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Inicio/Opinión/¿Para qué la educación?

Opinión
¿Para qué la educación?

lunes 20 octubre, 2025

Hogan Vega y Dorli Silva.

Roger Schank fue pionero durante las décadas de los años 70 y 80 del siglo XX, en inteligencia artificial y psicología cognitiva. Visionario en la inteligencia artificial, junto con La Salle Campus Universidad de Barcelona, creó el Instituto para las Ciencias del Aprendizaje. Además, fue profesor de ciencias de la computación y psicología en la Universidad de Yale y director del Proyecto de Inteligencia Artificial de esta misma universidad. Los aportes principales de Schank a la educación se centran en la metodología de aprender haciendo, la cual sostiene que el aprendizaje ocurre, de manera más efectiva, a través de la experiencia práctica y la resolución de problemas, en lugar de la memorización de datos. Schank criticó al sistema educativo tradicional y promovió un enfoque centrado en los objetivos y los intereses del estudiante, al utilizar la tecnología para crear simulaciones y experiencias de aprendizaje en línea.

Asimismo, una frase famosa de Schank es: “El aprendizaje ocurre cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien quiere enseñar”.  Es decir, su enfoque defendía que aprender es recordar y aplicar experiencias significativas; en otras palabras, transformar el saber en saber hacer, para construir un éxito verdadero. Sin embargo, en la realidad, todos quieren tener un título (pregrado y postgrado) rápido para alcanzar el éxito, pero pocos entienden lo importante del conocimiento (lo que sabes) y las competencias (lo que sabes hacer), conocidos como los cimientos del valor, la resiliencia y la longevidad.

Lo cierto es que muchas personas se preguntan: ¿Para que la educación? La respuesta es: La educación lo lleva a riquezas para toda la vida; es mucho más que obtener un título de pregrado o postgrado. El verdadero propósito y las mayores riquezas que se obtienen de una buena educación incluyen el desarrollo del pensamiento crítico, a través de la habilidad de analizar, cuestionar y resolver problemas, de manera efectiva, sin que solamente sea memorizar información. Por otra parte, se tiene a la adaptabilidad y al aprendizaje continuo, como las capacidades para aprender cosas nuevas, rápidamente, y adaptarse a un mundo y mercado laboral en cambio constante. Ésta es quizás la riqueza más duradera.

Por lo tanto, como persona se debe adquirir un crecimiento personal y madurez, para formar un individuo ético, responsable y con una visión amplia del mundo y de su entorno. Al mismo tiempo, se desarrollarán habilidades blandas (soft skills), al fortalecer la comunicación, el trabajo en equipo, la empatía y el liderazgo. Éstas son cruciales para el éxito en cualquier campo y, a su vez, permiten acceder a oportunidades; si bien un título no es el único camino, la educación formal e informal, a menudo abre puertas hacia mejores oportunidades profesionales y personales. El título es un certificado del esfuerzo y conocimiento, pero la educación real es el cambio que ocurre en la mente y el carácter de la persona.

Todo estudiante debe iniciar la búsqueda de la arquitectura del éxito duradero, a través del proceso de adquisición de los cimientos reales que son, en primer lugar, el conocimiento (lo que se sabe), mediante la comprensión profunda de los principios, teorías y el contexto del campo. Igualmente, con el fundamento de la resiliencia, que permite entender por qué algo funciona o falla. Cuando se enfrenta un problema nuevo, éste no depende de una solución memorizada; en cambio, se utiliza el conocimiento para diagnosticar la situación y crear una solución original.

En segundo lugar, la búsqueda de las competencias (lo que se sabe hacer), a través de la capacidad de usar el conocimiento para producir resultados. Esto incluye habilidades técnicas (hard skills) y habilidades interpersonales (soft skills), pero es necesario el fundamento de la longevidad, mediante la aplicación práctica que genera valor en el mercado. Un título puede abrir una puerta, pero las competencias son las que permiten permanecer y avanzar en la carrera, al demostrar su utilidad constante.

