Marco Tulio Arellano
“No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”
Confucio y Jesús de Nazaret
Ha transcurrido el tiempo y nuestro país sigue siendo víctima de una guerra, ya no sólo económica sino híbrida y multidimensional.
A lo anterior se suma ahora la pandemia mundial del Coronavirus. Un enemigo invisible el cual mata a los humanos sin distingo de razas o de credos y además, tiene en cuarentena a todos los habitantes de la humanidad.
Si bien es cierto el planeta ha atravesado desde su origen situaciones difíciles expresadas en pandemias, guerras y amenazas de destrucción del hábitat y del ecosistema, hoy más que nunca, el afán de la riqueza fácil es impulsado por la codicia, la avaricia y el odio que se han desatado.
Todo este esquema nos envuelve y nos angustia, en una Venezuela aferrada a una Revolución que también ha encontrado a sus enemigos internos y externos, enloquecidos por su afán de “acabar con el Régimen” y dar un Golpe de Estado al gobierno del Presidente Bolivariano Nicolás Maduro Moros.
No la tenemos fácil porque la guerra multiforme y multidimensional dirigida desde el imperio norteamericano y sus lacayos, ha ido desgastando el equilibrio económico de nuestra sociedad.
A ello se suma las estrategias de un bloqueo y sanciones que han afectado la vida social y armónica de la familia venezolana, por amenazas continuas que ya no son tales sino concretas y además, cargadas de odio y expresadas a través de “Contratos de Guerra” y amenazas de invasión como la frustrada “Operación Gedeón”.
Todo esto está concatenado con protagonistas reincidentes y la suma de “mecenas” y “terroristas de nuevo cuño”, quienes recurren sin pudor a métodos mercenarios y estrategias probadas por el imperio en sus últimas incursiones en países como Iraq, Libia, Afganistán y Siria.
En el caso venezolano – como ya hemos podido observar – se han manifestado con aliados y engendros venidos desde “El Pentágono” y La Casa Blanca”, con la venia del Ministerio de las Colonias, la OEA y el fracasado “Cartel de Lima” que hoy vemos como es incapaz de proteger a sus propios connacionales de la pandemia del Coronavirus.
Es en el marco de este escenario y apabullados por una crisis interna que nos ahoga, expresada en la especulación monetaria y financiera que repercute en el precio de los alimentos, donde también afloran situaciones producto del “dejar pasar” o “dejar hacer” de algunos líderes de turno de la Revolución Bolivariana.
Si bien pareciera que pudiera haber una contradicción entre hechos que se suman a la angustia de los venezolanos, como los impulsados desde el exterior, también existen motivaciones internas que buscan respuesta por parte del Estado venezolano y que tienen sus culpables.
Una de ellas sobre la cual hemos insistido en reiteradas oportunidades por estos medios, es la relacionada con una deuda que mantiene Pdvsa con un número superior a los 30 mil jubilados de la industria petrolera y petroquímica nacional y la cual está vinculada al Fondo de Pensiones.
“No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti” dice una sentencia de Confucio y que encontramos también en la Biblia en sus libros del Nuevo Testamento, citada por Jesús de Nazaret.
En nuestro caso hacemos nuevamente referencia para refrescar la memoria de los nuevos directivos de Pdvsa y a una Comisión Interventora (que ya no tiene razón de ser) bautizada eufemísticamente como “Ali Rodríguez Araque”.
El asunto es que los jubilados de la industria petrolera, hombres que con esmero dedicamos largos años de nuestra vida al servicio de la primera industria del país, amenazada y en vías de la privatización, tantas veces negada por el Comandante Hugo Chávez Frías, hoy estamos contra la pared.
A través de AJIP, asociación que agrupa el mayor porcentaje de los jubilados petroleros se ha hecho saber a las más altas instancia del Poder Moral, Defensoría del Pueblo, Contraloría General de la República y la Fiscalía General, el caso de un presunto fraude al Fondo de Pensiones de los jubilados de Pdvsa.
