Carlos Orozco
Vimos a Saúl “Canelo” Álvarez derrotar por nocaut técnico en el undécimo asalto al estadounidense Caleb Plant y unificar el título de supermedianos. Una máquina de lanzar golpes, el Canelo insistió hasta que logró colocar unas manos muy fuertes al escurridizo gringo, quien puso en aprietos al mexicano en algunos pasajes de la pelea. Es una demostración clara de lo que es el profesionalismo dentro del deporte, señores. Claro, por la cantidad de dólares que se embolsillaron, yo soy capaz de enfrentarme a los dos a la vez y después barrer y limpiar el sitio donde se realice el pleito, comenta el poeta Antonio Mora.
El sacerdote abandonó la parroquia y dejó todo al garete. Dicen los fieles que le escucharon gritar cuando no pudo arreglar el equipo de sonido para desarrollar el santo oficio en la iglesia de San Eloy. Se volvió loco con el sonido del eco en la iglesia y los chillidos que producía aquella vieja corneta encaramada sobre la columna del bautisterio. Nadie supo qué camino agarró en su desesperada huida de aquel pueblito tan católico. Oído fino, señores.
Vimos cómo se ganan los anillos de Serie Mundial merecidos. Terrance Gore tiene tres anillos y solo ha empujado una anotación en sus pasantías por las Grandes Ligas. Ganó con Los Royals en 2015; con Los Dodgers en 2020 y con Los Bravos en 2021. Dicen que tiene más anillos que Ted Williams, Willie Mays, Hank Aaron, Barry Bonds y Mike Troy, combinados. Y eso que estos jugadores remolcaron más de 2.000 carreras entre ellos. Esa es la pelota caliente, cariños. Por cierto, hemos sido testigos del robo grosero que le hicieron a Salvador Pérez con la entrega del Guante de Oro al mejor receptor de la Liga Americana. Fue superior nuestro pelotero en todos los renglones que califican para optar a tal premio. ¡Ah, rigor!
El gordo Sósimo le dijo a su señora que se le pinchó un caucho y se había quedado sin gasolina. Era tarde, en la madrugada. Llegó lleno de tierra, aceite y olor a gasolina. Con eso convenció a la doña y esta no le armó problema alguno. Durmió como un bendito nuestro amigo. Claro, Sósimo no tiene carro.
El hijo del flaco Elpidio ha pasado por tres universidades y nunca termina nada. Por eso, llevó al muchacho al hipódromo para que entendiera que hasta los caballos terminan una carrera. Ahora el chamo está de conchabo en la casa del estanco y algo lleva para la casa.