Opinión

Tradición navideña vs. coronavirus

27 de diciembre de 2020

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 Francisco Corsica


Nuevamente diciembre, ¡caramba! hace nada estábamos en el doceavo mes del año y henos aquí, nuevamente en él. Increíble pero cierto. El tiempo pasa volando, como dicen por ahí. Pero qué importa que el calendario pise el acelerador: esta es la mejor época del año, siempre lo digo.

Me encanta la Navidad. Lo siento así desde niño. Una ilusión perenne en muchos. Es normal: trae consigo ricas comidas, la cena de Nochebuena, unión familiar, la venida de Pacheco, una repartición de regalos, hermosos adornos y lucecitas intermitentes, entre otras.Un lapso de tiempo que nos hace disfrutar de cosas distintas.

Es interesante la historia del origen del árbol navideño: se cree que el primer árbol, tal y como lo conocemos, surgió por Europa central hace algunas centurias atrás. Fue colocado para iluminar las calles porque las noches allá en esta temporada son muy oscuras. Un pequeño detalle que marcaba una diferencia.Singular y atrevido al mismo tiempo. Luego fue replicado en otras latitude sy hasta el sol de hoy adorna nuestros hogares. Es fantástico que esta y otras tradiciones las mantengamos hoy en día. Simplemente fascinante.

Hablando de Europa: este diciembre para ellos será radicalmente distinto al de los últimos años. Todo gracias al nuevo coronavirus, claro. Nuevamente el bicho cambiando los planes de los demás. Poco a poco hemos aprendido a saludarnos con los codos, a no apagar la vela de cumpleaños soplándola y usar mascarilla a donde vayamos. Pero sus gobiernos prevén mantener ciertas restricciones para estas navidades, todo para hacer frente ala COVID-19 y evitar que se agrave la situación.

Siguiendo estos anuncios, se vislumbra un cambio drástico para las tradiciones decembrinas de cada país. Por lo menos para este diciembre. Significa que las nuestras y las del resto del mundo van a tener que esperar a finales del próximo año, en algunos casos, y en otros se van a desarrollar de manera diferente durante los próximos días.

Heráclito decía que todo estaba en constante transformación y que por eso nunca nos bañábamos dos veces en el mismo río. Es sano que surjan costumbres nuevas. Alguien tuvo que ser el artífice de las que hoy practicamos y en ese momento fueron completamente novedosas. Pero esta situación rompe el molde de esos cambios permanentes.

Son circunstancias excepcionales, pero las tradiciones de cada zona, región o país son parte de sus rasgos propios. Es más: en gran medida somos venezolanos gracias a las nuestras. Nos distinguen del resto.Esas y otras más arraigan nuestra idiosincrasia, el propio gentilicio. Nunca he oído que los franceses coman hallacas o pan de jamón, que los japoneses enciendan la Cruz del Ávila, los rusos oigan aguinaldos o los canadienses escuchen gaitas zulianas. Los que acá nacimos sí.

Parte de la magia navideña reside en ellas. Estemos donde estemos, seguimos las tradiciones año tras año. Es un ciclo de nunca acabarse. Se traspasan de generación en generación. Unen a la familia. Enriquecen nuestra vida. Los otros países tienen las suyas, son hermosas representaciones culturales.Dicen mucho de ellos, de quienes son. Muchas compartidas, otras muy autóctonas. Componen su música, tienen sus rituales y preparan sus platillos.

Vaya vuelta al sol: demasiado acontecida. Uno no quisiera que estas cosas pasen, pero así fueron y nos corresponde actuar en función de ellas. Cuidarse es la única opción de quienes queremos mantener nuestra salud en excelentes condiciones. Pero la venezolanidad nos hace un llamado claro: al mal tiempo, buena cara. Hagamos la Navidad lo más formidable posible. Evitando un montón de cosas mientras las aguas vuelven a su cauce. No importa. Lo importante es que la navidad siga ahí.

En resumidas cuentas: no perdamos las tradiciones, que además son valores. Serán las Navidades más atípicas que vamos a vivir, pero eso no justifica posponer el espíritu de la temporada ni las tradiciones.Hagamos aquellas costumbres que las circunstancias sanitarias y económicas permitan. Abrazarnos, por ejemplo, no podremos. Pero hay muchas que podemos desarrollar sin arriesgarnos. No les quitemos la ilusión a los niños de la casa. Las que no se puedan hacer pueden esperar hasta el otro año. Lo importante es no dejarlas en el olvido.

No me queda más que desearles unas felices fiestas,acompañados de los suyos y con todas las medidas de bioseguridad establecidas. Espero que todos la pasen lo mejor posible. Conserven intacta la salud y la esperanza, cuídense y cuiden de los demás.

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