En tiempos de caudales crecidos y humedales saturados es preciso acompañar la prudencia y la acción solidaria con mucha oración. Es necesario rogar al Santo Cristo Milagroso y a la Virgen Bendita de La Consolación para que la naturaleza implacable regrese a su total y permanente calma.
Carlos Orozco Carrero
En la comunidad de La Ermita notamos que sus habitantes siempre van en procura de acomodar sus espacios para dar calidad de vida a vecinos y visitantes. En notable como todos colaboran, motivados por los directivos de una organización vecinal llena de optimismo y esfuerzo reconocido por los que visitamos esta comunidad tan fina. Me gusta eso, cariños.El deporte de interés mundial acapara la atención del planeta entero. Nos alegra mucho que esta actividad humana se imponga sobre lo desgarrador de las noticias sobre tanta tragedia que sufre el mundo. Las Grandes Ligas y su desenlace final de temporada. La actuación de nuestros compatriotas en el mejor béisbol del mundo. Pronto tendremos el Mundial de fútbol en Qatar y eso nos mantendrá ocupados en cosas más importantes para aliviar angustias.
El duelo de la muerte, señores. Ocurrió en horas de madrugada, antes de una misa de aguinaldos, cuando los muchachos de la época no se acostaban la noche anterior y apenas pasaban en conversa interesante de desocupados en plazas y esquinas, esperando el Santo Oficio y a veces acompañados de una mistela caliente para dar calor a todos. Nadie recuerda el motivo que llevó a Froilán a desafiar a Alejo aquella madrugada fría. Unos dicen que fue porque Alejo le mentó la madre a todo grito en el campo deportivo y en presencia de muchísima gente. Era un juego de pelota caliente entre un equipo de Rubio y los del pueblo. No iba a estar lleno, si eran Los Municipales de Rubio contra El Deportivo Uribante con todas sus estrellas… Bueno, el caso es que Froilán tenía fama, y lo había comprobado muchas veces, de peleador en categoría superior a la hora de una coñaza entre machos de verdad. Alejo nunca peleaba. Lo de él era el desafío de palabra, apenitas. No sé por qué estaban en la esquina de Don Elías Méndez, diagonal al viejo hospital convertido en paredes derruidas. Nadie pudo trancar la embestida de Froilán y, en menos de un susto colectivo, ya estaba golpeando al pobre Alejo. Claro que se escuchaban alaridos entre el tierrero que levantaba la refriega. Lo extraño es que los gritos los soltaba Froilán y eso llamó la atención a los zagaletos de turno. El pobre Alejo se fue calle arriba, escupiendo sangre y con la camisa despedazada. Froilán gritaba a todo pulmón y pedía que le revisaran la espalda, intentando señalar la cuarta y quinta costilla. El sol asomaba en el cerro de El Bolón cuando nos dimos cuenta que Alejo le había arrancado de un certero mordisco un tolete de carne de costilla a su contrincante. Por eso corrió escupiendo sangre hasta la esquina del parque infantil. Los testigos se encargaron de dar fama al mordelón y éste nunca fue desafiado a pelear en el pueblo. Alguien comentó una tarde de sancocho y miche: -A mí me dan ganas de agarrarme con Alejo, pero qué tal y me arranca un pedazo de carne…