Opinión

Ser cronista en la heredad de La Grita

2 de agosto de 2023

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Néstor Melani-Orozco

Entre las voces cantando en un coro y junto a los grabados en las piedras, para la forma del Arte Rupestre donde están los orígenes de esta ciudad  llamada del Espiritu Santo de La Grita, y como una Danza India y criolla, aún destila la guitarra de Andalucía.

Más de ser comarca de tantos hechos, historias y una memoria inmensa de ser cuna de pueblos, como raíz de la cultura Humogria y destino venido desde Pamplona «la nueva». Es el municipio Jáuregui un emporio de valores, desde el saber campesino, del maestro educador, de sacerdotes, militares, juristas, economistas, artesanos, artistas. Seres de tantas profesiones. poetas, ciudadanos del bien, al labrador, la mujer en sus luchas y la verdadera fuente de tantas escuelas, como portal a un futuro de los Andes y de Venezuela. Para pronunciarlo desde un convento monasterio de Santa Clara,  hasta de fuentes la ilustración de permitirnos decir de la Escuela Manierista de Fray de Orellana, donde surgió la pertenencia de la imaginería cristiana. Y primer cenáculo de las Artes en nuestra patria 1586. Del paso de Juan Rodríguez Suárez, hasta de la proclamación de Francisco de Cáceres entre los evangelizadores de una Virgen hispana de 1597. Para afirmarlo en un credo del milagro de Tadea en 1610, con las fuentes del arte venidas con los viajeros desde el Cuzco para dejarnos un crucifijo venerable del Arte Barroco. Y como lo describió el Dr. José Pascual Mora cuando invocó quien de La Grita se guardó; «La Espada de Cervantes» lo dijo también Don Mario Briceño Perozo y lo describió una noche de oraciones literarias el poeta y actor José Gaudencio Zambrano. Entre un soneto y el encanto del Río Aguadías, junto al Rio Grande; viajeros al lugar de las eternidades en los destellos del relámpago del Catatumbo. Más en la dignidad de Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno desde 1883. Afirmando en 1884 un colegio seminario, ideal de la cultura andina. Así lo entendí después de mi primer regreso de Europa  y desde las fuentes hermosas de Nectario María, del Archivo de la Ciudad, de los viajes a Pamplona, Mérida y Bogotá me inicié en los testimonios de Domingo Enrique Lupi. De las cátedras de Antonio Arrellano Moreno, los encuentros con Don Rafael María Rosales, el legado humano del Dr. J. J. Villamizar Molina. Más el ejemplo del Dr. Luis Hernández y las defensas del historiador Walter Márquez. La connotación de Raúl Salcedo y de los testimonios de Fidel Orozco, cuando el Dr. Aurelio Ferrero Tamayo me describió la carta de Don Fidel pidiendo en 1953 al gobierno de la época el traslado de los restos de Simón Rodríguez desde el Perú al Panteón Nacional en Caracas. Mucho más en ilustrarle los libros a Don Ricardo Méndez Moreno, para decirlo con «Cimarronera» junto a Hugo Colmenares, Macario Sandoval y Hugo Rangel. Desde las búsquedas de nuestra antropóloga: Fanny Zulay Rojas. Y la inmensa academia de la museóloga Dra. Ana Ramona Montoya de Moreno. Para invocarlo en las ilustraciones de Pepe Camargo más profundas que los tintes del español Sánchez Felipe. Donde se vive, se adora y se siente…               Era 1986. Más en una necesidad de recaudar la otra memoria perdida en los silencios de nuestra ciudad de quien un 1° de agosto  de 1914, la poetisa «Isaura» Doña Josefa Melani de Olivares le dio el sobrenombre como «Atenas del Táchira». El día de la inauguración del monumento del ilustre sabio levita, Mons. Jáuregui. En la misma capital antigua y política que recibió a Bolívar en 1813 y se adornó de hechos, cambios, guerras y grandes testimonios. Desde el encantador mundo de los retratos de Miguel Méndez, hasta la palabra de Hildamar de Tesser, describiendo los años de un Teatro Gandica y ceremoniando los acordes del piano en el Club en homenaje a la batalla de Ayacucho, en el sigilo bendito y por fin; una carta de amor. Así me vi en sus venas y desde tantos libros y en una voluntad me propuse a encontrarme con las heredades, desde el patrimonio natural de sus montañas y su inmenso púlpito, «el pico más alto del estado». De un Seminario Eudista francés, en  la elevación de un camino y de buscar y viajar a lugares y entender  las otras realidades de una verdadera escuela para ser Cronista. Desde la oralidad, hasta en eternos documentos. De un pueblo sabedor de las realidades. En nuestra simiente para enarbolar a La Grita como escenario de las culturas. Planificar sus nomenclaturas y la presencia de llevar a las escuelas, liceos, la universidad, el mensaje de comunicar el verdadero sentido de la ciudad de las montañas, la misma que vio en 1830 al Mariscal de Ayacucho y la que se hizo dueña de la paloma plata con el significado del Espíritu Santo y la huella india con la imagen de España adentro, beata y católica. De asesorar hechos importantes de la historia y de crear un legado con los testigos fieles de la tierra consagrada a un valor cultural. Entre el obrero y los humildes caminando los silencios.          