Hogan Vega y Dorli Silva
Se vive en una sociedad donde la carencia de responsabilidad en las diferentes interacciones con los semejantes, produce la erosión de las relaciones sociales; donde las personas que no asumen sus errores suelen ser percibidos como poco confiables y deshonestos, lo que dificulta la construcción de relaciones sanas y duraderas. De ahí que, mirarse en el espejo de la responsabilidad implica una capacidad de introspección, honestidad y voluntad para enfrentar las acciones propias. Sin principios que guíen la moralidad, valores que definan el comportamiento y humildad para aceptar las imperfecciones, ese espejo permanece empañado o, peor aún, ignorado por completo.
Sin embargo, la palabra moral se refiere a las normas, creencias y valores que una sociedad considera correctos o incorrectos, al regular los comportamientos individual y colectivo. Es un conjunto de principios que orientan las acciones humanas y ayudan a determinar lo que es bueno o malo, en un contexto social y cultural específico. Ahora bien, ¿qué relación tiene la moral con la ética? Se distinguen en que la moral se refiere a las normas aceptadas por una sociedad, mientras que la ética se centra en la reflexión personal sobre la moralidad. Por tanto, es necesario valorar los ejemplos siguientes de moral, en la vida cotidiana, tales como: Respetar las leyes y normas de la sociedad; ser honesto en las relaciones personales y profesionales; mostrar empatía y solidaridad con los demás; evitar la discriminación y el prejuicio; cumplir con los compromisos adquiridos. Es decir que, la moral es fundamental para la cohesión social y la convivencia pacífica, ya que proporciona un marco común de referencia para evaluar las acciones y las actitudes de las personas.
De modo similar, la palabra moral en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), de la Real Academia Española (RAE), en su primera acepción indica: Perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva. En su segunda acepción indica: Conforme con las normas que una persona tiene del bien y del mal. En su cuarta acepción indica: Que concierne al fuero interno o al respeto humano, y no al orden jurídico. Por ejemplo, aunque el pago no era exigible, tenía obligación moral de hacerlo. El mismo DLE presenta como sinónimos de moral, a los términos: Ético, honesto, decoroso, honrado, decente, íntegro, recto, puro.
A diferencia, si como persona se mira en el espejo de la responsabilidad y la conciencia le dice, que es una persona amoral, ello es una paradoja compleja. La amoralidad implica una ausencia de principios morales, una indiferencia ante lo que se considera bueno o malo. En este escenario, el espejo de la responsabilidad se vuelve un reflejo muy particular: Una persona amoral no juzga sus acciones como buenas o malas, en el sentido ético. Por lo tanto, al mirar el espejo de la responsabilidad, no siente culpa ni remordimiento. La responsabilidad se percibe de una manera puramente funcional; es decir, si como persona hizo tal acción x, pero la consecuencia solo dio como resultado a y, por consiguiente, para la persona amoral no hay una evaluación moral de si esa acción era correcta o incorrecta, solo una conexión lógica entre causa y efecto.
En otras palabras, para una persona amoral, la responsabilidad se reduce a comprender las implicaciones prácticas de sus actos. Se enfoca en resultados deseados vs. no deseados, sin medir las consecuencias; no valora si un acto no produce el resultado esperado, no se preocupa por identificar por qué sucedió eso; solo se limita a no sentir que se obró mal. Del mismo modo, la preocupación principal puede ser la eficiencia de una acción para lograr un objetivo, sin que importen los medios utilizados o las consecuencias éticas. No le interesa la responsabilidad; solamente se limita a identificar cómo evitar el castigo o el daño personal en el futuro; no a reparar un mal moral. Dado que no hay un marco moral interno, el impulso para cambiar comportamientos por razones éticas es inexistente. Si una persona amoral decide modificar su conducta, no será porque se despertó su conciencia, sino por razones pragmáticas, tales como beneficio propio; es decir, una acción diferente podría traerle una ventaja personal; evitar conflictos, un cambio podría reducir problemas con otros o con la sociedad; conveniencia, es más fácil o menos problemático actuar de otra manera.
