Carlos Orozco Carrero
Esculcando entre las páginas del maravilloso libro escrito por Gerardo Pérez Duque titulado: “El Cobre, tierra mágica y de aventuras”, donde nos muestra toda la magnificencia del territorio que vio nacer a sus progenitores, no encontramos un episodio que pudiera señalarnos algunos destellos de la presencia en sus cielos de ciertos aparatos extraños que sobrevuelan desde Campo Alegre, en La Grita, bajan hasta los tanques del INOS en Caricuena para succionar agua limpia y raspan la cresta del Alto Duque para sostenerse en San Agustín y desaparecer, dejando atónitos a los que han logrado divisarlos de refiloncito por algunas aldeas hermosas de esta tierra prometedora. Puede ser que con el tiempo Gerardo agregue algunas notas sobre tantos fenómenos que todo el mundo observa y nadie muestra pruebas. En cada esquina una historia.
Si Dios Todopoderoso quiere pronto tendremos los tachirenses a otro Grande Liga más vistiendo los colores de Los Rojos de Cincinnati. Ahora es Daniel García Contreras el afortunado muchacho nacido en Seboruquito lindo el que nos va a representar como venezolano en la Gran carpa. Dios lo proteja de cualquier lesión para que reciba nuestro apoyo como pelotero profesional criollo. Me gusta eso, caballeros.
La octavita de ferias nos agarró por sorpresa ante la presencia de unos aficionados a la fiesta brava de verdad. Sus vestimentas en la celebración nos mostraron un pantalón propio de un matador de postín sevillano, donde el corte realizado a la tela de popelina fina denotaba que había sido confeccionada por un sastre pamplonés de acuerdo con lo que aseguraba su mozo acompañante, quien también vestía con un carriel hermosísimo, terciado al pecho y de medio lado. Animaron la velada estos caballeros en sus bailes y cantos de pasodobles recién doblados en el bodegón del buen estar. Salieron en hombros el gran Miguelín con su pantalón que semejaba un cruzado tornasol y José Mario, Varón del carriel hecho con semicuero sacado de una semivaca bogotana, de acuerdo con lo experimentado del conocimiento de Manuelito García. Son episodios preciosos de nuestra existencia, cariños.
Todos los que estaban en el estadio del club Latino fueron testigos de un batazo sorprendente ejecutado por el jugador más lento de todas las ligas de softball de la región andina. Una ruya entre la receptoría y tercera base sirvió para llegar quieto a primera con la algarabía de todos. Todavía le poden autógrafos al Rey del Piconazo por tal hazaña deportiva.
Pregonero muestra también en sus historias algunos testigos que juran por la madre que los parió que han visto y hasta se han quemado con bolas de candela que alumbran los callejones con sus fogonazos tenebrosos. Yo los he escuchado en charlonerías propias de un trasnocho bohemio, cuando muestran brazos, manos y dedos achicharrados por el fuego infernal deslumbrante que soplaba en las viejas ruinas del hospital viejo. Y no es el hospital que dejaron destruir en la plaza Miranda del pueblo. La candela que no soltaba humo azufrado era la que salía del hospital frente a mi casa en Pregonero. Y les aseguro que si ustedes creen que lo que digo es mentira, que se abra la tierra y nos trague a todos…