de no hacer cumplir la ley –que es su deber-, resuelve el problema con el famoso dame pa´l fresco. Para hacerse el que no ve o escucha, matraquea. Y a veces, incluso, para irrespetar la ley, es decir, cometiendo una ilegalidad.
Pues bien, la matraca, por lo visto, vivido y escuchado, como que se ha acentuado en el país con el paso de la pandemia. Siempre ha existido, pero ahora se extendió a otros campos, antes era muy común en alcabalas y en lo referente al tránsito, para no poner multas, etc.
“Me matraquearon”, comentan más de una persona, al referir que debió pagar para transitar, para abrir el comercio, es decir para trabajar, para que no le pongan multas…
Esta semana, la reconocida periodista Sebastiana Barráez escribió un artículo sobre el tema, pero referente a la movilidad en zonas fronterizas… “En todas esas 14 alcabalas, algunas de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y otras del Ejército Bolivariano, le solicitan “colaboración”, “pa´l fresco”, “deje algo” o mensajes similares a quienes atraviesan esa carretera. Una de las excusas más frecuentes para matraquear es que no se puede transitar con más de 20 litros de gasolina. El problema es que es una zona productora, con recorridos que pueden durar horas para llegar a las fincas, y el combustible no se consigue en las gasolineras”.
La situación del cobro o extorsión también se ve bastante en la ciudad, sobre todo a los comercios debidamente establecidos, donde funcionarios encargados de vigilar que se cumpla la cuarentena radical, es decir, que no todos los negocios pueden abrir, se dedican a hacer una especie de “pote” en pesos, con tal y ser permisivos en determinados horarios.
“Dame pa´l fresco y puede abrir. Si no, cierran ya”, es una frase escuchada en el centro de San Cristóbal, Barrio Obrero, La Concordia, donde estos señores, con su debido uniforme, reciben el producto de la matraca, que se tasa según el tamaño del negocio: 10, 12, 15, 20 y 25 mil pesos, por permitir que se abra el negocio, en días de cuarentena radical. Es decir, por permitir trabajar.
Pero es que también demandan dinero los días de la cuarentena flexible, aquí el cuento es que para almorzar, o desayunar, o merendar, pues ganan poco. Es cierto, los sueldos pueden ser bajos, pero los comerciantes no tienen por qué subsidiar… deben reclamar a sus patronos si no les alcanza para alimentarse.
Incluso es común escuchar decir que a vendedores informales les piden la colaboración para que vendan en las calles y la matraca es lo que le puedan dar: por lo general, 2 mil y 5 mil pesos… hasta 1 peso aceptan…entre muchos se llena el pote.
Si la eliminación del 7 + 7, con los estrictos protocolos de seguridad, da pie para quizás no acabar, pero bajar la matraca, será un paso importante.
Los comerciantes ya estamos cansados de ser matraqueados.