Carlos Orozco Carrero
Falleció en días pasados nuestro amigo Gilberto Puente, considerado el mejor requintista del mundo. Fundador del trio Los Tres Reyes, sorprendió al público latinoamericano por sus maneras de ejecutar la guitarrita estructurada por el güero Gil del trio Los Panchos por los años 1940. Su digitación en el instrumento hizo que cambiaran las formas de puntear melodías para intentar semejar la floritura que Gilberto hacía en sus introducciones e intermedios de tantos boleros que salían de todas las rock- olas en los botiquines esparcidos por esta tierra morena y caribe. Los Tres Reyes Siempre nos acompañaron en nuestros recuerdos de amores imposibles, junto a veladores y comandas cómplices de nuestra bohemia sentimental. Buen amigo,
Pogacar hizo caída y mesa limpia en el pasado Tour de Francia. No dejó ganar la penúltima etapa a su más cercano perseguidor Vingegaard a pesar de su descomunal ventaja en la clasificación general con la máxima aquella de “al caído caerle y al dormido hacerle ruido”. Seguramente ya se ha conformado un grupo de aficionados que están ligando a su derrota por abusador. Lo mismo ocurría con Muhammad Alí, quien recibió el apoyo de millones y el deseo de verlo derrotado de otros tantos millones.
Empiezan a moverse los peregrinos al Santo Cristo de La Grita. Muchos años los organizadores ganan en experiencia y los resultados mejoran cada año para que los fieles creyentes hagan el recorrido entre senderos y oraciones de agradecimiento al Patrón Espiritual del Táchira. También vemos por los caminos bonitos a muchas peregrinas hermosas que invitan a seguir en esas caminatas hacia la Atenas del Táchira. Sigue creciendo la fe católica en nuestra juventud, caballeros.
Cuando Eutimio sacó el crucifijo y se lo enseñó al enorme caballo azabache que relinchaba y soltaba bocanadas de candela por el hocico sangrante, éste picó sus cuatro patas sobre el empedrado de la calle de La Barranca en Pregonero. Sus relinchos se escuchaban cerca de los límites con Guaraque, lo que obligaba a los habitantes de esas comarcas católicas merideñas a persignarse y entrar en oración piadosa para pedir que El Todopoderoso sacara al corcel del diablo de nuestras tierras. Eutimio corrió detrás del bicho infernal y lo obligó a bajar por el camino de la vega del Uribante hasta perderse dejando un fétido olor a azufre maldito. En cada calle una historia.