Néstor Melani Orozco *
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Una noche, desde el piano de Hugo Baptista, pude entender a Ludovico Silva, porque más allá de la Universidad de Frankfurt en Alemania, donde había dictado lecciones de literatura latinoamericana y hablando de amigos el interesante filósofo nos narró aquella noche en la mansión suiza de su encuentro en el Festival de la Cerveza en Colonia con José Laurencio Zambrano, pues venía el poeta y actor viajando por Europa, en su asilo en un circo francés, después de escaparse de Chile, de la dictadura del general Pinochet.
Esto lo oímos allá en Bello Monte, de aquella Caracas convertida en el lugar de las logias y de la poesía.
Más del cielo saber de José Laurencio Zambrano invocando años atrás en la capilla del Seminario Eudista Francés de La Grita, del recién fundado Liceo Civil, en «Las Bodas de Sangre» de Federico GarcÍa Lorca, y de viajero, poeta y estudiante de filosofía de la Universidad de Santiago, en 1970, se hizo compañero con Víctor Jara, para ir por Chile en la campaña política de Salvador Allende.
Cosas del alma, virtudes de una canción comprometida y, desde la guitarra, los temples divinos en todos los gritos de Suramérica.
Así, Ludovico Silva lo describió en aquella noche y de su asilo en un circo muy cercano a Marcel Marceau y del sonido perpetuo de un salón o un cabaret con Yves Montand.
Y desde los años, irse en las noches para cantar rancheras en «La Abadía» de Mérida y ser como Paco Ibáñez y más poeta que Facundo Cabral.
Así vi desde mis ojos a José Laurencio Zambrano, el poeta. Señor de los teatros, Augusto más eterno que Raúl Montenegro…
Porque para 1966, Raúl Sánchez, el insigne pintor de «La Bienale di Venezia», le regalaba a Miguel Morelani la surrealista obra «El Rostro del Amor», y como rituales de la luna y los acordes mágicos, Laurencio invitó a la primera fiesta hippy de la añorada ciudad de La Grita…
Y de muestra de ilusiones y cantares era de moda «El Limón Limonero» del trinitario-zuliano Henry Sthepen, donde el pueblo entero rezó de espantos sin entender los hechos y corrientes de un «Mundo del Hombre Nuevo»… desde Andy Wharol, hasta los caballos de Muns o de las declaraciones poéticas del médico y humanitario llamado Carlos Roa.
Del llanto de Pepe Melani por la cúpula borrada por lo ignorante de un sacerdote, la cúpula zefardita de la iglesia del Cristo o de la oración del tiempo entre los testimonios ahora ocultos de tantos silencios…
Hoy entre los sollozos de la lluvia y la carta de amor a la mujer del alma, me avisó Morelani que José Laurencio Zambrano había muerto, el actor Carlos Tovar había dicho…
Vinieron los recuerdos y hablaron las rosas ocultas en los espejos, desde el lino del teatro o del encanto de las letras en “Cucarachas Azules», su libro inmediato e inédito, desde el panadero en la Guajira zuliana, del reformador de los conciertos del Teatro Baralt de Maracaibo y de los recitales en el Lía Bermúdez, entre las purificaciones en un botiquín de Cabimas, cantando junto a Emerio Darío Lunar y de caminar en «Amaneció de Balas» con el Chino Mora para levantar las banderas que llevó el `Che` Guevara entre los pañuelos blancos del viejo Marulanda…
¡Dios mío!
Laurencio recitando a Neruda. Y dejando una flor roja en una ventana, después de una serenata. Y sabiendo de Barinas adentro o jurando de amor con hojas de trébol a la muchacha de la calle cuatro de aquella Grita, «simiente bendita» de los recuerdos.
Se fue el poeta, desde el venir de la guitarra antigua, donde el amanecer en dibujos, con las promesas y donde el ojo de Dios en sus metáforas a «Las odas de la cristiandad» se hicieron poesía más adentro de un siglo.
Del hijo del corista y sacamuelas, quien como un ángel de santo domingo iba llorando por dentro. Es el poeta de las frases elocuentes y el que encarnaría al viejo de actor que se convertiría en el personaje de mi obra: «El Quinto Mandamiento», para que Chabaul hoy, en la ceremonial, la pueda desgranar con el alba de cada promesa.
Se fue Laurencio, el que entendió las presencias de Aníbal Dennis y le dijo de tiempos a la hermandad de Orlando Cárdenas. Para vivir el Premio Nacional de Poesía, entre sus ríos de amigos y desde la copla de Barinas, entre el acorde de Orlando Araujo y el retorno por fin de Adelis León Guevara, y desde el Laurencio inquieto lírico y creador, lograr hacer del canto sureño su verdad de artista como del venir sencillo de Aquiles Nazoa entre «Los Almendros» de Vallejo y el rostro de «La Amada Inmóvil» de Amado Nervo. De la «Mujer de las Manos Cortadas» de Teodoro Gutiérrez Calderón …y de Job Amado poder decir con el corazón, «La Aldea Peregrina» de Rafael Rojas Pérez en las presencias del Laurencio en su universo de la poesía.
Se fue el poeta, este 6 de febrero del 2022, con la guitarra al hombro, porque los signos de los versos, se vistieron de violetas y de los rostros hermosos, los besos guardados en un santuario de su alma…
Se fue José Laurencio y no se esperó para hacer de La Grita el concierto verdadero de los sueños…
Entonces, ahora en los instantes, lo veo a través de la narración viajera, aquella noche de hace cuarenta años descrita por Ludovico Silva y de un reloj en los instantes de todos los ensueños…
¡Eternamente!
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(*) Artista Plástico.
Cronista de La Grita.
Premio Internacional de Dibujo » Joan Miro»1987-Barcelona, España.
Maestro Honorario.
Doctor en Arte.
Premio Nacional del Libro-2O21.