Opinión

Repelencias 171

23 de septiembre de 2017

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Algarabía en el estado Táchira por estos días. Todos los muchachos y sus maestros a clases. Escuelas, liceos y universidades en acción.  El movimiento escolar significa el orden y el camino correcto para el desarrollo de una nación, y en nuestro caso,  la población mayoritariamente estudiantil.  Eso me gusta ver en cada calle venezolana.  -¿Te llevo el cuaderno, compañera?

El teléfono del viejo Melquiades ha sufrido múltiples transformaciones. -No aguanto más, carretico. -Con decirte que rescaté el viejo teléfono negro de manivela  que usaba  mi nona Rebeca. -Qué agonía, Dios santo.

Si el café sigue subiendo de precio nos va a tocar que llevar un termito bajo el brazo para ahorrarnos unos bolivaritos. Seremos como los uruguayos, quienes, según cuenta Kike Rosales, quien vivió tres días en Montevideo, cargan estuches con un jarrito cargado de hierba mate y agua caliente para hacer su infusión diaria de bebida.  ¿Se acuerdan de aquello de que se puso el café a 40 y la arveja a 16?  Arrímeles tres ceros y no ha pasado nada.

-El diente que le faltaba a la peineta, decía doña Angélica Duque, cuando me veía en su casa. Ahora apareció Maruja, una media hermana de mi tía Pulqueria. Vivía en Guarenas y se vino esmachetada, huyéndole a la situación económica y de inseguridad que padecemos todos. Llegó con su marido y dos hijas. Ahora ni el viejo Cosme se acerca por esos lados. Cuatro bocas más mientras encuentran siquiera un cuartico para ir pasando. Uff.

Todos apoyando y rezando por nuestros hermanos mexicanos. El terremoto los ha dejado fuera de contexto real. Muchos muchachos venezolanos también padecen allá este agregado a la distancia de la tierra que los vio nacer. 

La Revolución Industrial vino y se fue. Los motores de combustión están, pero no hay combustible. El fogón de leña desapareció y ahora no hay gas para las modernas cocinas. Hay neveras para enfriar, pero no hay luz. Las computadoras llegaron y lo que llaman Internet nunca se activa. Mejor arranco para la Edad de Piedra y no conozco a nadie, señores.

Las Grandes Ligas se ponen al rojo vivo. Varios equipos luchando por las divisiones y comodines. Muchos peloteros venezolanos son protagonistas y nos motivan a llevar siempre en sintonía cada juego. Voy a los Astros. 

-La culpa la tiene esa vieja que limpia, dijo nuestro amigo desde el suelo. Yo intenté arrancar con mi salto de anca suelta. Me encontré que el piso estaba pulidito y lleno de cera. Qué trancazo, carretico. Y la mamadera de gallo, compañero. Ya en el Club Latino conocen que el sapito cayó de platanazo.

Carlos Orozco Carrero

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