Porfirio Parada
La vida es para atreverse, para convertirse. La transformación es parte del proceso. La metamorfosis está en los genes. Los cambios son el día y la noche, en las acciones y mientras dormimos. La búsqueda solitaria, el tiempo compartido, sentirse atraído por el misterio del mundo, más que resistir, insistir, buscar, permitirse el silencio, el escape, sentirse encontrado, entre la emoción y su sonido. Descubrir los lenguajes del espíritu, los colores de nuestro cuerpo, contemplar la naturaleza desde su faena diaria. Convertirse en árbol, planta, arroyo. Ser animal cuando somos personas. Ser testigo de algo increíble, retratar incluso lo ordinario.
Somos artistas, profesionales, aprendices, sin nombres, sin identidades, extranjeros, locales, amantes, danzantes, jugadores, aventureros, somos música, intérpretes, directores, arreglistas, creamos bandas sonoras. Tenemos tiempo para estudiar, pero vivimos sin estudio, desnudos ante el próximo cuerpo. Hay fuerzas internas que nos desafían, que la ignoramos y la encontramos, fuerzas que nos potencian, fuerzas en la calle, en el ser, en la imaginación. La poseemos como impulso y reposo, como códigos y enigmas, como bandera e identidad. Fuerzas híbridas de los años, o nuevas que recién encontramos en un descuido y que son los motores para caminar.
Pertenecemos a la historia del universo. Somos cosmos, estrellas, luces y sombras. Somos y venimos de algo grande. Nuestros retos como el espacio sideral, viajamos porque vivimos, vivimos para viajar. La expansión del pensamiento que llega a las cordilleras, nuestro líquido que viene de las aguas y mares de otras superficies. El universo de las personas, de cada quien, el universo de los encuentros cuando dos o más personas se conectan, se atraen, se manifiestan y se expresan, se involucran. Vivimos para excitarnos con el otro, con lo distinto, con el mundo que hay en los ojos y en las miradas. Nuestro reto es la cordura y el descontrol en la atracción, en el moverse, en las reacciones de niños siendo adultos. Somos camino.
Y la historia termina. Hay una final y finales. Imitamos lo eterno, aunque seamos finitos. La muerte puede llegar a ser tan desconocida como el nacer. La muerte que resume todo lo vivido y visto, todo lo sentido, la muerte que nos acompaña toda la vida mientras anhelamos vivir más. Queremos perdurar después de la muerte, si es posible renacer y vivir de otra manera. La muerte es parte del universo. Y la vida sigue, se renueva, la vida insiste en vivir para convertirse en algo, en alguien, en otra cosa, se repite el ciclo y las nuevas memorias y recuerdos, el nuevo afán de comerse al mundo, el mundo que está en éxtasis y durmiendo. La metamorfosis ha empezado de nuevo.
Lic. Comunicación Social
Locutor de La Nación Radio