Carlos Orozco Carrero
Estuvimos en la fiesta estudiantil que se celebró en Pregonero durante la Semana Aniversario del liceo Francisco de Borja y Mora. Eventos científicos, elección de la reina hermosa, donde destacó la participación del profesor José Vargas y sus hermosas composiciones, acompañado de José Ramón Ramírez “Farito”, eterno artista uribantino; y hasta Carretico se arrimó al escenario para soltar algunos acordes con su cuatro sonoro. La animación de Marilú, con sus maneras bonitas de comunicarnos los detalles del acto, llamó la atención de todos. La oralitura y la cultura venezolana también ayudaron a despejar dudas sobre conceptos utilizados por todos los asistentes al conversatorio realizado en el marco de la celebración de un año más de fructífera labor académica de la casa que nos formó durante nuestro bachillerato. Importante la colaboración que nos mostró la actuación de muchos integrantes, activos y jubilados para conseguir el éxito del evento. Pendientes para el próximo año, cariños.
La pregunta que escuché a todos mis amigos de siempre: -¿Cuántos tienes, Carretico? -50 añitos, recién cumplidos- les respondía. Y, como dicen en La Grita: -Revísate bien, porque se te quedaron dos sotas en el bolsillo de atrás y cada sota vale 10. No lo pelan a uno cuando los conocen desde pegote.
Se acerca la celebración de los 100 años del mejor Grupo Escolar del mundo. El Sánchez Carrero nos invita a participar en este evento tan extraordinario para rendir honores a nuestra primera escuela, donde aprendimos las letras que nos enamoraron de la lectura y recibimos tan cuan reglazo para que dejáramos la guachafita y ser hombres útiles.
Al regreso de mi pueblo hermoso, el chofer del transporte frenó la unidad de golpe. Unas nubes habían dejado pasar algunos rayitos de sol y éstos calentaban un poquito la capa asfáltica. Nos dijo a todos: -Vengan al frente para que vean este animal tan grande. Nos acercamos y vimos una enorme culebra enrollada que escurría agua por todos lados. Parecía una rueda de gigante de camión y de colores brillantes encantadores. Levantó la cabeza y al conductor de la buseta se le ocurrió tocar la corneta de viento para espantarla. El reptil hizo un movimiento extraño y saltó sobre el vidrio frontal, cubriendo todo el espacio de la camioneta. Se podían notar los enormes colmillos y los ojos rojos, amenazantes en su mirada depredadora. El chofer insistió con su corneta a fondo y el gigantesco monstruo saltó y cayó en una cuneta abierta por las lluvias. Quién sabe qué pasaría con el animal fantástico de este cuento medio loco. En cada esquina una historia.