Francisco Corsica
Venezuela es única. Tamaño cliché estoy diciendo, ¿no? Cada quien dirá exactamente lo mismo de su país de origen. Bueno, contaré algo que quizá no sepan: en Sabana Grande, ubicada en pleno corazón de Caracas, se instaló un chichero que se ha vuelto famoso —y polémico— por sus largas filas de compradores. Ni el mal clima ha logrado que se vacíe. Según los usuarios de las redes sociales, son tan diferentes a las convencionales como exquisitas.
Recuerdo con cierta nostalgia mis días en bachillerato. Al salir de clases, usualmente compraba un buen vaso de chicha. A veces, me llevaba el envase con tapa. No era el primero ni el último. ¿Quién puede resistirse a una propuesta así? En aquellos extensos días sentados en pupitres fríos y rígidos, el vendedor parecía un mago dispuesto a aliviar semejante trajín. Hasta los profesores disfrutaban del manjar.
Hay que mencionar salvedades. Aquellas son tradicionales, como siempre las hemos bebido los venezolanos. Solamente acompañadas por leche condensada y canela. Incluso hay quien las ofrece con chocolate en polvo. Pero hasta ahí. A las que comercian en Sabana Grande, en cambio, les agregan caramelos, flips, cereales, pirulines, malvaviscos y galletas oreo. Provocativo, no puedo negarlo.
Nótese que los condimentos no necesariamente son productos nacionales. Innovadores, eso sí. A mi modo de ver, le quita parte de su carácter autóctono. Una receta vieja acompañada de elementos nuevos. Por esa misma variedad, la nueva receta es un torbellino de sabores que ya no guarda tanta relación con la original. Cabría preguntarse, ¿venden bebidas tradicionales o no?, ¿Son estas realmente venezolanas o no? Para reflexionar nada más.
La polémica no viene dada por sus contornos, distintos de los convencionales. En realidad son muy originales. Más bien por lo que esta novedad puede sugerir acerca de la situación económica y social que atravesamos. Tampoco planeo llover sobre mojado a estas alturas. Ustedes sabrán igual o mejor que yo los problemas acaecidos durante los últimos años y su repercusión en el bolsillo y la calidad de vida.
Para algunos, el éxito de este local comercial refleja una recuperación económica nacional. La gente gana más y ahora las colas no son por escasez sino por abundancia. Otros, en contraste, cuestionan la banalización de las filas y la aglomeración de personas en plena pandemia. Eso sin contar que, según ellos, no evidencia mejoras económicas sino las profundas desigualdades materiales que padecemos. Definitivamente no hay forma de complacer a todo el mundo.
En realidad, de todo hay en la viña del Señor. Un negocio nuevo no es un medidor macroeconómico, pero esas extensas filas no son imaginarias. Si ampliaron el carrito para atender a tantos clientes que se presentan al día es porque algo deben estar haciendo bien. Naturalmente, muchos no pueden costearse un vaso por el alto costo de la vida, pero otros tantos sí. Por eso están ahí, llenando el espacio y esperando ser atendidos. Llueva, truene o relampaguee. Esperen cinco minutos o un par de horas. Ahí están, y su propósito es comprar.
Hablamos de un negocio exitoso, entonces. Poco o nada dice de la situación económica general, pero ellos en particular deben reportar ganancias cuantiosas. Afortunadamente así está ocurriendo. No debemos ser envidiosos ni apostar al fracaso ajeno. Todo lo contrario, alegra saber que generan empleos, que ofrecen un servicio agradable y una bebida exquisita al público mientras ganan dinero. Debemos apostar a que cada ejercicio profesional, emprendimiento y oficio sea rentable y se traduzca en bienestar individual y colectivo. ¿Qué hay de malo en eso?
Jamás imaginé que algún día iba a dedicarle un artículo a este tema. Uno lee en estas secciones de todo un poco, es verdad, ¿pero opinar acerca de la chicha? ¡Caray! Divierte revisar que despertó más polémica que las noticias de la alta política nacional e internacional o que las mismas olimpiadas. Como les decía al principio: somos únicos. Es increíble cómo una simple bebida despierta una discusión así en estas circunstancias.
Mi intención no es hacerle publicidad a alguien. Todo el tiempo hay gente esperando comprarla, así que su producto hablará por ellos. Aunque no las haya probado todavía, para mí no hay como la tradicional. Dulce y refrescante. Sencilla pero completa. En fin, supongo que a partir de ahora tendremos ambas opciones para complementarse y degustar nuestros paladares. Bienvenidas sean.