Opinión

Se requiere aumentar la capacidad adquisitiva

7 de enero de 2024

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 Francisco Corsica

 Antes de empezar, ¡Que el año 2024 nos sorprenda con su mejor cara y nos colme de bendiciones! Con las doce campanadas que anunciaron un nuevo ciclo, ansiamos que este año nos regale no solo salud y prosperidad, sino también la materialización de nuestros anhelos más profundos. Con la fe puesta en Dios, así será.

Cada nuevo almanaque abre un abanico de posibilidades y desafíos, y el 2024 no es la excepción. Este año marcará la renovación de líderes políticos en distintas partes del mundo. Solo en el continente americano, debe haber elecciones presidenciales en El Salvador, Estados Unidos, México, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

En cuanto al último de los mencionados, el desafío persiste en la lucha contra la pobreza y la recuperación del poder adquisitivo. Estas son cuestiones que se arrastran desde hace demasiado tiempo. Si bien la crisis global inició con la pandemia de la COVID-19 en el 2020, este país enfrenta su propia y prolongada catástrofe desde mucho antes.

Resulta fascinante sumergirse en las percepciones y análisis que tanto la gente común como los expertos tienen sobre los ingresos y la inflación en el país. Cada opinión, cada visión, revela la complejidad intrínseca de una realidad económica que desafía la lógica y los pronósticos.

El debate sobre un posible aumento salarial en Venezuela es un terreno fértil para todo tipo de reacciones. Por primera vez en mucho tiempo, en 2023 no se hicieron anuncios sobre esta materia. Es claro que urge recuperar la capacidad de compra para restablecer una calidad de vida que, en estos tiempos, se encuentra en un precario equilibrio. Sin embargo, el consenso sobre las formas y los montos dista mucho de ser unánime.

Quizá lo que más agita las aguas es la incertidumbre en torno a las consecuencias de este hipotético aumento. Aunque el país haya dejado atrás los estragos de la hiperinflación y la devaluación de la moneda se haya desacelerado, la fragilidad de la economía nacional persiste como una preocupación latente. Se trata de un tema complejo, lleno de matices y variables impredecibles. Cada decisión económica parece ser un acto de equilibrio sobre una cuerda floja.

La triste ironía de los aumentos salariales en este país es su tendencia a desencadenar una inflación desmedida, que muchas veces se desata inmediatamente. Es un escenario desconcertante: el intento por abastecer los bolsillos de los trabajadores se convierte en una paradoja, donde terminan adquiriendo lo mismo o incluso menos con una cantidad mayor de dinero.

Inclusive, se ha llegado al extremo de que la misma sociedad ha tenido “miedo” cuando se han dado los últimos anuncios. Saben que, lejos de favorecer, agravará la situación. Todos los aumentos han sucumbido ante una crisis económica que se ha hecho cotidiana. Ninguno se ha traducido en una mejora significativa con el paso del tiempo. En definitiva, la calidad de vida no se ha visto restaurada.

Basta con ojear la historia reciente, ya que ofrece una ventana reveladora. En marzo del 2022, cuando se anunció el último aumento, equivalía aproximadamente a unos 30 dólares estadounidenses. Aunque se trate de un monto modesto, representaba un incremento significativo respecto a los fugaces 2 dólares que valía la dieta mensual anterior.

Sin embargo, estando en la primera semana del 2024, ese mismo monto en bolívares apenas supera los 4 dólares estadounidenses. El ciclo se repite incesantemente. Esta no es la primera vez que un aumento se disuelve como la sal en el agua, y desafortunadamente, a este ritmo, parece que tampoco será la última.

Es una danza triste y repetitiva, donde los esfuerzos por mejorar la situación económica se desvanecen rápidamente. La misma realidad se encarga de diluir la esperanza, convirtiendo cada intento de alivio económico en un eco de desilusión y desencanto para muchos. En este ciclo aparentemente interminable, la estabilidad financiera y el bienestar parecen siempre esquivos, dejando a la población vulnerable a una incertidumbre constante.

A pesar de los esfuerzos por otorgar bonos y paliativos a los escuálidos ingresos mensuales, la sociedad venezolana continúa sumida en la pobreza, con estándares de vida inaceptablemente bajos. Las alarmas suenan fuerte y claro: las cosas no están bien, y este tendría que ser uno de los temas estelares en las venideras campañas políticas.

Tomando en consideración lo expuesto hasta ahora, ¿merece la pena un aumento del salario mínimo? La respuesta, sin duda, es afirmativa. El salario mínimo actual simplemente no alcanza para cubrir las necesidades más básicas. Por ese simple motivo, se debería llevar a cabo eventualmente.

Sin embargo, este aumento no puede ser una medida aislada. Debe ir de la mano de una política económica integral, orientada a revitalizar y expandir todo el entramado productivo nacional de manera sostenida y exitosa. Una estrategia general que abarque todos los aspectos económicos, para superar los obstáculos que aquejan a esta sociedad.

La clave está en buscar un cambio no solo en el monto, sino en mejorar la capacidad real de las personas para adquirir bienes y servicios. Haciendo esto, los preocupantes niveles de pobreza descenderán automáticamente. Ese debe ser el objetivo final: no solo un aumento numérico, sino una transformación que eleve verdaderamente el poder adquisitivo de los ciudadanos.

De lo contrario, estaríamos frente a un simple cambio de cifras, con las mismas deficiencias y desafíos del pasado, perpetuando un ciclo de carencias y desigualdades. En este contexto, las voces de todos, desde el ciudadano común hasta los expertos en economía, son vitales para comprender la situación y buscar soluciones que apunten hacia la estabilidad y el progreso de todos los venezolanos.

Es hora de afrontar estos desafíos con determinación, buscar soluciones creativas y unir esfuerzos para restaurar el equilibrio perdido. El 2024 se convierte en una oportunidad crucial para redefinir el rumbo y que Venezuela avance hacia un futuro más próspero y esperanzador. Aprovechando que la política tendrá un papel protagónico durante estos meses, ¡que este nuevo año traiga consigo la voluntad y la acción necesarias para que un mañana mejor deje de ser un sueño pendiente por cumplir y se convierta en una vibrante realidad!

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