Luis Herrera: Maestro de la democracia, la honestidad y con más de 4 mil obras en Táchira
13 de mayo de 2025
Carlos Orozco Carrero
-¡Galleta! -¡Galleta! -¡Galleta! Los que hemos utilizado alpargatas a lo largo de nuestras correrías juveniles somos testigos de la mala fe de los más grandes en cada pueblo venezolano. La galleta era una práctica malvada que nos aplicaban a los débiles de manos y muñecas. Un par de alpargatas elegantes y coloridas perdían su estilo a la hora de aplicar la técnica de la galleta casi siempre en baños quebraderos y paseos escolares. En la quebrada Blanca de Pregonero se acostumbraba a esconder nuestro calzado juvenil antes que los grandes del pueblo agarraran la planta, casi siempre de llanta de carro o suela curada, para introducirla entre la capellada y talonera a fuerza bruta. Allí se retorcía y quedaba en forma de galleta y eso equivalía a rogarle al culpable para desamarrar la alpargata antes de llegar a nuestros hogares. Tal vez algún campesino forzudo nos hacía el favor de soltarla y llegar a casita con ellas en los pies. Era tanta la emergencia que olvidábamos el currunchete en el caldero sobre las tres piedras del fogón casi listo para servirlo en hojas de limonero.
Nuestro amigo Hilarión cumplió con una promesa de amor a Nancy. Un hermoso libro sobre la vida de su esposa y un reencuentro de sus amigos más cercanos. Ahora Hilarión entrará en la investigación de los hechos históricos de su pueblo natal, La Grita, para publicarlos a sus coterráneos y amigos.
El mejor equipo de pelota de algodón del Centro Latino celebró con anticipación el día de las madres para todas las damas del grupo. Tony Peraza y carretico, campocorto y primera base, respectivamente, amenizaron el evento con canciones de la época nuestra. Sigue el equipo Venados dando muestra de solidez y amistad profunda y sincera entre sus integrantes. Hizo falta Muchilanga y Blanca para completar la pernicia.
El borrachito insistía en pedir el último trago, como en la canción de José Alfredo. El cantinero se negaba a servirle siquiera un michito claro y muchos menos un moreno ron. No aguantaba un sorbo más de alcohol este hombre en su celebración. –Sírvame siquiera el profiláctico para largarme de aquí rapidito, imploró el sujeto. -Bueno, te lo sirvo y te vas a tu casa ya. El mesonero procedió y le sirvió la bebida pedida con clamor. Después del trago, el borrachito salió dando tumbos y se perdió en la penumbra de la fría noche. Un parroquiano que estaba recostado a la rock-ola preguntó: -¿Qué le sirvió usted a ese pobre hombre ? –El dueño del botiquín explicó que el profiláctico era un trago que se obtenía al exprimir el trapo de limpiar las mesas del local en un vasito plástico. –Eso es liquido celestial para un borrachito profesional, amigo.
El muchacho siempre ve al señor de saco de kaki por donde pasa. En una bodega lo ve. En una plaza aparece. Por las calles del pueblo y a cualquier hora. Es el mismo señor que sale en el retrato que está en la sala de la casita en la aldea. Es un retrato coloreado de mala manera y que sirve de hogar a unas tutecas flacas que se pasean entre los cuadros que penden de una puntilla oxidada. Lo extraño es que en esa fotografía también están sus abuelos, quienes murieron por los años veinte del pasado siglo y nadie en la familia ha podido explicar quién es ese hombre que está allí y que siempre lo ve en cualquier sitio y le sonríe. ¿Vendrá de tiempos anteriores a comunicarle algo?
Caen «Los Mirandinos» al cruzar frontera con alijo oculto en el carro
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13 de mayo de 2025
