Marco Tulio Arellano
“La historia parece repetirse y ahora de nuevo nos recuerda el “Plan Balboa”; plan en el cual el Gobierno de Colombia aupado por la OTAN y el imperio norteamericano, cumple el triste papel de cipayo a espaldas del sentimiento mayoritario del pueblo colombiano que quiere la paz”.
El Autor
A medida que se aproximan las elecciones del venidero mes de noviembre en los Estados Unidos, el gobierno del Presidente Donald Trump también acelera su campaña y busca dentro de su estrategia electoral, utilizar a sus aliados para arreciar sus ataques contra el gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro Moros en Venezuela.
El primer acólito y perrito faldero que le hace la corte junto al “Cartel de Lima” es el gobierno de la vecina Colombia con su presidente Iván Duque a la cabeza, mejor conocido como “El Uribito” o hijo putativo de Álvaro Uribe Vélez.
La situación no parece estar fácil para el gobierno colombiano. En la medida que se acentúa la presión por parte de su socio principal en el negocio del narcotráfico, cada vez las exigencias son mayores y en el tablero geopolítico se asoman las escaramuzas.
Las señales visibles se expresan en el movimiento de tropas norteamericanas en sus bases militares con el cínico pretexto de combatir el tráfico de drogas, estrategia que se cae de madura al conocer los planes descarados del Departamento de Estado contra Venezuela.
Mientras todo el macabro plan avanza en el interior de Colombia las contradicciones políticas y sociales se acentúan sin poder contener el descalabro del capo mayor Álvaro Uribe Vélez, contra quien el mayor Tribunal de Justicia colombiano dictó auto de detención, al privarlo de libertad mediante una medida cautelar de casa por cárcel.
El expediente de Uribe Vélez está marcado por sus vínculos con el narcotráfico desde hace mucho tiempo y son conocidas las desapariciones forzosas, los asesinatos y “falsos positivos” que también se unen a su participación como cerebro, para acabar con el Plan de Paz de La Habana firmado por el expresidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) y que no aparecen como causales para su detención.
Todo parece indicar que existen maniobras de la oligarquía colombiana para mantener sus privilegios del Narco-Estado y sólo se orientan a distraer al pueblo para salvar a su capo mayor de la cárcel, donde merece estar desde hace ya mucho tiempo.
Para avalar los pasos procesales Álvaro Uribe pretende convertirse en víctima y ahora renuncia a su inmunidad parlamentaria como senador para poder entrar en el laberinto de la justicia colombiana, amañada y acostumbrada a las artimañas y a los sobornos.
Como decía “El Gabo” García Márquez “en Colombia la procesión va por dentro” y esto es precisamente lo que ocurre con la política de Seguridad Democrática, hoy en el banquillo de los acusados y ahora defendida a capa y espada por el lugarteniente Iván Duque, puesto a dedo por su mentor Álvaro Uribe Vélez quien es el verdadero gobernante del hermano país.
Mientras el show continúa en Colombia las cifras de la ONU son aterradoras. En el “Día Internacional de las Desapariciones Forzadas” reflejan como desde 1958 hasta el 2018 en el vecino país han desaparecido 58 mil personas y más 230 colombianos han sido asesinados en lo que va de año, entre ellos los firmantes del tratado de paz entre el Gobierno y las FARC-EP.
Igualmente – cifras de la ONU – indican que en los dos primeros años del Gobierno de Iván Duque han desaparecido más de 3017 personas en la Nueva Granada.
Al anterior cuadro macabro de muertes en Colombia se suman el número de líderes sociales que cada día son eliminados en los diferentes departamentos, en lo que la cadena TeleSur ha llegado a calificar como “Masacre a Cuenta Gotas”.
Muchos analistas y observadores internacionales así como institutos de investigación social, han mostrado su preocupación ante el comportamiento del pueblo colombiano quien ha soportado en silencio la muerte de miles de compatriotas, en lo que refleja una conducta ante la muerte como algo indiferente o cotidiano.
Son por demás conocidos a nivel internacional los famosos casos de masacres y desapariciones causados por fuerzas del ejército, paramilitares y la guerrilla en Colombia, en una guerra interna que supera los 60 años en el hermano país y ha sido denunciada ante los organismos de Derechos Humanos de la ONU (Ej. Caso La Macarena)
Ya las manifestaciones y mecanismos de protesta en Colombia para reclamar la paz y el cese a la muerte anunciada o estructural del Narco-Estado, ha rebasado los límites. Mientras tanto, a su vez, la pandemia del Covid-19 hace estragos y ubica al país neogranadino en el puesto número 7 entre los países de mayor número de contagios.
Mientras esto ocurre el gobierno colombiano sólo se preocupa por defender el negocio de la droga y obedecer como perrito faldero al gobierno de Trump, para desviar así su crisis acusando al Gobierno Revolucionario del Presidente Nicolás Maduro y atentando contra el Estado venezolano.
Ya desde la llegada del Comandante Hugo Chávez Frías la preocupación manifiesta por la paz en Colombia se expresaba reiteradamente.
Los pasos dados para apoyar el proceso de paz fueron por demás elocuentes. El Comandante Chávez lo señalaba: “La paz de Colombia es la paz de Venezuela”.
Desde nuestro sentir de hermanos de la Gran Colombia, la fundada por Bolívar en 1819 en la Ciudad de Angostura, siempre hemos insistido en la necesidad de que el pueblo colombiano despierte y encuentre su camino de paz, por lo que decimos: “Sólo el pueblo salva a Colombia”.
¡Amanecerá y veremos!”