Para una persona amoral, el espejo de la responsabilidad no es un instrumento de reflexión moral, sino una herramienta de análisis frío; es como mirar un diagrama de flujo: Si se coloca esta entrada, se obtiene esta salida, si se quiere una salida diferente, se debe modificar la entrada. No hay un juicio sobre la validez o moralidad de la entrada o la salida, solo una comprensión mecánica. En esencia, una persona amoral puede reconocer la conexión causal de sus acciones, pero carece de la brújula moral para sentir el peso de esa responsabilidad en términos de bien o mal. Es un reconocimiento intelectual, no ético.
En cambio, mirar el espejo de la responsabilidad y saber que es una persona inmoral, es un acto de confrontación interna con implicaciones profundas. A diferencia de la amoralidad (ausencia de moralidad), la inmoralidad implica un conocimiento y una transgresión de los principios morales. La persona inmoral sabe lo que es bueno o correcto, pero elige actuar de manera contraria.
Cuando una persona inmoral mira el espejo de la responsabilidad, no solo ve el resultado de sus acciones, sino también la violación de un código moral preexistente. Hay una conciencia del mal hecho; de haber actuado de forma incorrecta, injusta o dañina. Esto puede manifestarse como culpa y remordimiento; a diferencia de la persona amoral, la inmoral puede sentir el peso de sus acciones. Puede experimentar culpa por el daño causado a otros o por la decepción de no haber cumplido con sus propios estándares (aunque los haya transgredido). Además, puede haber un deseo de actuar de otra manera, aunque este arrepentimiento no siempre lleve a la acción. Asimismo, la persona inmoral evalúa sus acciones no solo por sus consecuencias prácticas, sino también por su valor ético. Sabe que lo que hizo estuvo mal.
Por ello se hace necesario la mirada al espejo de la responsabilidad; para una persona inmoral, a menudo viene acompañada de una lucha interna, a través de un intento de racionalizar o minimizar sus acciones inmorales, para aliviar la culpa o el conflicto interno. Esto puede incluir culpar a otros, argumentar que no tuvo opción o que todos lo hacen. Es de resaltar que, en casos extremos, la persona puede volverse cínica sobre la moralidad o resignarse a su propia inmoralidad, al asumirla como parte de su identidad o como una necesidad para sobrevivir o prosperar en ciertas circunstancias. Ello propicia una actitud de desafío o desprecio hacia las normas morales que ha transgredido.
De igual manera, el reconocimiento de ser una persona inmoral, al mirar el espejo de la responsabilidad, puede ser un catalizador para el cambio, pero no siempre lo es. Para algunos, este momento de confrontación puede ser un punto de inflexión, que lleva a un deseo genuino de enmendar errores, buscar el perdón y adoptar un camino más ético. La culpa y el remordimiento pueden ser motivaciones poderosas para la transformación. Por tanto, la mirada al espejo puede simplemente reforzar su patrón de comportamiento, solidificar su elección de actuar de forma inmoral, quizás por beneficio personal, falta de empatía o una visión distorsionada del mundo. La persona puede volverse más hábil para justificar sus acciones o ignorar las consecuencias morales. En última instancia, el acto de mirar el espejo de la responsabilidad como una persona inmoral, es un encuentro con la propia brújula moral rota o intencionalmente ignorada. A diferencia de la amoralidad, hay un conocimiento de lo que se está transgrediendo, y esa conciencia es lo que define la naturaleza de la responsabilidad en este contexto.
En síntesis, la ciencia que trata del bien en general y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia es lo que se conoce como moral. Sin duda, pararse frente al espejo de la responsabilidad y aceptar las cosas como son, es sentir a Dios que te empuja hacia el cambio, siempre con la mirada fija en los valores que rigen a la sociedad. Se debe bajar el ritmo de vida que empuja al estrés, para superar las emociones que permitan fusionar un estilo de vida, que impacte a otros basados en propósitos claros y bien definidos. Se garantizará una conciencia que aclare que cada quien tiene su propia historia y sus objetivos. Para reflexionar, una frase de Sócrates: “La buena conciencia es la mejor almohada para dormir”.