Opinión

Rememoremos la Batalla de Pichincha

24 de mayo de 2021

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Alejo García


A consecuencia de una serie de hechos independentistas ocurridos en Latinoamérica, a medida que la Corona Española perdía poder en sus colonias debido a los problemas acaecidos  con Francia, a partir de 1810, en los territorios subyugados en América tuvieron conocimiento e influencia de la inestabilidad política en España, lo cual fue aprovechado por importantes e influyentes líderes criollos que deseaban la liberación de sus naciones, sometidas al yugo del imperio español desde hacía aproximadamente III siglos.  Como resultado de esta ansiada emancipación de sus colonias, apareció la figura política y militar descollantes del Libertador Simón Bolívar, cuya aspiración y estrategia era incorporar a todas las provincias que integraban la Real Audiencia Española en un Estado único, para enfrentar el dominio realista y liberar ese vasto territorio del poder atroz de ultramar. Esas son, en forma somera, las consecuencias externas que llevaron a Ecuador a su independencia a través de la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.

Entre las causas internas que sucedieron a este acontecimiento liberador de esa república, los historiadores consideran que se debió a las siguientes: durante la década de 1820 se consolidó un movimiento independentista en la mayoría de las naciones hispanoamericanas. Así, por ejemplo, el 19 de octubre de ese mismo año fue declarada la independencia de Guayaquil de España. Luego, el 3 de noviembre del año en curso, se realiza la liberación de Cuenca. En 1821, las fuerzas militares patriotas habían recibido un numeroso refuerzo militar, que incrementaba la probabilidad de lograr la libertad de Quito. Alcanzada esta incentivación y veracidad de contar con un ejército fuerte para emprender sin atajos una campaña militar, el general Antonio José de Sucre, al frente de las tropas criollas, y el general español Melchor Aymerich, jefe de las fuerzas realistas, estaban cada uno planificando sus estrategias para el encuentro bélico. En mayo de 1822, Simón Bolívar envía a Sucre a Quito, quien contaba con un ejército integrado por habitantes de Guayaquil, Cuenca y soldados de varias nacionalidades, como venezolanos, neogranadinos y peruanos.

Los combatientes preparan y afinan sus tácticas con miras a alcanzar resultados favorables.  Al ver el general Sucre que las huestes españolas avanzaban por el Norte, el jefe patriota, para eludir un enfrentamiento frontal, optó por flanquear a los realistas por las laderas del volcán Cotopaxi.  Al informarse Aymerich de los planes de Sucre, replegó sus esfuerzos con todas las entradas y puentes de Quito.  Su deseo era esperar el avance de los patriotas para atacarlos de frente.  Al enterarse el jefe venezolano que los soldados realistas se habían replegado, tomó la decisión de atravesar las laderas del volcán de Pichincha con el propósito de sorprenderlos. Los dos mandos enviaron a sus batallones uno a uno. En el lado patriota estaban los batallones Paya, Trujillo y Yaguachi, los cuales retrocedieron por el ataque del enemigo. Sin embargo, una sorpresa favoreció a los criollos, cuando desde otros costados del volcán apareció el batallón de Albidón, formado  por fuerzas británicas al servicio de la causa independentista, el cual había recibido a 443 hombres y era indispensable para la suerte de la batalla. El citado batallón avanzó hacia el Ejido, norte de la ciudad de Quito, donde atacaron a los realistas, hasta someterlos e impedir su huida y, finalmente, desmoronarse y obligarlos a rendirse.  A partir de este triunfo nacionalista, estas fueron las consecuencias de la Batalla de Pichincha: al concluir el combate, Antonio José de Sucre entró en Quito, se declara la victoria patriota y su jefe dio una capitulación honrosa al español Melchor Aymerich y consolidó la independencia de Quito y a su vez se alcanzó su incorporación a la Gran Colombia, proyecto político de Simón Bolívar, cuya premisa consistía en constituir un gran Estado, fuerte y poderoso, para enfrentar futuras invasiones imperiales. El 13 de julio de 1822, Guayaquil pasó a integrar parte de la Gran Colombia, hasta 1830, cuando Ecuador se constituyó en Estado independiente con las provincias de Quito, Guayaquil y Cuenca.

Sobre la personalidad y actuación como jefe militar del general Antonio José de Sucre, muchos historiadores lo reconocen como el hombre filósofo de la modestia y el perdón.   En ese orden, el historiador González Suárez sentenció al respecto: “los grandes hombres suelen tener entre sus virtudes una que descuella sobre todas las demás, por lo cual se acentúan los rasgos de su fisonomía moral: la virtud característica de Sucre fue la modestia… como militar, como ciudadano, como magistrado, Sucre fue modesto: sin ambiciones y codicia… inteligente, discreto, generoso llevaba de veras en su carácter de semejanza”.

Tales virtudes lo corrobora la actitud asumida en la redacción de los tratados de Regularización de la Guerra y el de Armisticio de 1820 en San Cristóbal y la concesión de las honrosas capitulaciones otorgadas en las batallas de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, al general español Melchor Aymerich, y Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, al virrey La Serna, quien resultó herido en la batalla, y de manera excepcional a un general realista que en 1818 había pasado por las armas a su hermano Francisco, en Cariaco, a quien le perdonó la vida. Esas benevolencias y demás actuaciones no rencorosas son los dotes y cualidades que engalanan al general Antonio José de Sucre, como el pionero trascendental de la magnanimidad de uno de los preclaros héroes de la emancipación de varias repúblicas hispanoamericanas. También practicó la filosofía del perdón en la victoria de Tarki, el 27/02/1829, al observar a los generales patriotas Agustín Gamarra y José de La Mar, quienes en Bolivia tramaron el motín de Chuquisaca y donde el general Sucre padeció una herida.

Rememoremos la Batalla de Pichincha como una de las tantas acciones de guerra ejecutadas por el Gran Mariscal de Ayacucho, quien demostró una sapiencia estelar para derrotar a sus enemigos y consagrarse como un ilustre estratega militar de excelsas cualidades y condiciones.

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