Lo que fue una referencia sobre las cosas hermosas de mi pueblo querido, se ha convertido en una obligación para mostrar al mundo de lo que estamos hechos los hijos de Uribante. Poco a poco se fue creando una manera de contar lo que nos identifica como habitantes de un terruño precioso, privilegiado por la naturaleza y hogar de tantos paisanos que han honrado su procedencia en estudios, trabajo y todo lo que tiene que ver con la actividad humana en cada espacio de Venezuela. Me gusta eso, cariños.
Muchos personajes han aparecido por estos senderos llenos de costumbres, conversas, acordes musicales y cuentos sorprendentes para alegrar al que llegue a leerlos en tantas Repelencias sabatinas y en cualquier lugar del planeta Tierra. Mis tíos, Melquiades y Pulqueria, abrieron las puertas de su casita para dar cabida a muchos amigos que llegan en busca de un cafecito con pan y queso, para no perder la costumbre de recibir a la visita en franco y agradable gesto de alegría. El flaco Elpidio, Cosme, Ambrosio, el gordo Sósimo, doña Marucha, el sapo Eladio y tanta gente que viene y va de la Casa del Estanco en busca de las charlonerías propias de una casa de pueblo son testigos del cariño con que se les ofrece una silleta de cuero y una pared pisada para recostar la espalda con recuerdos y disponer de una conversa colectiva que siempre arranca carcajadas en el grupo con los mismos cuentos de siempre. Somos como somos, señores.
Decidimos sacudir las cochas de política y economía. Son temas desagradables en la molienda para la mayoría de los amigos que nos visitan. Mejor nos adherimos al béisbol, la Vinotinto, las mujeres todas, naves interplanetarias, recorridos por estas carreteras y caminos oscuros. Con decirles que ya tenemos un grupo de especialistas para alimentar con rigor de conocimiento toda la información que nos llega desde cualquier cementerio o vórtice para traspasar dimensiones en recorrido hacia otros mundos. -Qué nervios, cariños. Qué nervios.
Ustedes creen que en esta casa de mis tíos todo es guachafita y pernicia, pero hay que ver a Ambrosio con su cara de perro al probar el café clarito que se le brinda aquí. Le hemos rogado y dicho a la tía Pulqueria que a él no le gustan esos guarapos. -Es verdad, Carretico. Esas juagaduras me caen mal al estómago. A mí me cae bien un cafecito tinto, cerrero y que manche el pocillo. -Qué se lo trague así o que busque por otro lado para que le sirvan como le gusta. -Limosnero y con garrote, refunfuña la vieja.
Buen, vamos a la celebración de los 400 episodios en estas Repelencias, cariños.
Carlos Orozco Carrero