Carlos Orozco Carrero
Entramos en nuevas angustias, como para variar. Ahora es la reconversión de nuestra moneda la que nos mueve en vorágines de temblores y brincos. Todo el mundo habla. Muchos sacando el poco efectivo para que no nos agarre desprevenidos otra vez con el bulto de billetes sin valor. Bueno, ojalá y salga fortalecido el “bolivita” de siempre. –Quién sabe, cariños
Los pocos trasnochadores que quedaron entre estas noches en las calles de La Grita lograron ver con algunas dificultades los objetos luminosos que sobrevolaron las montañas altas que van hasta El Portachuelo. Yo no los vi, caballeros. Dicen algunos paisanos del lugar que estas extrañas naves irradiaban luces multicolores y daban vueltas en círculos sobre la inmensidad de los cerros limpiecitos de Jáuregui. . Quién sabe si será verdad esa aseveración. ¿Estarían tomando algún licor que los incitara a observar algunas cosillas raras en horas madrugadoras? Cuentan que algunos más atrevidos salieron en algunos carros a ver si podían establecer un contacto con los choferes de esos vehículos extraterrestres. Relataron que una espesa neblina se apoderó del lugar empezando la vía del hotel Montaña y regresaron a contar la mala suerte de no poder entromparse con algún visitante de otros mundos. Yo no creo en eso. Y eso que yo sí los he visto de cerquitica, caballeros.
Vuelta a España y a seguir en la ligadera a los muchachos de este lado del océano. Recordamos a Lucho Herrera, cuando, con la frente reventada, ganó esa maravillosa prueba ciclística. Ahora es con los nuevos valores que nos ponemos a sudar de emoción y con ganas de verlos subir a un podio cada vez más común en el mundo deportivo latinoamericano. Me gusta mucho.
Casi me ahogo en esas aguas horribles del canal, contaba Demetrio en días pasados. Me salvé de chiripa, amiguitos. Si no es porque llegaron unos tipos vestidos con franelas de rayas rojas y azules y en una barca extraña, allá me quedo lleno de agua maloliente. El flaco Elpidio quedó sorprendido ante el relato de nuestro amigo. ¿Caíste en la quebrada colorada, Demetrio? Ese es el problema con ustedes, paisanos. Siempre es una mamadera de gallo para todo. Diga, entonces y deje el suspenso, viejo. Eso fue en los canales de Venecia la semana pasada. Nos confundimos en una dirección para llevarle una encomienda al hijo de Cosme y casi no sobrevivimos a la aventura. Llegamos en tiempo malo porque todas esas calles estaban inundadas. La alpargata nuevecita de suela que estaba estrenando en el viaje deslizó en la acera y caí con el movimiento del agua al paso de una lancha rápida. No vuelvo por allá, panitas.