Opinión

¡Queremos libertad…!

10 de marzo de 2024

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Pedro Morales

La concepción individualizada de la libertad plantea un desafío para alcanzar la plenitud colectiva. Cada persona interpreta la libertad según su propia perspectiva, lo cual puede llevar a acciones perjudiciales si se ejerce sin considerar el daño a los demás. Surge entonces la pregunta sobre qué tipo de libertad se busca en diferentes contextos políticos. Por un lado, los privilegiados resisten el cambio que implica renunciar a su poder, mientras que en otros lugares prevalece una libertad anárquica. Esta situación nos llama a reflexionar sobre los valores y principios morales que deben guiar nuestra búsqueda de la libertad.

Es importante tener en cuenta que la percepción de la libertad es subjetiva y personalizada, lo que dificulta alcanzar la plenitud colectiva. Si cada individuo interpreta la libertad sin considerar el daño a los demás o al entorno, se generan perjuicios generalizados. Por lo tanto, es fundamental establecer límites claros en relación a la libertad.

Un ejemplo claro de cómo una concepción tergiversada de la libertad puede llevar a abusos es la proliferación descontrolada de plantas eléctricas. Aunque se argumente que instalar estas plantas es un derecho, es crucial reconocer que existen límites para proteger los derechos humanos de los demás. Las emisiones contaminantes y el ruido generado por estas plantas tienen consecuencias negativas para la salud, la vida y el medio ambiente.

Por lo tanto, es necesario establecer regulaciones claras y mecanismos de fiscalización efectivos para garantizar el cumplimiento de estas normas. Es importante destacar que la falta de suministro eléctrico continuo es una limitación a la libertad genuina, pero también es fundamental considerar los efectos negativos en el entorno familiar cuando se instalan plantas ruidosas y tóxicas en zonas residenciales, lo cual representa una grave afectación a la calidad de vida y la libertad individual de las personas expuestas a estas condiciones inhumanas.

Dentro de la concepción de la verdadera libertad individual con responsabilidad colectiva, el síndrome social asociado a la normalización de la emergencia presenta un desafío significativo. Este síndrome se refiere a los efectos psicológicos y sociales que se producen cuando una sociedad se acostumbra a vivir en una situación de crisis constante y considera esta situación como algo común y normal. Esto puede llevar a un “sálvese quien pueda” o a la pérdida de motivación para buscar soluciones a largo plazo y a que los gobiernos no tomen las medidas adecuadas. Como resultado, la población afectada puede experimentar resignación, desesperanza y una disminución en su bienestar psicológico. Este síndrome afecta la capacidad de la población para exigir cambios e indudablemente tiene un impacto negativo en su calidad de vida.

En el contexto político, surge una pregunta crucial: ¿a qué tipo de libertad se refieren los diferentes actores involucrados? Esta interrogante nos dirige a reflexionar sobre las diversas perspectivas y agendas políticas que pueden existir en un entorno conflictivo. Es cierto que algunos pueden esperar o especular acerca de una supuesta bonanza, pero es importante comprender que esta situación política trasciende un simple proceso electoral o la participación de figuras específicas.

Una de las barreras para lograr una transformación significativa es la resistencia al cambio por parte de aquellos que ostentan el poder y los privilegiados. Renunciar a parcelas de poder implica perder ventajas y enfrentar una redistribución de recursos y poder más equitativa. Esta resistencia puede obstaculizar el avance hacia una sociedad más justa. Contrariamente a lo que se puede afirmar, en ciertos contextos prevalece una libertad anárquica, un vacío de gobierno y autoridad, lo que ha dado lugar a la libre comisión de actos delictivos y a la supresión de los valores humanos.

Sea oportuno mencionar que en el complejo panorama político actual, que se observa a todo nivel, el “Establishment” y los privilegiados buscan cerrar las posibilidades para que proyectos alternativos o postulantes sean conocidos y participen en una contienda electoral, con el objetivo de mantener el statu quo y proteger sus intereses. Al limitar las opciones y restringir el acceso a la competencia política, se perpetúa la concentración de poder en manos de unos pocos, impidiendo el surgimiento de alternativas y una participación efectiva de nuevos actores. Esta actitud refuerza la resistencia al cambio y limita la pluralidad de voces en la democracia.

Ante este escenario, la fortaleza de una sociedad radica en profundizar en los valores, principios morales y espirituales. A pesar de las dificultades y el caos, esta ha sido y seguirá siendo la única opción. Esta afirmación nos invita a reflexionar sobre la importancia de cultivar y fortalecer nuestros valores y principios en medio de la adversidad. En un mundo que valora la libertad individual, es crucial recordar que esta debe ir de la mano con la responsabilidad colectiva. Sintetizando: ¡Queremos libertad con responsabilidad colectiva!

En conclusión, esta reflexión nos lleva a cuestionar la concepción subjetiva de la libertad y sus consecuencias en diferentes aspectos de nuestra vida. Es importante establecer límites claros para salvaguardar el bienestar de todos y regular adecuadamente las acciones que puedan afectar a otros. Además, es crucial reconocer el síndrome social asociado a la normalización de la emergencia, el cual afecta la capacidad de la población para exigir cambios y tiene un impacto negativo en su calidad de vida.

Por tanto, es fundamental abordar este síndrome y trabajar hacia soluciones a largo plazo que promuevan el bienestar de la sociedad. La libertad individual no debe ser ejercida de manera absoluta, sino que debe considerar el bienestar de todos los miembros de la sociedad, encontrando un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad colectiva. Para construir una sociedad más justa y equitativa, es necesario fomentar la participación ciudadana y promover la inclusión de todas las voces en los procesos políticos. De esta manera, podremos alcanzar la plenitud colectiva y construir un futuro más próspero para todos.

“¡Al final el Inmaculado Corazón de la Virgen María triunfará!”

Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 a 2024.      Proyecto educativo: “Salve María Auxiliadora, economía de la salvación y la felicidad verdadera”. Pedro Morales. Postulante a Rector de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) [email protected]  Instagram: @tipseconomic  WhatsApp: +58-416-8735028

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