Carlos Orozco Carrero
El gordo Sósimo le preguntó al escritor Anselmo Siempresolo sobre las condiciones que debía tener un hombre dedicado a las letras para ser considerado un buen poeta. Anselmo lo miró de arriba a abajo e intentó explicar esa cualidad. -Bueno, gordito. Debes tratar de escribir versos que tengan una terminación muy parecida. Por ejemplo: “…Quiero verte esta noche de la luna a la luz…Ten abierta la ventana para que admires mi flux…” –Y ¿cómo se escribe al principio y al medio de los versos? –Ah, por eso es que nos dicen poetas, respondió Anselmo. Es una bobada para recordar con orgullo nacional que el pasado lunes recibió el premio Cervantes de Literatura 2022 nuestro gran poeta larense Rafael Cadenas. Y les cuento una cosa que siempre repite nuestro apreciado amigo Miguel Ángel Servitá para reconocer el valor de un premio español: -Algo tiene el agua cuando la bendicen…
Eso del salario mínimo nos tiene con el ídem apagoso. Recordemos a Cantinflas en Abajo el telón, cuando le dice al empresario teatral de la bella Lulú que él no trabajaba por salario mínimo y éste le dice que es lo que estipula la ley. Nuestro comediante replica: -Si, pero cuando hicieron esa ley no me consultaron a mí. Sabio nuestro amigo mexicano.
En Pregonero se elabora un currunchete tan exquisito y propio que ya estamos en la búsqueda de lograr una denominación de origen a tan sabroso manjar. Sería cuestión de ubicar un nombre sugestivo para que los que saben de estas diligencias procuren tal designación. Es en nuestro territorio donde los muchachos acomodan un enorme caldero para ponerlo sobre tres piedras a la sombra de un frondoso árbol y cerca de una corriente de agua abundante. Unos toletes de panela se dejan soltar para que se convierta en miel exquisita de nuestros trapiches. Los trozos grandecitos de queso seco ahumado van derritiendo para dar gusto, mientras el que carga la cuchara de palo se esmera en batir con pasión culinaria tal preparación. Cambures maduros y el chorrito de miche asegurado del litro acompañante garantizan el postre propio de los hijos de Uribante, sus amigos y familiares. De esta identidad les hablo para seguir escuchando: -¿Vamos a hacer un currunchete, carreto?
El frontis del antiguo cine Gandica en La Grita pide a gritos una acomodada urgente por parte de los habitantes de La Atenas del Táchira. Debe recuperarse para darle el valor arquitectónico que siempre tuvo para orgullo de esta ciudad caracterizada por su apego a la cultura universal. Músicos, pintores, poetas, artesanos, escritores y amantes de las cosas hermosas pueden hacer un convite para intentar refaccionar por completo esta fachada que con tanto orgullo nos recibió en noches de cine universal, mostrando exquisito gusto ante los visitantes que entraban a la ciudad del Espíritu Santo y que se ha deteriorado ante los ojos de la gente que pasa e ignora este mal de descuido y abandono en que ha quedado. Colaboremos todos y que los muchachos digan cuando pasen frente a esta obra tan bonita: – ¡Qué belleza!
Estoy buscando un manubrio con forma de ancla para empezar a calentar músculos y poner la bicicleta a tono frente al televisor para ver las grandes vueltas del ciclismo mundial. A veces patina la rueda trasera debido a la fuerza de cada pedalazo. Otras veces la noto descentrada por la torcedura del rin delantero que le hice en una bajada antes de llegar a Queniquea. Tengo que poner algunos cartones de huevos vacíos para amortiguar los gritos que pego cuando llego a los remates en las etapas planas. Ni que decir en los premios de montaña y saco unos segundos a los escaladores de turno. Solamente los madrazos de Rigoberto Urán alteran el esfuerzo atlético. Así se vive el ciclismo en mi cuarto de fantasías deportivas. ¡Viva el ciclismo, señores!