Opinión

Repelencias 209

7 de julio de 2018

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Se contenta uno al observar el esfuerzo que se hace para dejar plasmada para las generaciones futuras un texto que muestra la Historia del Teatro en el Táchira. José Antonio Pulido, hombre montañero, preocupado por hacer de las letras nuestras un sostén donde asirnos en estos momentos de tragedia nacional, ha dedicado tiempo en la investigación sobre las tablas escénicas en nuestra región. El Táchira Teatral nos acerca fielmente al conocimiento sobre La Comedia y La Tragedia puestas a la consideración de un público que se sentó desde hace más de cien años a ver qué representaban esos actores con ropas extrañas y diálogos urgentes. Dios quiera y este libro llegue a todas las instituciones educativas para la  motivación de nuestros muchachos sobre el teatro y su necesidad apremiante de decir lo inmediato de gritar.

-Ganamos en México, camarada. -López Obrador le dio en la madre a la derecha imperialista, gritaba, vía whassap, un profesor jubilado. Se notaba la alegría del eufórico catedrático.  –Epa, carreto. Necesito un antibiótico urgente para mi hija.  No lo encuentro o está muy caro, me dijo, preocupado.  –Profe, creo que debes ir al capitalismo colombiano a buscarlo. -Lleve pesitos, camarada. También te puedes asimilar al mundo militar. Puede que así te alcance un tris y aprovechas y traes productos de la cesta básica de Cúcuta. –Ganaste en México, camarada.

Ya tengo la poltrona de mi nona acomodada para disfrutar del Tour de Francia. Melquiades, aficionado a rabiar del ciclismo, me ruega para que se la deje por estas semanas de ascensos y remates extraordinarios. – Qué va, tío. Es herencia de familia. Recuéstese al sofá y ponga un platico con chicharrones y arepa tostadita.

Rafael Correa es inocente y eso es una conjura para perjudicarlo. Nicolás y Evo salieron en defensa del muchacho ecuatoriano. (¿Injerencia?) Recuerdo a un presidente hondureño, a quien entrevistaban sobre la participación de su hijo en un caso de narcotráfico. -Yo ruego a Dios para que mi hijo sea inocente. Si las investigaciones dicen que es culpable, pues que todo el peso de la ley caiga sobre él, dijo. Cosas de la dignidad de algunos hombres, le dicen a eso.

Comenta la vieja  Pulqueria que lo más triste que ha visto es a un grupo de trabajadores de la salud venezolana rogando por sueldos justos. –Ellos también tienen derecho a exigir salarios verdaderos, comenta Doña Marucha. –No, comadre. Lo triste es ver a otro grupo de necesitados de vida, insultándolos y lanzándoles piedra para que no reclamen. –Pobres enfermos tirapiedra.

Sueldos de hambre para los trabajadores en Venezuela. –No hay revoluciones con gente feliz, General. Fidel Castro lo tenía clarito, cuando le sentenciósu verdad comunista a Guaicaipuro Lameda en La Habana. -Y no se ha puesto como a mí me gusta, dice Cosme.

Julio Parra dejó su pequeña historia musical en la Atenas del Táchira. Hombre de caminar raudo y zapatos de cuatro costuras al marcar la entrada de un merengue o algún tema campesino con su violín saltarín para alegrar los eventos fiesteros de la comarca deHumogría. Nos regaló su gran fortuna de hombre feliz. Lo recordaremos con cariño fraterno. Buen músico.  (Carlos Orozco Carrero)

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