Opinión

Mi última carta terrenal a mi padre *

27 de agosto de 2021

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Padre, muchos desconocemos su significado y muchos erramos en su concepción. Un padre, según algunos conceptos, es un varón o macho que ha engendrado o que ha adoptado una función paternal. Esto quiere decir que un hombre puede convertirse en padre en un sentido biológico o a partir de una responsabilidad social y cultural que adquiere al recurrir a la adopción.

La función del padre va más allá de la cuestión reproductora o puramente biológica. Es clave la presencia del padre en el crecimiento y desarrollo del niño a través de la protección, cuidado y educación, aunque no exista entre ellos una vinculación biológica.

Se trata de una figura clave en el desarrollo de un niño, ya que debe protegerlo, educarlo y ayudarlo en las distintas etapas de su crecimiento. Un padre debe ser fuerte, protector, serio, entre muchas cualidades más. A mi padre lo consideraba el mejor padre del mundo, fue un hombre protector, un hombre noble, fuerte, sabio, amable, responsable, puntual y demás, pero como todo padre, también tenía sus defectos.

Mi padre tenía mil y una cualidades que lo hacían grandioso, como muchos que lo conocieron a través de un caramelito que sacaba de su bolsillo para alegrarle el día a quien lo necesitara; como sus clases magistrales que dictaba en la ULA Táchira, como sus conferencias sobre cualquier tipo de tema que se le ocurriese en el Colegio de Ingenieros, en la Gobernación y otras instituciones donde dejó su nombre en alto. Como muchos que lo queríamos por sus aptitudes profesionales.

Mi padre fue un hombre noble, a todo el que pudiese ayudarle lo hacía, sin importarle su situación, fue responsable en su área laboral como abogado y cargos que obtuvo a lo largo de su recorrido en vida y a pesar de llegar a sus 79 años, seguía luchando para optar a cargos para ayudar; fue un hombre de familia, siempre estaba para su esposita bella, para sus hijos e hija, para sus nietos y nietas, donde siempre nos daba prioridad en cualquier momento, no importando si estaba enfermo, ocupado, estresado, siempre estuvo para su familia. Fue un amante de los animales, no importando qué animal fuese, lo acogía y lo cuidaba.

Mi padre, un buen esposo, mi ejemplo a seguir, el mejor padre que mis hermanos y yo pudiésemos tener, el mejor abuelo que mis hijas y mis sobrinos conocieron, el mejor suegro que mi esposo encontró, el mejor amigo que cualquiera quisiera haber tenido.

Mi padre, como todos, tenía sus defectos, no era el padre perfecto ¿Quién lo es?, pero por eso que todos tenemos no nos abandonó y yo a él tampoco, no nos podemos alejar de nuestro ser querido por los errores que de repente cometa, siempre tenemos que colocar sobre la balanza lo malo y lo bueno, y con mi padre pesaba siempre más lo bueno.

Ese era mi padre, Pedro Alejandro Parra Fernández, mi orgullo, mi figura a seguir, mi razón de luchar. Estando en sus últimos días de vida, lo único que pensaba era en seguir luchando para estar en la graduación de su nietecita querida y en los quince años de su otra nietecita; dabas todo solo por verlas felices, hasta el punto de seguir forzando tu respiración durante tus últimos minutos.

Pedro Alejandro Parra siempre apostaba por las personas que conocía, tenía fe en ellas, aun cuando le mentían, el transcurso de su vida fue bastante pleno y provechoso, diría que vivió conforme, como él quería. Como él ninguno, donde llegaba alegraba los corazones, se hizo notar a donde fuese, cada una de las personas que llegaron a conocerlo hoy lo honran.

Papá me dijo que con fuerza y valor iba a volar y ser constante, hoy no te puedo ver, pero sé que por ti voy a ser yo quien se levante; papá me dijo que escuche al corazón cuando camine hacia adelante, y ahora yo le diré que da igual, donde sea voy a volver a encontrarte… Papá, no sabes la honra que te tengo, he deseado agarrarte la mano cuando el aire se me escapaba de mis pulmones, voy a llorar que no puedas estar para ver crecer a mis hijas, voy a llorar lo que lloro. Voy a echarte de menos mi viejo. Dicen que soy la mitad de mi mamá, yo sé que ella lo es todo para mí, pero tengo mi llama que no se apaga y es gracias a ti. Papá sabe que soy lo que aprendo, que siga mi lucha si tengo una idea, que vaya a por ella que solo escucharás mi voz.

Me arrepiento por las personas que se aprovecharan de él, por sus buenas intenciones, solo por el interés económico, me arrepiento por el otorrinolaringólogo que lo examinó y no dijo qué era lo que tenía realmente; me arrepiento por todas las personas que solo lo usaban.

Gracias padre, por enseñarme mi camino, por darme razón de existir, por darme mi educación, por darme mi familia, por todo lo que soy. Hace tiempo que aprendí algo muy valioso en esta vida, nadie va a morir del todo mientras sientas que te cuida, así que un beso al cielo por tener que vernos desde arriba.

En memoria a Pedro Alejandro Parra Fernández, 1941-2021

  • Abogado
  • Exembajador
  • Docente universitario
  • Asesor jurídico
  • Escritor

*Carta a mi padre, de su hija y su yerno Jacqueline Cristina Parra Portillo y Jesús Nicolás Peña Rolando

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