Igualmente el caso que es público, notorio y comunicacional con fraudes públicos conocidos como el famoso “Caso Illaramendi” en la administración de Rafael Ramírez Carreño, hoy sigue latente y sin ninguna solución, gracias a la terquedad de los directivos de Pdvsa, quienes han corrido la arruga en varias oportunidades.
En la actualidad la situación es la siguiente: Una deuda que ha crecido exponencialmente de acuerdo a la paridad cambiaria establecida por el Estado venezolano y un panorama impregnado por la especulación y el alto índice de inflación, el cual afecta el bolsillo de todos los venezolanos.
Uno de los principios de honradez que recuerdo de mi padre Higinio Arellano (+), allá en los Andes, es aquel que establece que “deuda es deuda y hay que honrarla por encima de todas las cosas”.
Esta sentencia es la que debe aplicarse en el caso de la deuda contraída por Pdvsa con sus jubilados y la cual se incrementa en función del valor de la divisa, ya que los fondos ahorrados han sido invertidos – desde siempre – en divisa norteamericana y europea.
Actualmente de acuerdo a un balance registrado y avalado por las auditorias del Fondo de Pensiones de los jubilados de Pdvsa y los estados financieros manejados por APJ-PDV la Junta Administradora del citado Fondo, esta debe solamente en Pagarés Pdvsa, un monto de 2.347.127 dólares (año 2015) al igual que montos de otras variables en el período comprendido entre los años 2005 y 2015; porque los últimos años 2016, 2017, 2018 y 2019, no han sido entregados los balances respectivos por parte de las empresas auditoras y de la Junta Administradora. (*Cifras de la Dra. Irma Sosa)
Los montos están relacionados directamente con variables o indicadores como “activos en divisas, efectivo y equivalentes, portafolio de inversión, títulos, obligaciones de compañías/acciones, intereses por cobrar, certificados/Bonos Pdvsa”.
Toda la deuda por cuantificar se elevaría en los años acumulados – según cifras aproximadas – a un monto inicial superior a los 7 mil millones de dólares, cifras que se pierden de vista asociadas a los Bonos manejados en el exterior, alquiler de bienes e inmuebles y otros activos que actualmente son cuantificados por AJIP para ser certificados por entes financieros y cotejadas por APJ-PDV.
El señor Pedro Nouel, jubilado de la industria, sostiene que “los grandes gananciales del fondo de pensiones se deben principalmente al diferencial cambiario y en segundo lugar, a los intereses que debe pagar PDVSA por financiarse con nuestros haberes”.
Igualmente – sostiene el colega Nouel – las ganancias del Fondo han sido sumamente elevadas, en los últimos años, por efecto de la altísima variación que ha sufrido la tasa Bs/$.
En este de orden de ideas – puntualiza el jubilado Pedro Nouel – el petitorio de una Hoja de Ruta de pago de sólo los intereses debidos por PDVSA a partir de fecha inmediata futura (660$ mensuales por jubilado) es lo más factible de lograr, asumiendo que PDVSA quiera honrar la deuda y solventar la situación.
Hasta los momentos el Estado venezolano – verdadero deudor por ser dueño de Pdvsa – no ha honrado la deuda y los administradores que ahora son fluctuantes en la que hasta hora fuera la primera industria del país, han mentido y escurrido el bulto quizá a la espera de un borrón y cuenta nueva por parte de los nuevos actores, quienes no terminan de aterrizar en la Pdvsa que hasta ahora era el orgullo de los venezolanos.
Los jubilados esperamos se haga justicia y se honre la deuda a pesar de los tiempos inestables y difíciles, donde los bonos son arrebatados por “autoproclamados” y farsantes, así como por los buitres de las finanzas quienes huelen donde está la presa para saciar sus infames apetitos.
Es hora de honrar los compromisos y las nuevas autoridades de Pdvsa y la Junta Administradora APJ-PDV tienen la palabra.
¡Amanecerá y veremos!