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Opinión
Pasión por la Vida … Insurgencias

lunes 17 noviembre, 2025

Pasión por la Vida … Insurgencias

Julieta Cantos

Soy tan de buenas que cuando escribo mis experiencias sobre algo, me llega información fidedigna que confirma lo dicho. Luego de ese deleite de Congreso sobre el cacao al que pude asistir semanas atrás, en el que se reafirmó la calidad del mismo, salió por un lado, hace apenas un par de días, un artículo en primicia.com.ve, señalándolo como un rubro que impulsa cada vez más la economía nacional, con más de 60 variedades de granos y variedad genética, lo que “lo hace único en el mundo”, además de existir en el mercado más de 160 tipos de sabores. Por otro lado, reventaron para Venezuela cuatro premios de cacao de origen en el Salón del Chocolate de París, en donde cuatro emprendedores artesanales que trabajan con cacao 100 % venezolano, obtuvieron el reconocimiento como Mejor Producto Gourmet 2025… Noticia que pasó por debajo de la mesa. ¡Qué puedo decir! Cerrado entonces el tema del cacao para continuar con nuestro viaje a Monte Carmelo.

Salimos de Mérida rumbo al Pico del Águila, para antes de llegar a ese hito girar en Apartaderos hacia la derecha, buscando la carretera vía Santo Domingo, Barinitas, Barinas. Lo extraordinario de este tipo de recorridos es que permite reafirmar lo hermosa y diversa que es Venezuela. Disfrutar no solo la calidad del paisaje sino sus instalaciones y edificaciones. Así, por ejemplo, en San Rafael de Mucuchíes, la inalterada Capilla de Piedra realizada por Juan Félix, dedicada justamente al “Santo Milagroso venezolano”, José Gregorio Hernández, culminada en 1970; o el hotel Moruco presente en la vereda izquierda, en el sector de Santo Domingo, diseñado por Fruto Vivas en 1954, el cual ha sido un referente desde entonces. Y justo más adelante, se nos ponchó un caucho y empezó a llover. En plena faena nos conseguimos con la solidaridad de nuestros coterráneos. A pesar de ser desconocidos, de estar lloviendo, cada carro que paramos se detuvo hasta conseguir el que nos podía auxiliar con un gato mejor y más estable que el que teníamos. Eran dos hermanos que no solo se pararon y se mojaron, sino que prácticamente nos cambiaron el caucho roto por el de repuesto. Eso fue algo más que una ayuda. Eso es ser venezolanos. Seguimos empapados y con frío para encontrarnos ahora en la vereda derecha con el hotel La Trucha Azul y así continuar hacia Barinas. Al llegar a la redoma nos dirigimos en dirección a Guanare, donde cruzamos a la izquierda vía Biscucuy. Biscucuy para mí tiene un significado especial, ya que en 1974-75 fui contratada siendo estudiante como parte del equipo del Centro de Estudios Urbanos (CEU) para ayudar en el levantamiento del poblado y transcripción final del trabajo. De esto hablaremos en otra ocasión. Lo cierto es que desde entonces lo había visitado un par de veces para finalmente al día de hoy contrastar su evolución y desarrollo, cuando en su momento se definieron cinco niveles de análisis, siendo el cuarto el nivel zonal (Micro Región para el antiguo MOP), en donde se optó por tomar la producción cafetalera como eje fundamental para entender el funcionamiento del espacio económico de Biscucuy. La conclusión de ese análisis sigue vigente con la incorporación y fortalecimiento del senderismo y el agroturismo. Continuamos nuestro recorrido hacia Paraíso de Chabasquén, en donde nos alojamos por esa noche en una posada familiar, la cual tenía un restaurante, fundamentalmente de comida rápida. Ahí tuve la oportunidad de entablar conversación con un joven sorprendente: Carlos, quien vive en Barquisimeto y trabaja en el sector vendiendo mercancía diversa fundamentalmente a los productores. Su análisis es básico pero contundente. Toda esta zona a nivel micro regional ha consolidado una actividad económica propia basada fundamentalmente en el café, por lo que hay circulante. Se trabaja y se genera. El de forma planificada visita los diferentes caseríos y poblados ofreciendo sus productos, registrando las compras, cobrando los créditos. Oferta y demanda. Colma las apetencias y necesidades, y obtiene parte del circulante… Lo podríamos comparar con el sistema establecido hace mucho tiempo en Venezuela cuando los árabes establecieron este sistema de compre y pague, del cual surgió aquella famosa frase “pareces un turco”. El venezolano y en particular los productores cumplen con sus obligaciones. A Carlos le ha funcionado, pero además es pensante, analítico y muy trabajador; de lo contrario no hubiera podido establecer un plan tan exitoso. Este plan le significa necesariamente recorrer y adentrarse en zonas muy alejadas, y en ese recorrer ha observado cosas que le inquietan: La penetración de las religiones, sobretodo la evangélica. Nosotros sí veníamos notando una presencia exagerada de iglesias de todo tipo, a corta distancia entre un caserío y otro, pero Carlos va más allá. Habla del rompimiento de la relación simbiótica entre el ser humano y su entorno: La naturaleza, respetando el orden lógico de las cosas y su integración. El conocimiento ancestral sobre la cosecha: Cuando sembrar, cuando cortar, cuando dejar reposar, los ciclos de la luna, etc., etc., que son incluso científicamente comprobados, están siendo desdeñados en base a creencias religiosas impuestas. Esto nos llamó la atención. Su observación no era de crítica malsana, era de incredulidad y preocupación. Carlos siguió sorprendiéndonos. Le gustaba dibujar desde niño, por lo que decidió siendo joven irse a Caracas a estudiar en la UNEARTE, y eso le abrió las perspectivas sobre el mundo y la disciplina que amaba. Sigue realizando eventualmente murales, pero ahora tiene mujer e hijo y debe generar para cumplir. Esa noche dormí profundo y bien. Esa es la Venezuela que siempre he sentido y vivido y conocido… Y ahora ratificado. El productor comprometido, el ser humano pensante, el resiliente… el insurgente. Al otro día temprano nos dirigimos hacia Guárico vía Sanare. Seguiremos…

Comentarios bienvenidos a: [email protected]

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