Opinión
Pasión por la Vida… Resiliencia
lunes 18 agosto, 2025
Julieta Cantos
Hace una semana, un buen amigo me expresó que los venezolanos no hacíamos sino quejarnos, comparándonos con otras culturas, las cuales, según él, sí actúan. Primero me asombré, luego me molesté, y finalmente agradecí porque me hizo pensar de manera racional en esa frase… Lo que permitió que me reafirmara en lo que creo, y es lo que trataré de explicar hoy.
Los venezolanos somos inteligentes, alegres, solidarios, emprendedores, abiertos de mente; creativos, muy creativos, pero sobretodo resilientes, entendiendo que la palabra resiliencia significa la “capacidad de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Eso es lo que hemos hecho toda la vida, especialmente en estos últimos tiempos; tiempos referidos a sanciones, intentos de golpe, ataques a nuestra economía, agresión masiva a través de información distorsionada y engañosa… Lo que me hace agregar otra cualidad del venezolano: Sabemos perdonar y también olvidar. Perdonar es plausible, olvidar no. Olvidar es borrar parte de la historia de lo que somos. Esa es una tendencia muy occidental de los países que se consideran con poder para sustituir valores y verdades para finalmente pasar a la apropiación ¿Apropiación de qué? De culturas, territorios, lealtades, y siga la lista.
A pesar de haber disertado en varios de mis artículos desde el año pasado sobre la consolidación de la gobernanza corporativa, fue solo recientemente cuando la entendí a fondo, con la intensificación de la agresión hacia Gaza, de la cual no voy a señalar solamente al Gobierno de Israel -ojo gobierno, no pueblo-, sino también a los organismos internacionales llamados a normar e imponerse sobre la estupidez, quienes paradójicamente han permitido y promovido esas actuaciones, con esporádicas e “ingenuas” declaraciones entre líneas sobre lo que debe y no debe ser hecho.
Cuando leo y escucho a los supuestos líderes hablar de la posibilidad de convertir la franja de Gaza en zona recreacional de turismo y recreación, es decir resorts… Así como la necesidad de control geopolítico sobre una zona vital para su supervivencia económica, veo la luz al final del túnel y entendí que eso es lo que han querido hacer con Venezuela…y no han podido. No han podido porque somos resilientes. Pueblo y gobierno, cada uno a su manera, según le corresponde. Venezuela tiene recursos importantes con reservas comprobadas, no solo petrolíferas, sino también de oro, coltán, acuíferos. Somos poseedores de grandes poblaciones de mariposas y aves, indicadores de biodiversidad, la cual es fundamental para garantizar la vida; se han realizado nuevos descubrimientos de minerales, etc., etc. Sin embargo, el mayor y mejor recurso somos nosotros, los venezolanos.
Todos los días cuando salgo a trabajar, veo en la calle, en las oficinas, en las instituciones, en las empresas, personas llenas de ímpetu, comprometidas con la vida. Quiero enfatizar que cuando hablo de compromiso me refiero hacia ellos mismos y sus familias, y por ende hacia el país. Personas, unas que dedican tiempo a consolidar lo que han construido en años, otras que son nuevos emprendedores, en circunstancias económicas que no son precisamente las mejores, pero todos nos reinventamos. Me topé accidentalmente con un artículo de Banca y Negocios en donde se afirma que cerca del 80 % de la población venezolana está emprendiendo o quiere emprender en el mediano plazo. Elías Rodríguez, presidente de la Cámara Venezolana de Emprendimiento, estima que las mujeres son las que más emprenden en el país, acotando que según mediciones internacionales, Venezuela se encuentra como uno de los países más emprendedores del mundo.
En días pasados cuando viajé a Caracas, un joven me llevó del Aeropuerto de Maiquetía a Caracas. Durante el trayecto me contó que era mecánico, además de taxista. Su esposa estudia el último año de Medicina. Tienen sueños y los van construyendo de a poquito. Hijo de tachirenses, sus padres se mudaron hace muchos años a Caracas, logrando hacer su casa en un barrio de personas todas andinas, ubicado a la mitad del recorrido entre Maiquetía y Caracas. Se sentía orgulloso de él, de su mujer, de sus padres y de su barrio.
Tuve la suerte de que, en mi estadía de trabajo en Caracas, se presentó la ópera “Madama Butterfly”, en el Teresa Carreño. No voy a hablar de mi amor por la ópera, porque agoto el artículo solo con ese tema. Voy a hablar de la magnificencia del evento. Impecable escenografía, impecable la dirección musical y escénica, impecable las luces y el elenco. Elenco que deslumbraba por la calidad de sus voces y actuación. El cuidado de la producción fue de tal magnitud que contaba con un especialista en técnica de expresión japonesa.
Lo más importante: Todos los responsables eran puro talento nacional. Formados, desarrollados y aplicando lo aprendido aquí, en su país. Tuve la fortuna, gracias a un muy querido amigo, de conocer a uno de los involucrados, quien estaba, a su vez, con un amigo recién llegado, después de años alejado de Venezuela. Esta persona expresó que su retorno había implicado un nuevo descubrimiento de su país, la gente y sus paisajes. Eso somos.
Y entonces, solo entonces, le contesté a mi amigo, responsable de los comentarios iniciales, que los venezolanos, no solo no nos quejamos, sino que trabajamos, actuamos, nos comprometemos y tenemos la fortaleza de empezar de nuevo si hace falta. Y hoy escribiendo, recordé a Eduardo Galeano: ”Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo…”
Por otro lado, Venezuela, a través de su gobierno, firmó 557 acuerdos turísticos con más de 15 países. El Ministerio de Industrias lanzó el plan Amuebla tu Hogar, en convenio con Maderas del Orinoco, a bajo costo y con el sello “Hecho en Venezuela”. Chevron renovó su actividad… de nuevo.
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