Gustavo Villamizar Durán
El título de este artículo está conformado por dos expresiones que pueden condensar la propuesta pedagógica de dos grandes maestros de la América y el mundo, nativos de nuestra Venezuela: Simón Rodríguez y Andrés Bello. El verbo raciocinar es usado con frecuencia por el maestro Simón para invocar la necesidad de activar y fortalecer, en el proceso educativo, el raciocinio, la comprensión de los discentes, en vez de llenar sus mentes de saberes y datos incomprensibles. En cada una de sus obras dejó claro que “Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento, no hacer trabajar la memoria”. Por su parte el sabio Bello conceptuaba la educación como “el empleo de las facultades más a propósito para promover la felicidad humana”.
La escuela que conocemos, surgida a finales del Medioevo, fundamentalmente transmisiva y “magistocéntrica”, está centrada en la primacía de la atención y la memoria como facultades esenciales, obviando las relativas a la comprensión, el análisis y la elaboración del saber, entre otras. Se trata, el modelo actual, de un proceso centrado en el docente (programas, planes, evaluaciones, etc.) en el cual se prioriza el silencio y la atención para el logro de “aprendizajes” memorizados, aun cuando no entendidos, los cuales consisten las más de las veces en una interminable repetición de los textos escolares, mediante copias, dictados e “investigaciones”, posteriormente evaluados según la planificación. Es una escuela que lejos de las anteriores citas de los grandes maestros, se limita a “administrar” programas de contenidos, sin detenerse a analizar si ciertamente se han comprendido y mucho menos, si se han integrado al raciocinio, la visión del mundo y el contexto del alumno. Son estas las mayores falencias que muestra el modelo educativo y que van marcando su escaso aporte al conocimiento en los tiempos que corren.
Los días que transcurren en este convulso planeta, están caracterizados por una explosión de la información que circula por casi ilimitados caminos, en torrentes de volúmenes impensados hace poco, los cuales a la vez ofrecen las mayores posibilidades de acceso al saber y el conocimiento, pero al mismo tiempo generan una suerte de saturación de tal magnitud, que terminan propiciando la incertidumbre. Asistimos a una era en la que los tiempos de duplicación del conocimiento muestran un ritmo tan vertiginoso que cercenan la perspectiva cierta de poder alcanzarlo en su complejidad. Son horas de nuevos paradigmas científicos, sociales y pedagógicos por supuesto, los cuales hay que entender para responder en consecuencia.
Por ello, vale la nueva celebración del día del maestro el próximo 15, para detenernos a pensar sobre la circunstancia lamentable de nuestra escuela apegada a factores decimonónicos que la convierten en una institución respetable todavía, pero perpleja e inmóvil ante las nuevas realidades. Es tiempo, estimados educadores, de atender la propuesta de los maestros Rodríguez y Bello, de intentar transformar la enseñanza y el aprendizaje a partir de la estimulación del raciocinio, el entendimiento, la comprensión y el análisis, elementos fundamentales para la formación de ciudadanos de mente activa, amplia, libre, lejanos del pensamiento único y las respuestas elementales. No es poco lo que puede lograrse si cada maestro inicia ese trabajo en su aula con sus muchachos. Los frutos no tardarán en aparecer, para bien de nuestras generaciones futuras. FELIZ DÍA, MAESTROS.