Porfirio Parada *
Estudiaba en la universidad en Barquisimeto, pero hubo un momento, por aquellos años, que me interesé más por la literatura que por cualquier cosa en mi vida, incluyendo la misma carrera de Comunicación Social. Duraba horas y horas en lecturas en la biblioteca de la Universidad Fermín Toro, sede El Ujano, leía por horas en mi cuarto donde vivía, o en cualquier parte de la ciudad. Me conectaba a internet para saber del mundo de los libros, de los escritores y obras. Bueno, en uno de esos días, descubriendo, me enteré que hubo un escritor venezolano que fue postulado para el Premio Nobel de Literatura (con el pasar de los años también me enteré que hubo otro escritor venezolano, más antiguo que él, que lo nominaron como es el caso de Rufino Blanco Fombona) pero este escritor que recién descubría era José Manuel Briceño Guerrero.
Empecé a indagar sobre el autor y me enteré de cosas impresionantes, su obra admirada y leída en Latinoamérica y Europa, específicamente, en Francia y Alemania. Por lo menos en Francia hubo seminarios en las universidades, ponencias, tertulias sobre su obra. Busqué en ese momento libros sobre el escritor y filósofo y poco encontré, algo que me ha repetido por muchos años (la razón de esa ausencia de su obra la respondo al final de este texto) seguí mi vida como lector de literatura, pasaron años, hasta que un día en la Casa Steinvorth de San Cristóbal, encontré una obra que se llamaba ¿Qué es filosofía?, un libro de pocas hojas. Lo llevé y el mismo día lo terminé. Me gustó, simples palabras, con un lenguaje claro, y que me dio por querer leer más sobre el autor. Pasó el tiempo, y luego empecé a escucharlo en la gente, entre lectores, algunas tertulias, y conversaciones improvisadas, con jóvenes, incluso, puedo mencionar nombres sin apellidos: Sacha, Josué, Anderson, Eduardo. Incluso no sé si la misma poeta y artista plástico Sacha, lo conoció en Mérida.
Hablar de su vida y obra en esta columna es corto, de lo que hizo, pero podemos compartir que nació en Palmarito, Apure, se conectó con Barinas y el estado Lara. Estudió en Caracas, en Francia, en Austria, en España, dio clases en la ULA de Mérida, en Valencia y Barquisimeto, y en la Universidad Nacional Autónoma de México. En internet se lee que entre los idiomas que dominaba estaban el griego, latín, hebreo, francés, inglés, alemán, ruso, italiano y el portugués, y tenía conocimientos de chino, sánscrito, japonés y persa. El tipo era un duro y se decía que era muy crítico con algunos comentarios, sobre otros autores, caía mal alguna opinión suya. Amó la lengua y el lenguaje, amó los idiomas, lo amó incluso según sus mismas palabras en un punto más que las mujeres. Para él aprender un nuevo idioma era cortejar sus palabras, enamorarse de ellas, de sus tonos y ritmos, de su melodía, la riqueza de su orden.
Sin duda, hay que mencionar que el maestro estuvo casado con la antropóloga Jacqueline Clarac, teniendo dos hijos, muy estudiosa, también ilustrada y fundadora de cátedra. Ella diseñó algunas portadas de sus libros. Aquí debo nombrar al profesor Wilmer Zambrano, profesor de la UNET, un gran lector, y corrector de estilos, lo conocí por el proyecto audiovisual que llevo realizando ya por años llamado Cuestiones de Lectura. Fui hasta su casa y lo entrevisté, el profe menciona a José Manuel Briceño Guerrero entre sus respuestas. Luego, por una invitación, fui a una fiesta del libro en La Grita, Municipio Jáuregui, y conocí a Jesús “Chucho” Duque, un tipo chévere, culto, leído el hombre, estudió letras en Mérida. También tuve la oportunidad de entrevistarlo, nombro a Chucho porque después entre los caminos y vericuetos de la vida pude viajar a Mérida, meses después, con la escuela de filosofía Nueva Acrópolis. En ese viaje seguí grabando videos, seguí viviendo, seguí conociendo, en ese viaje conocí a una mujer que me cautivó con sus ojos hermosos, la conocí en el viaje, y por si fuera poco terminé conociendo la casa del maestro José Manuel Briceño Guerrero por una invitación de los hermanos Alejandro y Carlos Jiménez, miembros de dicha escuela de filosofía.
Queda por La Pedregosa, Calle Laureles, yo en ese viaje estaba en grupo, pero me fui solo para esa casa, preguntando, de un andino a otro, en transporte público, llegué y quien me atendió fue un jardinero que es músico, y al entrar me dijo que tenía que esperar a Chucho que estaba en la calle. Resulta que Chucho, sí el mismo de La Grita, es el encargado de la Fundación José Manuel Briceño Guerrero, siendo su sede la casa del maestro, casa grande, parece un bosque, lleno de grandes ramas, árboles, arbustos, grandes paredes, hermoso lugar, parece un lugar de retiro espiritual. Al rato, llegaron Alejandro y Carlos, conversamos junto a Chucho sobre el filósofo, sobre su vida, sobre la fundación, sobre la casa, sobre sus libros, sobre tertulias y estudios que hacen sobre su obra, hablamos breves anécdotas sobre José Manuel Briceño Guerrero, fue una experiencia enriquecedora, me sentí impactado de cómo un viaje te abre la posibilidad de tener otro viaje, si tú así lo quieres, conociendo la vida de otro hombre, pero no de un hombre cualquiera, de uno que se llamó también Jonuel Brigue. Y partiendo de esos caminos, con el paso del tiempo, me hice pareja de la mujer de los ojos hermosos.
