Opinión

Rap en el centro

28 de junio de 2024

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Porfirio Parada

En frente de la Plaza Bolívar, en el centro de San Cristóbal, por los negocios de joyería, peluquerías en el segundo piso, casa de apuestas, por donde venden aguacate y frutas, cerca donde los chinos, cerca del Sofitasa, por la esquina donde hay mototaxi, se montan los primeros raperos en las busetas para rapear. Usan una corneta pequeña, visten con pantalones, algunos rotos, franelas, franelillas y gorras. Se ven a cualquier hora del día, aunque predominan luego del mediodía, y en la tarde. Con mucho sol o con mucha lluvia, o clima intermedio se montan, solo o acompañado, si es acompañado uno sostiene la corneta y el otro va rapeando por el pasillo. Antes de empezar, saludan y dan las buenas tardes con la intención que le devuelvan las buenas tardes. También le piden a Dios y dicen amén para que los pasajeros respondan amén. El compañero que sostiene la corneta cuando termina la presentación, pasa por los puestos para pedir alguna colaboración por el arte del Hip Hop, en la calle, con la gente.

Otros se montan cerca de la Biblioteca Pública Leonardo Ruiz Pineda, por ahí hay una óptica, una bodega, cerca del Hotel Dinastía, también hay mototaxi. Los raperos cuando inician su flow, deja la música sonar los primeros segundos, el instrumental, un beat vieja escuela, boom bap, otras pistas son más modernas, mezclando el Hip Hop con una que otra influencia del reguetón. Al instante de arrancar el sonido empiezan a ver a los pasajeros, uno por uno, quizás no a todos, pero los ven y empiezan a soltar líricas, rimas, versos que riman en cada final de la estrofa o línea rapeada, y ven a las personas, cómo están vestidas, ven su apariencia, y su manera de ser, crean versos sobre esas personas, de manera improvisada, rapean sobre su ropa, sobre algún accesorio o prenda, rapean sobre si son gordos, flacos, pequeños o altos, si están acompañados o solos en el trayecto.

A las mujeres, las más simpáticas, las coquetean, les dicen entre rimas y Hip Hop, que si se casan con ellos, que no importan si son raperos, que no lo vean como malandros. Las ven a sus ojos mientras ellas hablan con la persona que está al lado y se ríen. A los hombres le dicen que por su pinta tiene estilo de llegar a ser presidente del país o un gran ejecutivo. A las ancianas no se meten con ellas pero igual las saludan entre la improvisación. Hacen broma, buscan que la gente se pueda reír, cuando piden el aporte por el arte, dicen que reciben Zelle, dólares, la caja del CLAP, pesos, cheques, transferencias, pago móvil, entre sonrisas y aplausos. Hay pasajeros que no les gustan que ellos se monten, muchos de ellos, están cansados, lo único que quieren es llegar a su casa, le hacen miradas largas a los raperos sin embargo ellos buscan la forma de responder con más palabras rimadas una sobre otras. Varios raperos le agradecen al chofer de la unidad por dejarlos subir y hacer su trabajo diario.

Raperos de la ciudad, de otros municipios del Táchira, viven subiendo y bajando busetas, entre la dinámica, la soledad y el ajetreo de la ciudad. Entre la convicción de su arte y la fuerza de ganarse la vida, de pagar un espacio donde vivir, llevar el pan, algunos con hijos, otros muy jóvenes para tener. Entre las letras, aparte de hablar de los pasajeros, algunos expresan el contexto político y social de Venezuela, canciones protestas, reclamos, la gente que se ha ido, los que están aquí.  Otros nombran a Canserbero, de los grandes exponentes del género Hip Hop, quien fue asesinado. Esas letras conmueven a más de uno, habrá otros que se obstinan escuchándolos. Hay raperos de todo tipo, el más serio, sencillo pero formal, los raperos que muestran su expresión incluso como se visten, con cadenas, y tatuajes y más. Raperos lúcidos, limpios, sin vicios, que muestran humildad, educación y disciplina en la palabra expresada, rapean para convertirse en sus sueños y proyectos, de su evolución, hay otros que se entregan al instante y presente de los días, que ganan para comer y consumir lo suyo, suben a rimar luego de fumar cripy en un rincón, ojos rojos, entre el tráfico, el humo lo retienen y sube a la cabeza y sueltan frases, y se sueltan más palabras aunque se queden pegados por momentos, con lo que ganaron, con las monedas colombianas se cuadran otro gramo más, sin quitar su talento, su inteligencia en reunir las mejores combinaciones de las palabras.  

Raperos le hacen preguntas a los pasajeros mientras rapean, algunos contestan otros no. Raperos hacen percusión con su boca, rapean entre ellos, reunidos, esperando el próximo transporte público para subir. En las paradas del transporte público, los raperos esperan para subir a otra buseta, hablando con los demás raperos, con sus cornetas, hablan con otros vendedores ambulantes, con los que trabajan en las líneas del transporte, con algún que otro transeúnte y personas que verán por última vez en sus vidas. Ven la jornada pasar entre carros, taxis, motos, entre el sonido de la gente, las cornetas, el humo, el frutero, la gasolina, los semáforos, el paso peatonal, entre lo mínimo y máximo de un día. Aunque se parecieran los días y las rutinas, aunque el sol se pareciera en intensidad y calor, aunque pasen los mismos buses con los mismos choferes, hay instantes que cambian radicalmente, personas distintas que le comparten una sonrisa de un mundo. Aplausos que le llegan más especiales que otros, atardeceres que le hacen reflexionar por momentos. Ya buscarán otros instrumentales y otras letras de canciones, un freestyle en medio de la lentitud, se grabaran en memoria las nuevas letras, ensayarán solo, una y otra vez el arte de rimar, un rap que la gente lleve a sus hogares. Al día siguiente, antes del mediodía, otro rapero se sube a una buseta 21 de mayo, por la joyería, vuelve a rapear. 

Lic. Comunicación Social

Locutor de La Nación Radio 

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