Opinión

Repelencias 243

16 de marzo de 2019

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La emoción nos embargaba por aquellas fechas. Y no era para menos, señores. El presidente Chávez, en cadena nacional, estampaba “la rabo de cochino” al punto de cuenta donde se transferían recursos suficientes para terminar completamente el desarrollo hidroeléctrico La Vueltosa. Todos lo vimos. Mucha gente se alborotó y construyó habitaciones para alquilar a obreros y técnicos, quienes  llegarían como abejas al panal. Trabajo y más trabajo. Energía eléctrica hasta el fin de los tiempos. Hace mucho tiempo de eso ya. Y la pregunta que no se hacen los líderes revolucionarios sobre el destino final de tantos millones de dólares la formula la vieja Carmela: -Perdonen que yo me meta, pero quién fue el responsable de administrar esos dinerillos? – Calla, tú, anciana fastidiosa.

Nunca había visto llorar al viejo Cosme con tanto sentimiento. -Es muy triste, carretico. Vi a muchos enfermos para allá y para acá, buscando medicinas y comida en el vecino país. Esa trocha es un verdadero castigo bíblico para todos los venezolanos. Dios ayude a los responsables de abrir los puentes para que los hombres prueben que son hijos del Todopoderoso.

Antonio Mora, jardinero derecho del equipo de los viejos turulecos contra las muchachas, marcaba la diferencia entre todos los peloteros aquella mañana dominguera.A reventar estaba el estadio José Ramón Sánchez de Pregonero. Fue un juego extraordinario, dondepermitieron cualquier violación a las reglas del beisbol mundial. Claro, la condición más importante era que cada vez que un viejito llegara a consumir turno al bate, tenía que empujarse 4 dedos de miche callejonero. De lo contrario, no podía jugar ese día. Noveno inning y la pizarra empatada. Cerraban los viejitos y con una carrera se ganaba ese infernal juego. Dos outs y el poeta al bate. Lola Carrero lanza una bola afuera y Antonio logra conectar una línea llorona por encima de primera base. – Corre, Antoñito. -Por vida tuya, anota esa carrera. El corredor llegó a primera base dando tumbos. El miche hacia efecto muy rápido. Hilda“pelo de oro” buscaba la pelota desesperadamente.  Mientras, el hombre pasaba por tercera con la camisa y la cara llenas de tierra. Ahí viene el hombre para la goma y el tiro también aparece en el firmamento. Todas las muchachas esperan al viejito y se arma el alboroto de bola y corredor. Caramera sobre el poeta y la bola no aparece. El ompayita intenta despejar la  montonera y solo se escuchan los alaridos del corredor. Al fin de la jugada, las muchachas dejan tranquilo al corredor y la bola está debajo del poeta, quien quedó sobre la redonda, ajustándola sobre la grama con su columna vertebral. Nadie supo si fue out o safe. Antonio Mora todavía muestra los estragos de aquella jugada monumental. Lo vemos caminando por ahí, con su golpecito pretencioso. (Carlos Orozco Carrero)

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