o me refiero, desde luego, a que sean idénticas estas naciones escandinavas, que no lo son, a pesar de las semejanzas. Me refiero a la localización del supuesto proceso de negociación entre el oficialismo y la oposición política de reconocimiento internacional.
No cambia nada que ésto se lleve a cabo en Oslo o en Estocolmo. Y no cambia, porque el poder establecido se beneficia en ambos casos, y en ambos casos se perjudica la causa democrática de Venezuela. No parece difícil de entenderlo, porque así ha sido siempre con los llamados “procesos de negociación” entre la hegemonía roja y sus adversarios.
Ganar tiempo, abrir margen de maniobra, incordiar a los opositores, son siempre los resultados concretos. Y esta vez es igual. Cierto que el contexto internacional es muy diferente, pero no decisivo mientras el oficialismo, a pesar de su debilidad intrínseca, consiga debilitar a sus oponentes. De pronto, le tocará el turno a Dinamarca como país sede del “diálogo”, y quien quita si éste se desplaza más y más hacia el norte, a Islandia, por ejemplo…
Investigar denuncias
Se ha denunciado desde Colombia, una presunta apropiación de fondos de ayuda humanitaria por parte de personas que estarían cercanas a Juan Guaidó. Su reacción ha sido inmediata y tajante, en el sentido de solicitar una investigacion de las referidas denuncias por parte de las autoridades colombianas, que son las que tienen jurisdicción sobre el lugar donde se habrían cometido los hechos irregulares. Guaidó no se hizo eco de las celebres “solidaridades automáticas” de otros tiempos.
Su posición contrasta radicalmente con la impunidad absoluta de la que alardea la cúpula de la hegemonía roja. Lo cual, evidentemente, no quiere decir que el asunto señalado deba dejarse así, sin una exhaustiva aclaratoria, y de comprobarse la existencia de delitos, deban también procesarse de acuerdo con el estado de derecho. Lo que está en juego es muy importante. La justicia debe prevalecer por encima de cualquier consideración política.
El colmo de los colmos
En relación con lo anterior, causa verdadera indignación el que los voceros de la hegemonía depredadora se estén rasgando las vestiduras en nombre de la probidad administrativa. Sí, los mismos que han montado la centrifuga de corrupción más onerosa de toda la historia del continente, y de mucho más allá, ahora se dan golpes de pecho por las denuncias colombianas de malversación en contra de diversas figuras opositoras. Conste que yo no defiendo a nadie que no conozca a cabalidad. Y a los señalados no los conozco, así que no puedo sino desear, como ya dije, que impere la justicia.
Pero eso es una cosa y otra el espectáculo dantesco de unos mega-corruptos acusando a todo el mundo de lo que ellos son. Y el que los jerarcas del poder sean, en general, mega-corruptos, no es una especulación interesada de los críticos de siempre, sino hechos que provienen de denuncias formuladas, documentadas y consignadas por varios ministros del predecesor y del sucesor, que por eso cayeron en desgracia, y cuyos elementos probatorios han sido archivados en algún sótano de las instancias en que fueron presentadas. El colmo de los colmos.
La fragmentación
Tengo dos amigos, a quienes aprecio mucho, que son personas muy inteligentes, de una sólida cultura política, conocedores de la historia contemporánea de Venezuela, pero que están en las antípodas en cuanto a su valoración del papel de la oposición política frente a Maduro. Y no sólo sus criterios son contradictorios entre sí, sino que los difunden con una intensidad beligerante que no comparto. Menos mal que estos dos apreciados amigos no tienen relación de amistad o enemistad, y por lo tanto no me corresponde el ingrato papel de intermediario…
Esto lo comento porque el referido caso es un ejemplo de lo que pasa a un nivel mucho más general. Y esto pasa, creo, porque aún no hay liderazgos confiables y persuasivos, que amplios sectores sigan por considerar que hay una conducción promisoria. Los vacíos se pueden llenar, y llenar muy mal; pero también se pueden quedar vacíos a los efectos prácticos, y sobre todo cuando las expectativas no se convierten en realidades.
La Comisionada Bachelet
La visita a Venezuela de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, no creo que tenga mayores repercusiones. Me gustaría que sí las tuviera, en el sentido de formar conciencia sobre la situación terrible de los derechos humanos en el país, y el desprecio efectivo de la hegemonía hacia éstos. Pero la Comisionada Bachelet ha sido muy discreta al respecto, al igual que en sus presidencias chilenas, y no parece que eso vaya a cambiar ahora.
Habrán unas declaraciones que de pronto no serán del completo agrado de Maduro y los suyos, y es probable que también se redacte un informe con algunas críticas y hasta con denuncias. Sin embargo, ni en un caso ni en el otro quedaría reflejada la tragedia de los derechos humanos de los venezolanos, pisoteados por el poder. Espero estar equivocado.
(Fernando Luis Egaña)