Pasaron los años y mi trabajo se fue haciendo una devoción por la tierra de Emilio Constantino Guerrero, en su novela «Lucía» (1904) y en el derecho internacional aéreo, para decirlo entre tantos, desde la revolución liberal Restauradora viendo en el claustro de las Señoritas Moret al General Gómez en 1899, probando un revólver y de hechos la connotación de Liceo Militar Jáuregui. Como mi otra escuela. Y de lágrimas ver morir una de las obras de mi padre, Pepe Melani en la cúpula bizantina románica del arquitecto Rafael Pino Farías, fuerzas estas de destruir, producto de la ignorancia. Obra que hizo venir al ilustre Tito Salas. Y como de sentir la muerte del Seminario Kermaria, legado del coronel y sacerdote Jean Baptista Cabaret.  Entre noches de letras; el recuerdo y la batalla de luchar por el legado arquitectónico, junto a los llantos del arquitecto Fruto Vivas, caminando por la ciudad de las siete puertas. Lo dije de Cronista el día que instalamos mis vitrales en la capilla de la iglesia matriz del Espíritu Santo, donde se guarda al Cristo sagrado de los milagros en el neogriego lugar, obra del maestro, alarife: Don Jesús Manrique. Allí comienzo narrando la historia de nuestra ciudad de La Grita. Mientras cuarenta y dos años describiendo a mi pueblo, los creadores y la pertenencia humana en diarios, La Nación, Los Andes, Católico, y  el Frontera de  Mérida. Y por soñar, pintar y realizar murales gigantes por todo el país y por América. un día de Mayo del 2003 la municipalidad me nombra el cronista de la Ciudad «Circasia de los Andes», la del Ateneo Luisiana, de la Escuela de Música, del secreto de la Columna del Calvario y la misma de orar ante el santuario de las aguas, entre lo celeste de un mundo donde la niebla concede atravesando las Torres neogóticas, el sentir a  rosas  de todas las verdades en el nombre de los poetas, de los historiadores como del alma un corazón gigante de la pasión por un sentir nacional… Ayer 28 de Julio en el nuevo encuentro de los Cronistas del Táchira, en la sede de la Sociedad Bolivariana porque desde este momento ante los hermanos Cronistas del Táchira, cuando es una inmensa necesidad de la defensa de nuestros valores, patrimonios, historia y la recaudación de un mundo en 29 municipios de nuestro estado, sentido vexilario de la libertad.  Quiero decirlo hoy cuando aún se reclama nuestra «Acta de La Grita a la Adhesión a la Independencia» de 1810  y luchando muchas veces hemos ido para afirmar una verdad de ser y saber sentir el hábito humano de ser Cronistas. Más describir cómo un 6 de agosto  de 1883, Monseñor Jáuregui  al recibir la parroquia del Espíritu Santo, mandó a bajar de la iglesia de los Ángeles del convento a la imagen del Cristo de Tadea y lo proclamó vigilia y patrono, para que La Grita de las aguas de Caricuena, sea el relicario originario y la fe infinita a nuestro patrono del Táchira. 447 años de la Refundación de la Ciudad capital antigua, un día de Lázaro y 413 años del milagro de Tadea, donde los ángeles dibujaron la bendición del pueblo a través del rostro del madero de fray Francisco. Y sobre los mantos de la esperanza vivirá la ciudad de los cantores y eternamente el verso de Teodoro Gutiérrez Calderón, desde la canción de Héctor Paredes Márquez, vestirá su himno y de la Crónica Musical de Miguel Ángel Méndez, de los futuros hacedores de leyendas y hechos consagrados a la identidad; para la eternidad entre las noches cuando contemplamos la geometría de las estrellas, y Dios derramará la beatitud a los hermanos, con el estandarte de la fe en cada uno de sus hijos… y con la flor de los páramos se bendecirán los venideros siglos.

 

   *Cronista de La Grita.   *Artista Nacional.      *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1987. Barcelona.  España.                                                      *Maestro Honorario.                *Doctor en Arte.          *Premio Nacional del Libro 2021. *Honrado con un Salón de honor en la Gobernación del Táchira. 2022.              *La Feria Internacional del Libro 2023 se rindió en su homenaje.

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