Carlos Orozco Carrero
La sorpresa que nos llevamos todos los vecinos de la cuadra. Llegaron mis tíos de ese viaje tan inesperado que hicieron al norte del planeta. Por supuesto, todos fuimos a recibirlos y a escuchar sobre sus peripecias durante estas semanas de aventura, esperanza y comprobación del por qué los años no pasan en vano. Cosme está emocionado con la presencia de sus compadres en el pueblo. Parece que el que se quedó por allá es el flaco Elpidio. Después les contaré lo que Pulquería y Melquiades relaten sobre su aventura viajera.
La lluvia sigue haciendo de las suyas por estas tierras de Dios. Agua y más agua por todos lados, con el consabido deterioro de las vías de comunicación. Tras de cotudo, ni que lo fajen chiquito, cariños.
Descalabro deportivo para nuestras selecciones en estos días. El preolímpico de béisbol se alejó de nuestras esperanzas de clasificación a Tokio. La Vinotinto nos deja un amargo que dan ganas de gritarle al que pone a los jugadores en acción. Soteldo está en la cúspide de su actuación deportiva y lo mete faltando 20 minutos, perdiendo 2 a 0. Que alguien explique sobre esta tragedia que nos toca sufrir siempre. Creo que me quedaré con el Deportivo Uribante del alma.
Hay esperanzas dentro de la población tachirense sobre lo que significa abrir los pasos fronterizos con Colombia. Hay necesidad urgente de que esto suceda para solventar tanta necesidad que tenemos todos. Dios escuche este ruego tan insistente para que algo de normalidad regrese a nuestra región.
La afición al ciclismo en el Tour de Francia ha jugado malas pasadas a los corredores. Caídas espectaculares y un desenfreno total dentro de la salida del confinamiento que amarró a todos el año pasado. Hace falta una peinilla canillera como las del circuito de la Vuelta al Táchira en años de esplendor por aquí.
Siempre ocurría en la panadería de los Quintero, en Pregonero. Cuando se apagaban los hornos y quedaba el olor a talvina envolviendo los pasillos de la vieja casona, el señor de la casa mandaba al gordito de los hermanos a apagar las últimas luces del patio que daba a la calle de La Barranca. El retorno del niño a la compañía de sus hermanos y padres se hacía con alaridos de espanto por algunos sonidos que en su mente inocente se disfrazaban de fantasmagóricas imágenes. Solo quedan unos peladeros de la hermosa casa y cuentan que todavía se escuchan los gritos y los pasos del muchachito en su regreso a su cuarto. Hace mucho de eso, paisanos.