Francisco Corsica
En un artículo publicado hace unos meses hablamos del deterioro físico en el cual se encontraba la Ciudad Universitaria de Caracas, sede de la gloriosa Universidad Central de Venezuela. Su campus, sus pasillos y aulas de clase deben llenarnos de orgullo a quienes habitamos esta tierra. Además de la calidad de profesionales que egresan de allí, recordemos su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000. Claro, resulta difícil no quedarse con la boca abierta ante semejante majestuosidad.
Y no era —o es— el único caso de una institución de ese calibre en estas penosas condiciones. En realidad, varias de las universidades autónomas han padecido de este problema en algún momento y traerles la respectiva solución ha sido un proceso tortuoso y lento. Estas solicitudes les han traído más dolores de cabeza que satisfacciones. Realizar los trabajos correspondientes no es un capricho ni un antojo de unos pocos. Forma parte de lo que necesita llevarse a cabo si queremos un sistema educativo de primera, tal y como lo merecemos todos los venezolanos.
Pues bien, las cosas han cambiado un poco desde entonces: durante agosto del año pasado supimos que habían comenzado una serie de remodelaciones dentro de las áreas de la UCV. Finalmente sucedió. Tanta espera rinde sus frutos. Iniciaron con los espacios verdes y de ahí pasaron a recuperar el comedor y varias facultades. Rodaron imágenes en las redes sociales y el gobierno anunció la asignación de un presupuesto de 40 millones de dólares para tales fines.
Hasta logramos ver por un vídeo en las redes sociales a funcionarios del Estado apersonarse en sus instalaciones. Supervisaban los avances y hacían un recorrido por el campus. Por supuesto, no han faltado las críticas sobre la participación gubernamental en el desarrollo de esta recuperación de espacios. Estudiantes y empleados han pedido que no sea vulnerada la autonomía universitaria y que una iniciativa tan loable como esta no sea politizada. Además, han hecho hincapié en realizar la contraloría suficiente para procurar cumplir con la totalidad de lo prometido.
Naturalmente, todas y cada una de ellas son sugerencias legítimas. Quienes somos dolientes de tan prestigiosa alma mater no queremos que este plausible gesto sea vea afectado por acciones ajenas a las del deber ser. Solamente aspiramos preservar la institucionalidad y el respeto mutuo. Que estas restauraciones se distingan por la transparencia y por el logro de metas. Más nada. A ambas partes les conviene que así ocurra.
Tareas de este calibre eran necesarias desde hace bastante tiempo. Y más en este caso, pues hablamos de una obra de arte hecha universidad. La principal casa de estudios de Venezuela. Afortunadamente para nosotros, al culminarlas, gozaremos de espacios más hermosos, adecuados y aptos para el aprendizaje y la vida académica. Satisface conocer sobre el desarrollo de una solución. Ir en contra de estas faenas sería ir en contra de nuestros propios intereses y de los del país en su conjunto.
Como bien comentamos en una nota anterior, para que todo marche correctamente, se requieren los cuidados suficientes. Limpiar el polvo acumulado, sustituir las ventanas rotas y los bombillos quemados, pintar las paredes llenas de grafitis, pegar la losa levantada, podar el césped, reparar los aires acondicionados, eliminar las filtraciones, destapar los lavamanos y retretes… En fin, ustedes saben. Con tantos pendientes en el horizonte se complica su enumeración.
Después de todo, es una buena noticia. Menos mal ya han comenzado. Claro, es uno de varios asuntos que hacen falta tramitarse. Ya quisiéramos que fuera suficiente con las remodelaciones. Es solo un eslabón en toda una cadena de cosas por resolver. Aún queda mejorar, por ejemplo, los salarios del personal dedicado a la docencia y de todos aquellos que trabajan, de uno u otro modo, en espacios académicos. Se lo merecen por su vocación de servicio, dedicación y conocimientos.
Igualmente, brindarle un presupuesto razonable a las universidades autónomas, apegado a la realidad económica actual. Pero bueno, estos dos últimos tópicos son harina de otro costal. Conformémonos por lo pronto con lo ya expuesto sobre la recuperación de su infraestructura. Ya habrá ocasión para tratarlos con mayor detenimiento. De resto, toca insistir en lo obvio: cuidar lo nuestro. Somos sus usuarios, es lo menos que que podemos hacer.