Conocimos a un amigo de la vida en circunstancias muy particulares y todas ellas, en la mayoría de los casos, vinculadas a un quehacer cultural que siempre le acompañó y que marcó todos los pasos de su vida incluyendo a los más íntimos y familiares – al lado de su Ana -la compañera de sus sueños e infortunios.
Su pasó silencioso y apresurado que lo mostraba con sus manos largas y huesudas, en rítmica marcha, le definían porsu altura y el tono de su voz,único e inconfundible.
Inmensos ojos negros y expresivos le acusaban altivo en su desdén por las manifestaciones de la culturaen todos los órdenes; a ellas les fue fiel y les mostró constancia – por encima de las intrigas de los envidiosos – quienes nunca faltan a la hora de interrumpir la marcha de un enamorado de las artes y de las imágenes consagradas especialmente en el cine.
A los personajes y protagonistas siempre adoró, más allá de las letras a las que también acariciópara dejarnos como una huella de su paso por esta órbita terrenal y del cosmos por el que transitamos todos los humanos. El mundo de sus escritores favoritos con los que quiso retratarse,le remontaron mucho más allá de “Rayuela” – la de su inseparable Cortázar–quien lo marcó en sus trazos y en su pasión por las letras.
Por ese transitar literario invitamos a Nómar a nuestra cátedra en la UBV de Periodismo Cultural y junto a Ana, abrieron su conocimiento y su pasión por la poesía y la prosa para darnos lecciones, como aliadas inseparables del periodismo a través de la Literatura.
Muchas deudas de sueños y promesas quedaron frustradas al tropezarlo la muerte a la que nunca le tuvo miedo, por considerarla una compañera de viaje y hasta el motivo de sus premonitorios escritos, que lo marcaban como un burlón sarcástico de su prosa. En su obra “Liberneo” nos dijo en su “Ultraviolenta”: “¿Habrán visto algunos ojoscomo mis huesos brillan en la oscuridad?”.
En esa misma obra regalada en nuestra despedida y de la cual también fue testigo su inseparable Ana, el 28 de diciembre, “Día de los Inocentes” del 2017. Allí nos escribió un epígrafe con su autógrafo: “A Marco Tulio, con el tiempo de conocernos a cuestas, como una ligera carga de alegría que nos acerca en cada encuentro”.
La lluvia fue la causa del encuentro en una calle de Maturín. Nos detuvimos aquella tarde – con nuestro vehículo – para conducirlo junto a Ana hasta su casa, donde pasamos una inolvidable tarde decembrina junto a unespecial arbolito de navidad hecho con libros. También se hizo presente el matiz de una bebida espirituosa y la compañía de una larga y esplendida tertulia, bajo el compás de una aparatosa lluvia y tormenta, propias de la Sultana del Guarapiche.
Su voz resuena impetuosa hablándome de su pasión por la Cultura, de sus proyectos inconclusos y de los avatares de una pasión por tertulias inacabadas y por los cine fórum pendientes; sobre todo en espacios que no volveríamos a ver en la Casa de la Cultura Inicita Aceituno, en el Café Porto Fino o en el Café Flash de su compañero de viaje Raúl Osa; otro quijote amigo quien también nos dejó.
Muy lejos quedarían sus conversas sobre Pregonero en el estado Táchira y de La Grita, donde Ana lo supo cautivar en interminables tertulias y recitales de poesía en el Centro Experimental de Arte Don Pepe Melani o en las inolvidables aulas del Liceo Militar Jáuregui, donde quedaron atrapados recuerdos y muchas pinceladas de sueños.
Para mi Nómar no se marchó sino que se nos adelantó a los espacios, donde los sueños recobran otra frecuencia y donde los quehaceres culturales se tornan universales.
Allí, junto a los poetas mayores de sus libros y de sus cuitas de cine con Charlot,vive ahora rodeado y brindando por el placer de haber contribuido en su andar por esta órbita cósmica con un poquito más de lo humano y de lo bello, que tanta falta nos hace a quienes seguimos desfilando por este mundo, aún perseguidos por los molinos de viento.
En tu honor recojo el diccionario y busco la palabra latina del descanso. Es por eso que hoy te recordamos y entonamos un Réquiem para Nómar Oporte.
(Maturín, 14 de octubre de 2018) (Marco Tulio Arellano)