Néstor Melani-Orozco
Me aprendí las palabras más allá de verlo viejo entre las alabardas y de hojas secas en la penumbra de un castillo con dinteles carcomidos por las polillas. Mas perdido en los dolores por los siglos… La noche sin luz me devolvió los recuerdos cuando muy jóvenes: Carmen Victoria y yo anunciamos pintando con la luz de un candil, mientras el niño dormía y del amanecer por fin un lienzo podía hacer de las presencias en los colores como almas a las otras esperanzas. Y el Quijote gritaba por dentro hablando solo debajo de las tormentas; mientras mi padre muy anciano despertaba y entre los hechos maldecía como abriendo los postigos de las lágrimas. No había cómo pagar la electricidad. Y de pan duro las meriendas con sal de los dulces encantos, allá muy cerca a la casa de los alemanes-húngaros: Mezzimger y Horban. Y allí muy muchachos junto al dichoso e ingenuo poeta muerto. Eran las horas de la terrible campanada de la iglesia y nuestra edad de los diecisiete años. Aún casi escueleros rompiendo las existencias. Sin saber del mundo. Juntos de leernos el valor de los libros y de abrir los lienzos y papeles para colorear con los sueños.
Anoche sin luz. Entre los albores del color violeta entre eternos y las hojas del tiempo volví a memorizar los pasos de verme en mi obra de teatro número ochenta y cuatro de las 293 escritas y la volví a sentir y releer desde «Las Zapatillas Rotas del Quijote» fue verme en la puerta de la Bisagra de Toledo quien diez años después de aquellas noches me había ido a la España de Sorolla y entre la eternidad del «Caballero de la Mano en el pecho» de El Greco donde una luz perpetua dejaba los destellos de los relámpagos y del aroma de las harinas; junto a la risa de los bufones divirtiendo a los amos y desde los humildes la pertenencia de los clamores con aquellos rostros de los legendarios llevando banderas y mujeres de negro rezando al crucifijo descalzo. Con las lágrimas vistas después en Sevilla y el tinte de los azules de las letras.
Volví y descifré al Quijote desde Borges, mostrando el lugar de La Mancha y realzando a Mahoma entre multitudes de inmigrantes pobres, aún caminantes por la tierra prometida; escrita en la biblia. Más de las claraboyas del Corán donde el mismo Dios se convirtió en agua guardada en los cántaros de barro. Volví y vi mis Quijotes perdidos en las salas de galerías entre rosas blancas y cirios ardiendo con ánforas donde se guardaron los inciensos… Volví y la cúpula geodésica que pintó mi padre en mi pueblo de cal la habían mutilado en su trinidad clásica, y de caminar a las orillas de los ríos. De contemplar por fin al Madero de Lepanto en negra ahumada catedral gótica de los Condes de Barcelona y desde Montalbán un ídolo de oro, y en mansa burla de sí mismo, hasta el hombre crédulo, perturbado más adentro de Amadis de Gaula… De buscar encantamientos como del Toboso y por un temple en Montiel. La había leído y desde aquellos viajes, lo entendí, desde las formas árabes en la arquitectura de Gaudí quién muy después de divisarlo en las cartas perdidas en el museo del escenógrafo Dalí viendo como un Cristo se retorcía en los báculos de oro y bronce de los Papas… Entonces volví a la aldea donde habitaban las piedras, donde de cebo: las velas alumbraron los acordes; de una nota mayor descrita en un pentagrama junto a las zapatillas rojas, regalo de Eliserio y de los manteles para celebrar las eucaristías con las ventanas al viento; viendo volar mariposas. … Así lo entendí como de dolor, vi perder los dibujos de mi viejo pintor, vendidos entre baratillas sin saber los orígenes y ni conocer las edades. … Entonces el reloj mostró su vejez de la media noche y de amor nos volvimos viejos aun recordando aquellas luces de las dichosas velas… … ¡Volvieron los recuerdos! ______________
*Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Cronista de La Grita.