Opinión

Negociar sin poder negociar

19 de agosto de 2024

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Humberto González Briceño

Este título es tan absurdo como la realidad que intenta describir.

 La idea general de una negociación implica la existencia de dos o más partes que tienen algo que representa un valor para la contraparte.

Puede ser el intercambio de bienes y servicios por un precio, el reconocimiento a cierto estatus o mutuas concesiones.

Las negociaciones de tipo político se mantienen apegadas a los principios generales, pero incorporando las complejidades propias de la lucha por el poder o el control de un Estado las cuales no se pueden comparar con la compra-venta de un bien.

Para que exista una negociación, es fundamental que todas las partes expresen su acuerdo en participar.

 De no ser así, ¿cómo se podría obligar a una parte a negociar?

Cualquier negociación resulta materialmente imposible si una parte quiere negociar y la contraparte simplemente no tiene interés en participar.

Y el interés que motiva a una parte a negociar, no es otro que lograr algo en contraprestación de la otra parte u obtener una concesión o reconocimiento.

Basta que una de las partes no perciba valor alguno de dicha negociación para promover el desinterés y por consiguiente el fracaso de esa operación.

Es posible que, objetivamente hablando, el potencial de lo que se puede obtener sea inmenso, pero esto no es suficiente para animar una negociación.

Si una de las partes, incluso la que podría salir enormemente beneficiada, no percibe desde su óptica beneficios concretos, esa negociación está condenada al fracaso.

En la política, a diferencia de lo que ocurre en el comercio, el detonante de una negociación es el conflicto, no la paz ni la normalidad.

  En el comercio la dinámica de incentivos y descuentos funciona muy bien para negociar y lograr acuerdos.

  Eso pasa todos los días.

   Pero no en la política, donde se impone otro tipo de dinámica que responde a correlaciones de fuerza en la lucha por el control del Estado.

  Por eso, casi sin excepción, en la política las negociaciones y los acuerdos son el resultado de diversos tipos de conflictos.

            Sin una confrontación que obligue a replantear la correlación de fuerzas, no existe el clima o el interés suficiente para negociar.

 Es posible que exista una situación de control y dominación que es aceptada por la contraparte pero que carece de los elementos materiales para conducir a una negociación.

  ¿Por qué?

  Porque quien está siendo dominado no tiene la fuerza para revertir esa dinámica y tampoco puede forzar la negociación.

  Y el bloque que está en control no tiene ningún interés objetivo en negociar, porque su situación actual parece cómoda e inmejorable.

  Esto intenta explicar lo absurdo del título de este artículo, no menos absurdo que la situación en la que una parte insiste obstinadamente en negociar a toda costa, sin poder negociar. Porque su contraparte no tiene el menor interés o sencillamente no quiere.- @humbertotweets

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