Regresemos a Briceño Guerrero. Ya pasaron unos cuantos meses, pasó el tiempo otra vez con su carga y descarga, y ya en la FILVEN 2025 (Feria del libro organizado por el gobierno central) capítulo Táchira, realizado en la Biblioteca Pública Central Leonardo Ruiz Pineda, observo un libro que se llama “Amor y terror de las palabras” de José Manuel Briceño Guerrero, Otto Rosales, profesor muy conocido de la ciudad, me dice: “Porfirio este libro es bello” luego le pregunté a Alejandro Jiménez quien estaba con un stand de la escuela de filosofía, y dice que en efecto es muy bueno el libro. Bueno, tengo esa tarea pendiente, leer esa obra. Pasaron los meses y Alejandro desde la Librería Hipatia de la escuela de filosofía Nueva Acrópolis organiza un club de lectura donde se empezará leer dos libros del maestro Briceño Guerrero: “Dóulos Oukóon” y “Triandáfila”. Cuando me enteré, empecé a ir junto a la mujer de los ojos hermosos, y en la presentación de Dóulos Oukóon estuvo el profe Wilmer Zambrano, que ya había leído y estudiado la obra, nos habla de anécdotas de ese libro, códigos, claves, simbología, estilo, datos que usa el autor, nos orienta e ilustra. Me alegró volver a ver a Wilmer, y a Jonuel Brigue representado en literatura.
Y en ese club de lectura es donde descubro realmente las grandes dimensiones de la obra de José Manuel Briceño Guerrero, tanto “Dóulos Oukóon” como “Triandáfila” son obras llenas de mucha riqueza literaria, de un estilo que poco había leído o escuchado en mi vida. Narra universos dentro de universos y fuera de ellos, un libro de la guerra y el conflicto y el otro libro homenaje al amor y la paz. Hay comunicaciones, cartas, homenajes de amor, lucha y tregua, sangre, girasol y submundos, más arriba del cielo refleja constelaciones infinitas, hay referencias mitológicas y hebreas, pero también expresa juegos tradicionales, pensamientos fraternos, colores para imaginar.
Es la escritura reposada de un adulto, pero mirando las hojas de lo que escribe como un niño inquieto y juguetón. ¡Qué increíble este autor! Pensé y me imaginé a este filósofo canoso, anciano, de barba hirsuta, escribiendo con un sinfín de ideas en la cabeza. Mientras transcurre el club de lectura me siento extasiado, maravillado, muy sorprendido por tanta pasión, creatividad, cultura, imaginación al escribir por parte del maestro. Con “Triandáfila” Wilmer Zambrano volvió a ir al club por una nueva invitación de Alejandro. Nos siguió comentando anécdotas del autor, quien lo conoció personalmente en Mérida, mientras asistía a sus clases, a sus estudios de mitología, que, según Wilmer, duraba todo el día el filósofo dando clases, desde bien temprano en la mañana hasta ya llegando la noche, clases de todo un poco, de mitología, pero también de idiomas, los estudiantes, gente seguidora de su trabajo llegaban con preguntas, consultas, estudios continuos, y el hombre no se cansaba.
¿Quién fue José Manuel Briceño Guerrero o Jonuel Brigue? Un mago de la cultura y el lenguaje, un venezolano que lo sigo conociendo en sus libros y de boca en boca de la gente. Fue Premio Nacional de Cultura de Venezuela Mención Literatura en 1996, y obtuvo premio de ensayo. Le pregunté a Wilmer Zambrano, mientras leíamos “Triandáfila” en el club de lectura, ¿por qué Briceño Guerrero no fue tan reconocido en la cultura venezolana, en el venezolano de a pie como si lo fue escritores de la talla de Rómulo Gallegos, Miguel Otero Silva o Arturo Uslar Pietri? Él me contestó por la razón que el maestro no vivió en Caracas, fue un escritor que quiso ser provinciano, radicado en los andes de Mérida, estuvo autoexcluido de las peñas literarias, autoexcluido de los bautizos de libros con pasapalos, fuera de adular a otros escritores para quedar bien con un grupo, no obedeció posturas convencionales de escritores ni movimientos literarios, fuera de ese mundo comercial que hasta el poeta más anarquista entra sonriendo al sistema. También porque escribió como él le dio la gana, con un gran estilo, no siguiendo patrones, siguiendo las influencias de todos los libros leídos, pero al mismo tiempo siguiendo su propio corazón. Creando lo más difícil que le puede pasar a un escritor, crear su propia narrativa y escritura.
Y esta es también la razón por la cual casi no se ven obras de Briceño Guerrero en la calle, al acceso de la gente, del interesado por los libros, al académico, o al venezolano de pocos recursos que busca un libro barato en la calle sujetado por piedras. Por otra parte, claro que seguirán los foros, y los estudios, y otro club de lectura sobre el maestro y que sigan muchos más. Para terminar, me falta leer también “El laberinto de los tres minotauros” una de las obras más conocidas del filósofo, que escribe sobre el origen y el futuro, sobre el tema latinoamericano, me falta leer “Dios es mi laberinto” me falta leer otras obras más, conocerlo, alimentarme de su estilo, prosa, genialidad, de su investigación, de su academia y folklore, debo leer más sobre José Manuel Briceño Guerrero o Jonuel Brigue, y ojalá no me falte la vida en eso.
*Lic. Comunicación Social
Locutor de La Nación Radio