Opinión

Música para mis oídos

27 de marzo de 2022

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 Francisco Corsica


Tenía tiempo sin escuchar la radio. Aunque prefiero enterarme de las cosas por la prensa escrita —impresa o digital— o por la televisión —tradicional o streaming—, no recordaba lo ameno que es informarse escuchando una voz fluida y engolada de fondo con pausas publicitarias ocasionales. Sin embargo, un par de estas últimas llamaron mi atención. Anunciaban el regreso a Venezuela de algunas estrellas internacionales que llevaban unos cuantos años sin venir.
Presenciamos una nueva realidad que se va sumando a las otras: progresivamente se reanudan los conciertos a lo largo y ancho de Venezuela. Artistas nacionales e internacionales comienzan a ocupar espacios que hasta hace poco permanecían vacíos. Y no precisamente por la trillada pandemia que nos aqueja. Luego de una época de veto autoimpuesto por los mismos artistas, han llegado cobrando tarifas en billetes cuyas efigies no son Bolívar ni Páez sino Washington y Franklin. Eso sí, ofreciendo funciones con la calidad que la ocasión amerita.
Revisemos algunos ejemplos. El cantautor flamenco Diego el Cigala se presentó en diciembre. Luego —en marzo— fue Alejandro Fernández, a quien le sobran preámbulos. Inclusive el salsero puertorriqueño Tony Vega reconoció padecer «un bajón de arepas», y ya podrán imaginarse en qué consistía la cura para semejante soponcio. A la banda colombiana de pop Morat le falta poco para calentar nuestros escenarios. El cuarteto lírico Il Divo arribará en mayo y para el segundo semestre del año podríamos contar con Luis Miguel, Marc Anthony y Maluma.
Hasta nuestros compatriotas se han animado a deleitar los oídos criollos. Miguel Ignacio “Nacho” Mendoza hizo lo propio en diciembre. Servando y Florentino están previstos para inicios de abril. En mayo, regresa el tradicional Atardecer Llanero con Rummy Olivo, Luis Silva, Reinaldo Armas, Jorge Guerrero y Armando Martínez. Paremos ya de contar. A estas alturas, el punto debió quedar suficientemente claro. Talento en estado puro, como podrán apreciar.
¡Qué vergüenza hablar de esta situación en tales términos! Algo así no tendría por qué asomarse como una novedad o como la gran excepción a la regla. La mayoría de los aludidos tenían casi dos lustros sin apersonarse por estos lares. Abandonaron a sus seguidores en un país completo. Nos impidieron conocerlos en persona. Eso no suele ocurrir en el resto del mundo, donde eventos de este calibre forman parte del día a día. Nunca debieron irse. ¿En qué momento fuimos despojados de nuestro rinconcito en el radar artístico internacional?
Sumémosle a este panorama que durante unas cuantas décadas fuimos un público apetecido para las presentaciones de artistas extranjeros. Deseaban darse a conocer en sus países de origen y luego crearse un nicho propio acá. Sabían que esta sociedad catapultaba talentos emergentes, vinieran de donde vinieran. Y así sucedía. Gracias a las discográficas locales, los cazatalentos y la receptiva audiencia criolla, varios nombres fueron inmortalizados.
Faltar a uno de esos eventos por razones económicas es otra cosa. Usualmente esas entradas son costosas. Muchos no pueden darse el lujo de gastar en ellas, ni antes ni ahora. Tampoco tiene que ver si el artista no es el preferido de la casa. Louis Armstrong, el famoso trompetista norteamericano, juró que nunca volvería a Venezuela en 1957 luego de que, entre otros motivos, solo asistieran unas cincuenta personas a su concierto en el Nuevo Circo de Caracas. Y cumplió su promesa.
Afortunadamente, el viento comienza a soplar en otra dirección. Los grandes intérpretes nuevamente se abren espacio en un público hasta hace poco olvidado, impregnando el ambiente con las emociones que solo sus letras saben transmitir. Con ello le brindan la oportunidad a una nueva generación de venezolanos de asistir a un concierto en vivo y de tener justo en frente a sus ídolos. Para unos cuantos será una novísima y gratificante experiencia. Toda iniciativa que nos ayude a reinsertarnos en el plano internacional debe ser aplaudida.
Noticias así son música para mis oídos. Me alegra por algo muy sencillo: las personas merecen esparcimiento. Además, no es agradable ser excluidos de las giras de los cantantes y de las bandas de renombre. Es injusto que los venezolanos no podamos disfrutar de los grandes talentos teniendo la posibilidad de hacerlo. Dicho sea de paso, por razones que son enteramente ajenas al arte, la cultura y al entretenimiento. ¡Ya era hora, señores!

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