Dándole continuidad al análisis que venimos realizando desde los dos artículos anteriores, creo que tendremos claro que los efectos de las alteraciones que producimos en el medio ambiente modificado, son muy significativos y vinculantes con las que se hacen en los ambientes naturales. Y esto es debido a que cuando existen ya intervenciones que no son simbióticas con el medio, pues se termina desarrollando, por comodidad, soluciones similares a las existentes que normalmente lo que producen son un aún mayor deterioro de las condiciones de las áreas desarrolladas. Esto no significa que no existen ejemplos extraordinarios de intervenciones que logran desarrollos integrados, humanos y vivibles. Es por ello que debemos analizar con más profundidad, aquellos que deben ser corregidos y aquellos que deben ser imitados.
Revisar y definir nuestras tipologías, densidades según las zonas, su relación con los servicios existentes y la población a servir, los parques y áreas verdes y recreacionales, nos llevan a una de las primeras premisas de cuando iniciamos esta columna sobre nuestra pasión por la ciudad y el Estado: la revisión y actualización de la ordenanza actual, para que se correspondan las necesidades con los proyectos propuestos, y con el buen vivir de nuestros ciudadanos y comunidades. Para ello debemos tener muy claros los objetivos que se pretenden alcanzar, a fin de evitar caer en aquello de “lo que se planifica y lo que se hace”. Nuestra conexión con nuestro medio, nuestra naturaleza, nuestras variables; aquellas variables que condicionan, por ser determinantes, nuestras propuestas; la conectividad de nuestra ciudad, la inmersión de nuestra ciudad, en un ciclo de reverdecimiento y disposición final de basura, el fomento de actividades productivas, pero sobre todo el rescate de nuestro sentido de pertenencia, y de nuestra historia, de nuestra memoria. Eso aunque no lo parezca, se puede retomar a través de una revisión de la ordenanza, realizada de manera consciente, humana, ecológica, productiva, e integradora, en la que participemos todos los sectores, todos los ciudadanos, todas las comunidades.
San Cristóbal, ha visto expander sus límites en forma desordenada, los edificios crecen verticalmente dándose la espalda unos a otros, el vecino se asoma y ve una pared, se desaprovecha esa “fastidiosa pendiente” tan característica de nuestra ciudad, sub-utilizando las posibilidades de jugar con el paisaje, a través de la topografía. Los parcelamientos de edificaciones sin retiro, sin conexión con su entorno, y lo más importante, sin incorporación de áreas para la recreación y el ocio. La inexistencia de propuestas para el desenvolvimiento en ambientes seguros de la ciudad, y un planteamiento serio y responsable sobre la generación, clasificación y disposición de los desechos.
Me gustaría señalar ejemplos que como soluciones aportan al caos existente entre Arquitectura y medio ambiente.
• La idea original, en nuestra ciudad de San Cristóbal, de la unidad vecinal, proyecto del Banco Obrero de ese tiempo, en el que participó de manera importante el arq. Tachirense Fruto Vivas. Proyecto este, el cual a pesar del tiempo transcurrido, y sus alteraciones –la mayoría, no para bien-, es una demostración de una visión integral, transformadora, creadora y eminentemente social.
• Carlos Raúl Villanueva, con su hermoso proyecto de El Silencio, en Caracas, volcando en patios internos la acción social más importante del vecindario, su relación, el juego de los niños, el paseo de los jóvenes. Los apartamentos mantienen la correspondencia vital entre forma y función, una justa utilización de controles solares, alturas adecuadas, y todo esto posible gracias a una concepción integradora y humana.
• Rafael Rojas, arquitecto paisajista, creador por amor a nuestra ciudad y esfuerzo propio, del famoso Parque la Romerita, conjugando y rescatando lo aparentemente irreconciliable, un espacio natural, recreativo, cojín de enamorados, ancianos, niños y pájaros, inserto en medio de dos vías rápidas. Rojas rescató esa zona, respetando la vegetación más importante y representativa, diseñó las caminerías observando los pasos más suaves y con menos pendientes que ofrecía el terreno. Creó un pulmón para la ciudad, por y para el hombre.
Tres ejemplos, dos en nuestra ciudad, de lo que significa asumir la vivencia de nuestros espacios. Lamentablemente, tenemos problemas en mantener nuestras experiencias exitosas, sobre todo la del Parque, que se ha transformado en un sitio inseguro y desolado. Creo que el alcalde tiene trabajo por hacer, un trabajo fácil, porque ya esta hecho, es solo necesario incorporar en el léxico de nuestros gobernantes y gobernados, en nuestra comunidad toda, la palabra mantener y cuidar. Para quién? Para nosotros. Para todos.
(Julieta Cantos) /[email protected]