Eduardo Fernández
Que prevalezca la paz, la justicia, la igualdad de oportunidades. Que desaparezca la guerra, el hambre, la violencia y las injusticias.
Una fiesta de enorme significación para el mundo cristiano. El misterio de la encarnación. Dios hecho hombre. Un pequeño niño nacido en un pesebre, en humilde cuna, de padres modestísimos, rodeado de campesinos y de animales viene a redimir al mundo. A redimirlo de sus pecados y de sus miserias. De sus guerras y de sus maldades. De sus mentiras y de sus perversiones.
Entre nosotros existe la tradición de pedirle favores al Niño Dios cuando se acerca su nacimiento. La primera petición que se me ocurre es la Paz. Que cesen las guerras. Que se acabe la violencia, los crímenes, los asesinatos de niños y de inocentes. Que se acabe la guerra en Ucrania y en el Medio Oriente y en Siria y en Sudán y en donde quiera que haya seres humanos asesinando a otros seres humanos. Que se fortalezca la familia y los valores del cristianismo.
Lo primero que le pido al Niño Dios es que prevalezca la Paz en el mundo entero. Y para que haya paz deben darse tres condiciones, que en lugar de la guerra prevalezca la justicia, que en lugar de la violencia prevalezca el amor, que en lugar del odio prevalezca el perdón y la misericordia.
Para el mundo queremos paz, justicia, amor, perdón, solidaridad, fraternidad, erradicación de la guerra y de la violencia y de la injusticia y del odio y del egoísmo. Igualdad de oportunidades para todos los seres humanos. Erradicación del hambre y de la pobreza. Todo eso es posible. Requiere corazones bien dispuestos y también inteligencia: Ciencia y tecnología. No para fabricar más armas de destrucción y de muerte sino para asegurar que a nadie le falte -el pan nuestro de cada día.
Para Venezuela pedimos lo mismo. Que prevalezca la paz, la justicia, la igualdad de oportunidades. Que desaparezca la guerra, el hambre, la violencia y las injusticias.
Esta es mi carta al Niño Dios.
Seguiremos conversando.