El retorno a las aulas de clase deja lecciones muy importantes para la interpretación de la realidad venezolana. La escuela abierta es testimonio de las fuerzas morales y los deseos colectivos de seguir erguidos frente a las dificultades. Es el elogio a la permanencia, a la voluntad, a la lucha, a la constancia. Es la forma de abordar la vida para no sucumbir frente a la desesperanza. Todos están involucrados en la tarea: niños y jóvenes, padres y representantes, docentes y trabajadores, directivos y autoridades. Ciertamente, ahora no existe el entusiasmo comercial de otras épocas. Las tiendas están vacías. Pero la fuerza moral no se acaba. Algunos no estrenan uniforme. Otros no tienen medios de transporte para llegar a la escuela. Pero ahí están. No renuncian a la experiencia del aprendizaje formal. Si es preciso llegan a pie hasta los recintos escolares. Hay limitaciones para las meriendas y alimentos. Pero los representantes se las ingenian para asegurar la educación de los hijos. Los docentes reciclan las carpetas de notas del año anterior, sin abandonar el compromiso pedagógico. La permanencia es una gran lección moral de esperanza.
¿Es la situación ideal? No, por supuesto. Sería necio tratar de tapar el sol con un dedo, o justificar la crisis con argumentos rebuscados. Pero tampoco es posible ocultar la inmensa capacidad de sacrificio de quienes se niegan a cruzar los brazos frente a los obstáculos. Las crisis tienen la virtud de mostrar el ingenio y la capacidad de readaptación de los seres humanos. La calidad de los aprendizajes no depende de la marca comercial de los útiles escolares, sino del compromiso y convicción de quienes se involucran con entusiasmo militante en la dinámica escolar. El niño o joven sonriente en la puerta de la escuela es la invitación incontestable a derrotar el pesimismo. Es el lenguaje elocuente de quienes practican la esperanza sin los aspavientos del exhibicionismo o la ostentación fatua. Nadie niega la validez de los reclamos o las quejas propias de los adultos, por cuestiones laborales, sociales, económicas, académicas o salariales. El retorno a clases implica la reafirmación del compromiso con el futuro individual o colectivo de los miembros de la comunidad educativa. Es el valor oculto de la prosecución.
Usualmente, los actores políticos aprovechan el inicio del período escolar para magnificar las bondades o poner de relieve las fallas y dificultades del sistema educativo. Estos apuntes, en cambio, buscan reivindicar la lucha silenciosa de quienes apuestan por la permanencia, la prosecución o la continuidad. Todas las luchas se engrandecen en medio de las dificultades. La deserción o el abandono son opciones válidas cuando se buscan otras oportunidades laborales o económicas. Pero las lecciones de permanencia y fidelidad no suelen ocupar titulares en las noticias diarias. Aún así son reflejos de los dispositivos sociales y las búsquedas colectivas de la ciudadanía. La escuela abierta implica la convergencia de objetivos entre los actores sociales. ¿Hay dificultades y problemas dentro de las escuelas? Es muy obvia la respuesta. Pero la suma de tantas voluntades hace viable el trabajo colectivo para continuar brindando opciones educativas a la niñez y juventud nacional. Aún en medio de la crisis, la tarea pedagógica debe continuar, para que no se apague la llama de la esperanza entre las generaciones. [email protected]
José de la Cruz García Mora
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