El 15 de enero es una fecha muy especial en Venezuela: se celebra el Día del Maestro. En tal fecha del año 1932, en medio de la más brutal dictadura que conozca la historia nacional, fue creada, merced a la lucha y liderazgo de destacados educadores de entonces la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Pública. Su denominación cambió a la de Federación Venezolana de Maestros en 1936, cuando con posterioridad a la muerte de Juan Vicente Gómez, surgieron mejores condiciones para la batalla por las reivindicaciones de los docentes. De manera que es una efemérides de lucha, organización y de alcanzar mejores condiciones para la labor de los maestros, los niños, la escuela y la patria, como lo rezaba su lema: “Por el niño y el maestro, por la patria y por la escuela”.
De la mano de importantes líderes como Luis Beltrán Prieto Figueroa se extendió por todo el país y se solidificó como uno de los más importantes gremios de la nación, distinguido por la fuerza y claridad de sus planteamientos, como por la solidaridad con los gremios y movimientos sociales que peleaban sus derechos en diversos ámbitos de la lucha laboral en la Venezuela de entonces.
El Día del Maestro es una fecha para agradecer el encomiable esfuerzo de miles de seres dedicados con tesón a la formación de niños, adolescentes y jóvenes del país. Son muchos los grandes educadores del mundo que la consideran una profesión compleja, entre ellos Ken Robinson, profesor universitario británico, quien afirma: “es una profesión con muchas dimensiones, uno de los trabajos más exigentes que una persona pueda tener”. Ciertamente a veces nos quejamos de la actitud y escaso compromiso de algunos, para terminar siempre advirtiendo que son los menos y que los hay en todas las profesiones y oficios.
Una fecha para agradecer y favorecer, lo que debe convertirse para el estado en un recuerdo permanente de la obligación que se tiene de proporcionar las mejores condiciones de trabajo para los educadores, la garantía de los medios del mantenimiento de una vida digna y la mayor protección a su seguridad personal y social.
Igualmente, debe ser una buena ocasión para recordar la enorme responsabilidad que comporta una labor que tiene el propósito fundamental de acompañar a niños y jóvenes en el proceso de convertirse en seres de bien, adultos, profesionales, trabajadores, ciudadanos, padres y pare de contar. Una responsabilidad que nos conecta con el esfuerzo cotidiano para la formación permanente, la búsqueda constante de nuevas vías para enseñar, la noble perseverancia en hacer que se aprenda para cerrar constantemente el ciclo del saber y sobre todo, el respeto del discente para hacerlo protagonista de su aprendizaje, retando su inteligencia, su pensamiento, su curiosidad germen de la investigación, aupando y respetando la construcción de miradas y puntos de vista propios, bien asentados y sostenidos en una sólida integridad ética. Una celebración para recordar una orientadora frase de José Ortega y Gasset: “Siempre que enseñes, enseña también a dudar de lo que enseñas”.
Lo mismo, es un día para alejar el desaliento que aparece a menudo en cualquier espacio u ocasión y antes bien, reenergizar las ilusiones, el entusiasmo y la dedicación que promueve en nuestros muchachos la alegría de saber.
Feliz día, Maestros. (Gustavo Villamizar D.)