Esta situación, permite hacer una analogía mediante un ejemplo, donde se puede decir que el título (pregrado o postgrado) es el plano de la casa; el conocimiento son los materiales y la competencia es la habilidad del constructor para levantarla. Una casa construida rápidamente y sin buenos cimientos (solo el plano), no resistirá el tiempo, ni las tormentas. Sin duda, el éxito duradero depende de una progresión lógica, que cada persona debe adquirir en orden, para alcanzar su máximo potencial. Inicia por el conocimiento (saber), las competencias (saber hacer), la red de contactos (a quién se conoce), los recursos (lo que se posee) y la reputación (lo que los demás dicen acerca de Ud.).

Desde la perspectiva de la pirámide del potencial máximo, para transformar el potencial interno en influencia externa y éxito duradero, se toma como base de la misma, al conocimiento; es decir, lo que se sabe (la base teórica y conceptual). Para lograr una base sólida, se debe aprender, tener el hábito de la lectura, escuchar, observar, comprender y formarse en su área de estudio. El conocimiento es la base de todo progreso. Como resultado, se obtienen las competencias, que representan lo que se sabe hacer (la aplicación práctica del conocimiento). Por ello, el conocimiento por sí solo no basta; debe pasar a la acción, aplicar lo aprendido y practicar para desarrollar competencias verdaderas. Se logra así transformar el saber en saber hacer. A diferencia del conocimiento, las competencias dependen de este último; en consecuencia, quienes acumulan conocimiento y competencias poseen riquezas para toda la vida, consideradas como activos internos. Sin ellos, no se tiene nada de valor que ofrecer o por lo que otros busquen. Son el motor fundamental.

El nivel siguiente de la pirámide es la red de contactos; es decir, a quién se conoce (la comunidad que apoya y abre puertas). Esta red depende de las competencias, ya que las personas se conectan con quienes saben hacer cosas. Por consiguiente, las conexiones fructíferas se construyen sobre el valor que se aporta. Una vez que se es competente, debe rodearse de personas iguales o mejores, que impulsen hacia el éxito. Por el contrario, si se permanece atrapado por lealtad en círculos que no favorecen la evolución, se corre el riesgo de fracasar. Sin embargo, al rodearse intencionalmente de personas que inspiran y motivan hacia el éxito, se crean relaciones y un entorno deseado. Una red no se construye pidiendo favores, sino aportando valor. Para hacer esto se necesitan competencias; por eso la red es una consecuencia directa de lo que se es capaz de hacer. De modo similar, en el cuarto nivel de la pirámide, se tienen los recursos; es lo que se posee (capital, bienes, tiempo o herramientas). Depende de la red (que facilita acceso) y las competencias (que generan ingresos), y se acumulan cuando las competencias se aplican consistentemente dentro de una red que confía en Ud.

Del mismo modo, en el quinto nivel de la pirámide se encuentra la reputación, que representa lo que los demás dicen de Ud. (la percepción pública de su valor). Es la cima y el resultado de la interacción de todas las etapas anteriores. Su reputación es el reflejo de todo lo que ha hecho previamente, gracias a su esfuerzo por adquirir conocimiento, competencias y controlar la fuente de luz que ilumina su camino hacia la prosperidad. El éxito duradero depende de un crecimiento progresivo, que cada persona debe seguir en orden, para alcanzar su máximo potencial. La reputación es el activo más poderoso y el último en construirse; es el interés compuesto de todos los esfuerzos: lo que la gente dice de Ud. cuando no está presente, y es lo que ofrece longevidad y abre las puertas más grandes, sin necesidad de un esfuerzo activo.

En síntesis, la sociedad se enfoca en ser competente y tener buena reputación, pero descuida la conexión auténtica, que es el motor invisible. El conocimiento y las competencias, en definitiva, son niveles que ningún terremoto profesional podrá vaciar jamás; lo que sabe y lo que sabe hacer son los cimientos de su valor, resiliencia y longevidad. Martin Luther King expresó: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.

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