Opinión

Pasión por el Táchira / Los recesos en la vida

21 de enero de 2018

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Un receso en la vida sirve, entre otras cosas, para aplacarse y…pensar. Ese tiempo de “taima”, tomado entre diciembre y enero, permitió intentar volver a ver la ciudad sin las carreras de las obligaciones que nos imponemos. Lo bueno es que, en el antes y el después del receso, se fortalecieron muchas de las visiones que sobre San Cristóbal, y el Táchira, he venido escribiendo en la columna, a saber:

San Cristóbal es rescatable. Su escala urbana nos permite todavía hacer ejercicios de lo posible para transformarla en la ciudad habitable, amigable, cultural, que somos y hemos ido perdiendo.

Los líderes deben asumir su ejercicio del poder ganado por los votos de la gente, en función de ese rescate. De ser grandes y reconocidos por su compromiso con la ciudad y sus ciudadanos, por su eficiencia, por una gestión que les genere credibilidad y no el fortalecimiento de sus intereses particulares o de sus grupos.

La imprescindible participación directa ciudadana, a través de las múltiples y posibles organizaciones para canalizar esa participación de manera efectiva y productiva.

No se puede seguir jugando a ser candidato sin planes previos, aprobados en consulta con la comunidad. Tampoco se puede seguir jugando a depositar nuestra representación en personas que no cumplen los requisitos para generar las respuestas que como ciudadanos merecemos. Esto nos obliga a madurar, en este caso significaría participar definitivamente en las propuestas y soluciones, formarnos y prepararnos como ciudadanos activos capaces de gerenciar nuestros espacios, y exigir la actuación adecuada y rendición de cuentas de nuestros gobernantes.

La visión decembrina de nuestra ciudad fue contrastante para mí. No me molestó ver a San Cristóbal sin grandes decoraciones típicas de la Navidad,  muchas de ellas sin sentido de la celebración de lo que representa la Natividad. Me encantó, ver vecinos sentados en sus porches, conversando, como siempre, pero con más tiempo, por el efecto “receso navideño”. Sí me molestó ver las calles atiborradas de basura, oscuras, y una ausencia casi total de transporte. Me emocionó ver que aún existen barrios en donde las familias concurren a realizar y celebrar el pesebre o nacimiento. Estamos pasando una situación crítica que se ve reflejada en la ciudad. Una situación que se ha venido acumulando, en nuestro caso, por un muy mal manejo de lo que significa gerenciar una ciudad. Dicen los sabios y los no tan sabios, que si no se administra en la abundancia, no se administra en la carestía.

Me hubiera encantado tener un alcalde que demostrara su eficiencia en la disposición final de desechos (desde la producción de los mismos, hasta su transformación en basura), la iluminación de la ciudad, y la resolución en conjunto, con el poder regional y nacional, del problema del transporte; y que luego de demostrada su eficiencia y capacidad, y con una estructura de costos realizada con severidad, presentará a sus conciudadanos la nueva propuesta de aumentos en los servicios, garantizando que ese incremento significará la resolución de esos problemas cotidianos que nos afectan como habitantes, como trabajadores, en cuanto a la salubridad, al tiempo destinado a llegar al trabajo o a la casa, y que implican más tiempo y cansancio. Recorriendo calles limpias e iluminadas. Todo aquel que pretenda gobernar debe saber que, tanto en tiempos de crisis como no, está en la obligación de generar soluciones a partir del primer día que fue elegido…porque para eso fue elegido, y su compromiso significa que desde mucho antes de su postulación estudió y planificó cómo manejar esos problemas.

El otro gran redescubrimiento en este receso fue reencontrarnos con una hermosísima y acertada frase de Ernest Hemingway, en su libro no tan conocido, “París era una fiesta”.

Hemingway se refiere en esta cita a París, yo se la aplico a San Cristóbal…”Si tienes la suerte de haber vivido en San Cristóbal cuando joven, luego San Cristóbal te acompañará, vayas donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que San Cristóbal es una fiesta que nos sigue”. Redescubramos pues a San Cristóbal, convirtámosla en la fiesta cotidiana de nuestras vidas, en lo cultural y en lo habitable, seamos ejemplo de ciudad y ciudadanía, de compromiso, productividad…de inteligencia.

      Sus sugerencias bienvenidas a [email protected] (Julieta Cantos).

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