Opinión

Pecado ecológico en los Andes

7 de noviembre de 2019

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“Tenemos que salvar la vida en este planeta. Debemos salvar al mundo de los desastres de la guerra, de los desastres de la miseria – que es una forma de guerra -, de los desastres de la explotación de unas minorías contra mayorías”.

Hugo Rafael Chávez Frías

(Planta Pedro Camejo de Valencia, 21 de marzo 2006)

A raíz de los acontecimientos ocurridos recientemente en la Amazonia, donde miles y miles de hectáreas fueron destruidas por el fuego, gracias a incendios provocados por la mano destructora del hombre, las alarmas se han activado en el mundo y las señales de la Pacha Mama evocan una plegaria de redención.

Ante el asombro de la humanidad, pudimos observar a través de los medios de comunicación cómo la flora, la fauna y los bosques, con poblaciones indígenas incluidas, en áreas principalmente de la Amazonia de países como Brasil, Bolivia y Paraguay, fueron destruidos de forma inmisericorde, ante el asombro de toda la humanidad.

Intereses ocultos e intenciones promovidas por la avaricia capitalista se pudieron percibir subyacentes en el fuego destructor que conmovió gran parte del planeta y vinculó el destino de la humanidad con consecuencias impredecibles.

En la actualidad ya asoma sus efectos el cambio climático y se aprecia la desaparición de miles de especies (de la flora y la fauna) de “nuestra contaminada y única nave espacial”, como acostumbra decir el periodista Walter Martínez en su programa Dossier.

El tema de la Amazonia y sus consecuencias inmediatas en el futuro de la humanidad han llamado la atención a diversos sectores de la vida pública y política de todo el mundo.

Uno de los sectores que tienen gran influencia, en casi todos los continentes, es sin lugar a dudas la Iglesia católica. Es por ello que el papa Francisco convocó en el Vaticano a un Sínodo de Obispos, especialmente con los pastores de varios países de América Latina, incluidos los de la Amazonia (Brasil, Bolivia, Paraguay, Perú, Ecuador y Colombia, etc.).

Los prelados abordaron el tema ecológico y el ambiental a profundidad y analizaron las consecuencias y sus daños para el hombre – en un futuro inmediato -, bajo la óptica de un escenario teológico y de salvación para toda la humanidad.

Los testimonios de aborígenes y pobladores de inmensas extensiones en la Amazonia fueron recogidos bajo el espíritu de la teología de la liberación y bajo la inspiración de enseñanzas y la sabiduría ancestral de culturas milenarias y defensoras de la Pacha Mama.

Para los obispos conscientes, ajenos a los pastores que conviven con el capitalismo depredador, las causas de los fatales incendios en una amplia extensión de la Amazonia son producto del afán desenfrenado por la riqueza fácil que embriaga a muchos defensores del capitalismo salvaje, el enemigo de la vida.

Ante la amenaza inminente contra la humanidad y los estragos que ya asoman su causa en el hábitat por el cambio climático, existen intereses que apuntan al capitalismo neoliberal.

Especialmente podemos citar al brasileño que destruye la selva amazónica para dar paso a la agroindustria y a la producción en gran escala, con millones de hectáreas, las cuales no inocentemente son destruidas por las llamas.

Los parámetros, que van desde la calificación de un ecocidio hasta la  valoración de un atentado moral contra la vida, han salido a relucir  especialmente en el reciente Sínodo de Obispos sobre el Amazonas convocado por el papa Francisco en Roma (Saber indígena y curas casados).

Los crímenes antinatura han sido calificados por la Iglesia como crímenes contra la naturaleza y, por ende, como un pecado ecológico.

Este parámetro moral y teológico al cual le han dado la espalda muchos prelados de nuestro país, o al menos guardan silencio para no comprometerse, es un síntoma de solidaridad cómplice contra los incendios ocurridos en la Amazonia destruida por Jair Bolsonaro.

Todo este esquema también ocupa otros escenarios en el mundo y no escapa a la destrucción promovida por el capitalismo salvaje y neoliberal, el cual  hoy ha entrado en crisis en toda la humanidad y nos lanza una señal de alerta para los defensores de la vida y para los nuevos modelos de gobernabilidad en el mundo.

Venezuela no escapa al cambio climático y a los embates del capitalismo depredador. Si bien nuestro territorio amazónico del Sur está protegido por los aborígenes y numerosas familias indígenas, quienes han poblado esta zona entre los estados Apure, Amazonas, Delta Amacuro, Bolívar y la Guyana Esequiba, también otras regiones, como los Andes venezolanos, se ven hoy amenazadas.

Ante la indiferencia de prelados, quienes son protegidos por la CEV, en los estados andinos (Táchira, Mérida, Trujillo y parte de Barinas y Lara), algunos curas y campesinos no se han paseado por el pecado ecológico, calificado así por el papa Francisco en el Vaticano y el cual podría también condenar a las manos destructoras que violan la frontera agrícola en los páramos andinos.

Un alerta lanzamos contra la avaricia depredadora y los males del capitalismo salvaje y neoliberal,  el cual se ha apoderado de muchos ferieros e intermediarios en los Andes venezolanos, quienes a precio de gallina flaca compran las cosechas a los campesinos, a punta de dinero dolarizado, con el cual adquieren – presuntamente – permisos y patentes de corso del Ministerio del Poder Popular para Ecosocialismo y Aguas.

La frontera agrícola de parques nacionales como el Sierra Nevada, La Culata, La Cimarronera, El Batallón y El Zumbador, es amenazada por la codicia y el afán de riqueza fácil.

Todas las cabeceras de los ríos, lagunas y la cuenca del sur del Lago de Maracaibo, protegidas por los parques nacionales de los Andes venezolanos, hoy corren un grave peligro, si no paramos a tiempo la fiebre de los ferieros, quienes destruyen los espacios y la naturaleza por el afán de hacerse ricos a corto plazo.

Los esfuerzos y plegarias del papa Francisco ya cruzaron la frontera de la Amazonia y sus vientos de capitalismo salvaje y neoliberal también se posesionan de los páramos andinos.

La acción contra la naturaleza calificada como un pecado ecológico ya penetra a los agricultores, impulsados por los ferieros y los nuevos ricos del occidente venezolano.

Estos crímenes ecológicos fueron condenados recientemente por el Sínodo de Obispos del Amazonas de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, reunidos en el Vaticano y liderados por el papa Francisco.

El Vaticano, ante los incendios en la Amazonía brasileña, paraguaya y boliviana, reaccionó de inmediato, los condenó y enarboló la bandera de la vida, al calificar dichos hechos contra la naturaleza como un pecado ecológico, el cual clama por un confesionario en los Andes venezolanos.

¡Amanecerá y veremos!

Marco Tulio Arellano

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