Opinión

¡Queremos comida!

18 de junio de 2021

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Pedro A. Parra


Parece mentira, en un país que lo tiene todo: Petróleo, minerales preciosos, uranio, coltán, oro; que tenía empresas básicas productoras de cabilla, bauxita, y otros insumos que se consumían internamente  y otros se vendían en el exterior; cementeras, en varias partes de la nación; haciendas productoras de carne, leche y diferentes tipos de queso; siembras inmensas de caña de azúcar, y especies diferentes de granos; explotación de pinos y otros tipos de madera; universidades con prestigio nacional e internacional; servicios públicos adecuados y permanentes; educación de primera línea; jóvenes y profesionales que eran solicitados para levantar y perfeccionar industrias en otros países; y, hoy, escuchamos gritos desgarradores que parten el alma: ¡Tenemos hambre! ¡Queremos comida!

¿Acaso estamos en Venezuela? ¿Es cierto lo que nos está pasando? ¿De verdad existen compatriotas esperando que cierren los restaurantes y negocios de comida, atentos a que saquen la basura, los desperdicios, con todas las contaminaciones del mundo, para hurgar en ellos y saciar sus necesidades? ¡Señores!, es verdad; es cierto; estamos pasando por toda una crisis alimentaria; esto es un verdadero drama social; estamos en bancarrota, y, no solo en lo material, sino en una triste bancarrota moral. Hemos perdido los valores; hemos sido neutralizados; hemos perdido la fuerza de la reacción; hemos sido arrinconados. ¡Dan ganas de llorar!

Dice la gaita: …“Maracaibo ha dado tanto, que debiera de tener carreteras a granel con morocotas de canto…”; yo le quitaría Maracaibo, y le colocaría: ¡Venezuela! Ha dado tanto, que debiera de tener, carreteras a granel con morocotas de canto! No dejemos que continuemos llorando por nuestros alimentos; no dejemos que nos sigan arrebatando lo poco que nos queda; no dejemos que el tiempo pase y pase y cada día la situación empeora. Es verdad, acá se está firmando la película “Los Juegos del Hambre”; acá la historia se está escribiendo en este momento; acá estamos comiendo de la basura; acá nos borraron la sonrisa de nuestros labios; acá hay miseria, hambre, angustia y dolor. ¡No valemos nada!

Intervienen panaderías; cierran ventas legales de lubricantes; extorsionan a los comerciantes, que ya están cansados de que salgan de sus negocios los funcionarios del Seniat; entra la policía; salen los bomberos; entra la Guardia Nacional; salen los soldados; entra los del Concejo Municipal; salen los colectivos; y, así, una cadena que ahoga, cansa, angustia, hasta lograr el gran objetivo: Clausurar los negocios, para que más venezolanos queden en las calles y vayan a engrosar el gran número que va a depender de papá gobierno, que es un mal padre y los está dejando morir de hambre.

¡Padre!, tú estás en los cielos, echa tu mirada de vez en cuando por tu patria Venezuela; sabemos que todo no podemos dejártelo a Ti, pero necesitamos urgentemente nos des la mano para recuperar siquiera el don de la fe y de la esperanza; sabemos que somos culpables de lo que nos está pasando; sabemos que hemos sido incapaces de defender lo que es nuestro; sabemos que ya el honor no es nuestra divisa; sabemos que el hambre y la miseria están minando el corazón de esta patria; no lo merecemos ¡Señor!, pero, “danos la mano”, solamente te pedimos que rescatemos el don de la respuesta y que de nuevo seamos capaces de firmar el Acta de la Independencia.

Cuán lejos estaba mi persona, a mis 79 años, de dejar como herencia a mis nietos un país tan destartalado como está el nuestro; un país en el cual buena parte de  sus habitantes han perdido la moral, las buenas costumbres y los principios que nos dejaron nuestros padres; un país que luchó tanto por obtener su libertad, su justicia, su democracia, su amor, su solidaridad. ¡Estamos solos ¡Mi Señor!, estamos solos; nuestros hijos, padres, hermanos, nietos, se han ido; esta pradera de Rómulo Gallegos está quedando sola; necesitamos que no agarre fuego y se termine de dañar.

No queremos morir de hambre; no nos merecemos esta prueba diabólica por la cual estamos atravesando; tenemos sed; estamos impotentes porque no podemos llevar ni el alimento ni el vestido para nuestros hogares; estamos tristes porque a nuestros hijos los violan o los asesinan o los secuestran, o los maltratan o se nos van, buscando un destino mejor. ¡Señor! ¡Queremos comida! ¡Nos están matando de hambre!                           

Pedro A. Parra

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